Cinco cosas que hacemos y que perpetúan la gordofobia sin darnos cuenta

  • ¿Vivimos en una sociedad gordófoba? Durante años se ha promovido un culto al físico que puede derivar en trastornos alimenticios

  • Marina Pinilla, psicóloga, desmonta el “te lo digo por salud”, frase gordófoba por excelencia

  • Analizamos esas conductas gordófobas que todos llevamos a cabo en nuestro día a día: entristecernos por engordar una talla o felicitar a un amigo por haber adelgazado

Vivimos en una sociedad que odia de forma profunda e irracional hacia las personas con sobrepeso y obesidad, pero no lo reconocemos. Nadie admite en voz alta ser gordófobo, pese a que todos en mayor o menor medida perpetuamos este estigma en nuestro día a día. De formas sutiles, castigándonos a nosotros mismos o incluso machacando a las personas con un peso no normativo, autoengañándonos con la manida frase de “te lo digo por salud”.

No nos importa la salud, nos importa la apariencia

La salud nos da igual. De importarnos, tendríamos en cuenta también la salud mental de esa persona a la que estamos “aconsejando” –eso sí, siempre desde la superioridad moral–. De importarnos, trataríamos con la misma dureza a quienes fuman o a quienes se van de copas con cualquier excusa. De importarnos, juzgaríamos por igual a alguien delgado que lleva una mala alimentación.

Pero no es así, muestra de ello es que cuando una influencer con sobrepeso sube una foto comiendo una pizza, a los haters se les llena la boca con la apología de la obesidad, la mortalidad, la diabetes o cualquier otra complicación de una mala alimentación. Da igual que la pizza sea casera y a base de ingredientes de buena calidad, y da igual que el resto de la semana esa misma persona haya subido a sus stories otros platos "bien vistos" socialmente.

En cambio, si una influencer con un cuerpo normativo sube una foto comiéndose una hamburguesa con patatas y refresco XXL, los comentarios derivan en otra dirección. “¿Cómo es posible salir tan guapa comiendo?”, “disfruta”, “eres tan divertida y natural” o “quiero ser tu novio”. Todos estos comentarios son reales y están sacados del Instagram de Nela Zisser, participante de competiciones de comida basura a la que han dedicado titulares como «La chica sexy que rompió un récord al comer 22 hamburguesas en una hora».

¿Perpetuamos sin darnos cuenta la gordofobia? 5 pruebas de que sí

  1. ¿Cómo reaccionas cuando un amigo te dice que ha engordado? Si tu primera respuesta es “qué va, si estás estupendo”, siento decirte que estás siendo un pelín gordófobo. A menudo vemos la palabra “gordo” o el hecho de engordar como algo negativo, y sentimos la necesidad de negarlo como si nos acabasen de confesar un crimen. Si alguien te dice que ha engordado será porque lo nota o porque se ha pesado, y no pasa nada. Por otro lado, la frase “no estás gordo, estás estupendo” implica que ser gordo es incompatible con ser atractivo.
  2. ¿Por qué vas al gimnasio o cuidas tu alimentación? Si tu único motivo para ir al gimnasio o para hacer dietas que detestas es adelgazar, quizá tu visión de la salud está un poco distorsionada. Hacer ejercicio y alimentarnos de una forma completa y saludable es muy necesario, pero debemos verlo como una forma de vida cuyo objetivo es evitar enfermar, tener más energía, cuidar nuestra salud mental, etc. No como un sacrificio para entrar en una talla 38.
  3. ¿Qué sientes si te queda pequeña tu talla habitual? El peso fluctúa dependiendo de nuestras circunstancias. El confinamiento, el estrés, las vacaciones… Cualquier situación puede afectarnos ligeramente hinchándonos o, en el lado opuesto, haciéndonos adelgazar. El problema surge cuando entrar en una talla menos es motivo de celebración (aunque hayamos adelgazado tras una mala racha) y necesitar una talla más es motivo de tristeza (aunque sea porque nos hemos pegado las vacaciones de nuestra vida).
  4. Si pudieras comer lo que fuera sin engordar, ¿lo harías? La mayoría responderíamos que sí, pero esta pregunta es trampa porque refleja lo que hemos hablado antes. Nos da igual la salud. Comeríamos fatal aunque nuestro equilibrio hormonal, nuestro colesterol o nuestros triglicéridos estuviesen por las nubes siempre y cuando mantuviésemos un cuerpo normativo.
  5. ¿Felicitas a tus amigos cuando pierden peso? Te encuentras con alguien al que no ves hace meses y se le ve mucho más delgado. Instintivamente te sale un “hala, qué delgado, estás guapísimo, enhorabuena”. Pero en realidad no sabes qué le ha llevado a adelgazar. Puede haber sido una enfermedad física o un trastorno mental, puede haber estado hasta arriba de trabajo descuidando su alimentación, o quizá ha sido deseado, pero estamos asociando de nuevo el atractivo y la belleza con ser delgado.

Todas estas situaciones son minucias en comparación con la gordofobia que se perpetúa desde los medios de comunicación, las redes sociales, el arte, los entornos sanitarios y hasta los propios colegios. Desde que somos pequeños aprendemos que tener un cuerpo no normativo es un fracaso personal, y crecemos apegados a esa creencia. Romper con la gordofobia no es fácil, a veces lleva toda una vida lograrlo y aun así es imposible desprendernos de todos esos prejuicios, pero tu salud mental y física te lo agradecerán si lo intentas.