El albañil que se construyó una casa giratoria en su pueblo de Almería: "Ahora necesito un motor"

En los años 60, José Yélamos dejó Almería para emigrar a Cataluña en busca de trabajo. Al volver con sus ahorros traía la idea de construirse una casa en Serón, el pueblo donde nació. Hasta aquí, la misma historia que la de miles de almerienses... Pero a partir de aquí la historia cambia porque José se propuso levantar "una casa como nadie la hubiera hecho antes".

"Pensé en una casa montada en un pilar que pudiera dar la vuelta", dice José, "mi intención era poder ponerla del lado que quisiera". Dicho y hecho. Así nace la casa giratoria de Serón que este almeriense diseñó y construyó con todo lo que había aprendido trabajando durante 12 años como albañil en Cataluña.

Bajo el suelo, dos metros de profundidad repletos de hierros y cemento. "No podía excavar más por los riscos del terreno", dice su constructor, que introdujo los hierros "entre las rocas de las cuevas" para darle más seguridad a la casa. Por si nevaba, sobre el techo colocó losas del suelo de tres centímetros de grosor. De esta forma la nieve siempre resbala y no hay peligro "de que se acumule y hunda la casa".

Treinta años

Han pasado los años y la casa sigue en pie tal como la levantó hace 30 años. Sin embargo, ahora José quiere ponerle un motor para que gire de forma automática, "pero es muy caro", explica a NIUS. De momento usa un mecanismo más rudimentario: una cuerda atada a su Patrol o un tractor que tiran de la casa haciéndola girar.

"Fue un capricho", reconoce José, pero ese capricho atrae ahora miradas de todo el mundo, empezando por las de sus propios vecinos. Sin embargo, no es extraño ver gente de fuera venir a ver su casa. "Vienen de Barcelona y hasta extranjeros", dice José, que recuerda como un alemán le ofreció contratarlo para que le hiciera una igual. José se negó. "Tenía que ir a Alemania y soy muy delicado para las comidas", confiesa este almeriense.

Quienes la han visitado, no la olvidan. "Una vez un amigo estaba tomando una copa en casa y me pidió que la moviera", recuerda José. No se quiso bajar de la vivienda durante el giro. Así que al volver le dijo: "Es la primera vez que me empiezo a tomar una copa en un sitio y sin moverme la he acabado en la otra punta". 

Es la magia de una vivienda cuyas ventanas cambian de paisaje cada día, capaz de buscar la sombra huyendo del calor o apuntar al sol en los días más fríos del año. "Es una virguería", dice con orgullo José, el albañil que hizo una casa que parecen mil.