Conducir con marchas largas: mitos y verdades para usarlas bien sin dañar el coche y ahorrar combustible

Si bien la conducción en quinta o sexta puede ser menos ruidosa y reducir el nivel de gasto de carburante, su uso indebido puede producir justo lo contrario.
¿Puedes conducir un coche manual si te sacas el carnet con un automático?
La mayoría de vehículos modernos ya cuentan de serie con un sistema que recomienda cuál es la marcha más apropiada en cada momento, con un testigo que nos indica cuándo subir y cuándo bajar de marcha. Sin embargo, hay que tener en cuenta que este sistema se basa en un algoritmo que trata de primar el ahorro de combustible y las emisiones del vehículo, por lo que un buen conductor realmente necesita saber por sí mismo cuándo hay que circular en marchas cortas y cuándo en largas.
Beneficios de circular con marchas largas
Los conductores que suelen abusar de circular con marchas largas lo suelen hacer principalmente por tres razones, siendo esas las que realmente son recomendables para ir en marchas largas (las más altas del vehículo, generalmente cuarta, quinta y sexta). La primera de ellas es por ahorro de combustible. Cuando la velocidad a la que se está circulando ya es elevada (superior a 90 km/h) y constante, el uso de quinta o sexta hace que el motor vaya menos revolucionado y necesite menos gasolina o gasóleo.
Otra ventaja también tiene que ver con un menor régimen de revoluciones y es que, al ir a menos vueltas, la conducción también se convierte en mucho más tranquila, con menos ruidos provocados por un esfuerzo menor del motor. La recomendación sería cambiar de marcha entre 1.500 y 2.000 rpm (revoluciones por minuto) en un coche diésel y entre 2.000 y 3.000 en un coche de gasolina. Sin embargo, esto son solo recomendaciones y el buen conductor debería saber ‘de oído’ cuál es el momento óptimo para subir a una marcha superior.
El tercer punto en el que se recomienda circular con marchas largas, incluso si la velocidad no es alta, es por motivos de incremento de seguridad vial cuando el pavimento está deslizante, como en lluvia o nieve (o arena o barro). Aquí no nos interesa tener engranadas las marchas cortas, ya que estas tienen bastante más fuerza y pueden provocar que el coche patine o derrape. Las marchas altas pueden ayudar a evitar esa pérdida de agarre.
Usar inadecuadamente las marchas largas
En la otra cara de la moneda, usar marchas largas cuando no se debe también puede tener efectos adversos en el rendimiento de la conducción y la degradación a medio o largo plazo de la mecánica del vehículo en forma de averías y, el ahorro en combustible que comentábamos antes puede acabar en todo lo contrario, un mayor consumo de carburante por parte de nuestro vehículo.
Un claro ejemplo de circular con una marcha larga que no es la adecuada es cuando se cambia muy pronto y se realiza todo el recorrido de marchas antes de alcanzar la velocidad óptima. Entonces, notaremos que el coche está ‘ahogado’ y necesitarás pisar a fondo el acelerador para incrementar la velocidad. En este caso, verás que el consumo de combustible sube considerablemente.
Además, circular con marchas largas de forma innecesaria, como por ejemplo en poblado o carreteras en las que no se va a gran velocidad hace que se alargue el tiempo necesario para que el vehículo consiga la temperatura óptima de motor. Esto es debido a que engranar marchas largas produce que se circule a bajas vueltas, por lo que el motor no está tan caliente como cuando se suben las revoluciones.
Si el coche está ahogado por ir a una marcha superior a la adecuada por el tipo de vía y la velocidad del momento, no solamente no se conducirá de la forma más eficiente para ese caso, sino que podremos observar cómo el vehículo presenta cierto ‘tembleque’. Estas vibraciones pueden hacer que se vean afectadas diferentes piezas y que se acaben dañando a la larga. Este rozamiento excesivo producido por las vibraciones, que generan fricción entre varias piezas, puede acabar forzando partes del motor como el pistón, las bielas, el embrague o el cigüeñal.
Además, otro efecto secundario de un uso excesivo e inapropiado de las marchas largas es la generación de carbonilla. El coche (sobre todo los más modernos) está diseñado para un funcionamiento en el que se conduce a más revoluciones de las que permite circular a una marcha larga cuando no se debe, lo que hace que el flujo de aire y fluidos no sea el óptimo. Esta carbonilla, a base de acumularse, puede acabar causando una acumulación tal que no se pueda expulsar, por lo que estos tapones pueden acabar siendo objeto de averías graves.
El uso indiscriminado de marchas largas tampoco es recomendable desde el punto de vista de la seguridad vial en ciertas situaciones. Por ejemplo, cuando vamos a adelantar o incorporarnos a la vía. En estas situaciones ciertamente peligrosas si no se efectúan en las condiciones más favorables, necesitaremos toda la capacidad de aceleración posible y, yendo en marchas largas, puede que el coche no sea capaz de desarrollar esa aceleración y que le cueste mucho más que reduciendo de marcha.

