Natalia Ortega, psicóloga experta en violencia contra la mujer: "Hay un patrón que se repite en todas las víctimas"
Varios estudios publicados recientemente sugieren que las intervenciones psicológicas dirigidas a abordar la vergüenza pueden proporcionar resultados más positivos para los supervivientes de violencia sexual
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La vergüenza es uno de los patrones más comunes en mujeres que han sido víctimas de violencia sexual y violencia de género. Un metaanálisis exhaustivo y de gran alcance publicado en la revista 'Trauma, Violence, & Abuse' así lo demuestra. Los hallazgos, basados en la síntesis de 53 estudios, sugieren que las intervenciones psicológicas dirigidas a abordar la vergüenza pueden proporcionar resultados más positivos para los supervivientes de violencia sexual.
Según señalan los autores, se estima que la violencia sexual afecta al 35,6% de las mujeres, al 18% de las personas transgénero y con diversidad de género, y al 1% de los hombres. Asimismo, ha sido vinculada teórica y empíricamente a una gama de resultados psicológicos negativos, incluyendo el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y la depresión. Por su parte, la vergüenza, una emoción autoconsciente caracterizada por la autoevaluación negativa, es una barrera significativa que impide a los supervivientes revelar la violencia y buscar asistencia médica, social y legal.
Según la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019, en España sólo se denuncian el 11% de la violencia sexual, a pesar de que el 2,2 % mujeres mayores de 16 años reconoce haber sido víctima de esta violencia sexual (más de 450.000). Los motivos que exponen las mujeres para no denunciar son -una vez más- la vergüenza (40,3 %), haber sido menor cuando tuvo lugar (40,2 %), temor a no ser creída (36,5 %) y miedo al agresor (23,5%). Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2024 se registraron 34.684 mujeres víctimas de violencia de género, y aunque la cifra fue inferior a 2023, estamos lejos de erradicar este tipo de violencia contra la mujer. Casi la mitad de estas mujeres (el 47,7%) tenían entre 30 y 44 años. Además, como señalan las estadísticas, el 39,9% de las mujeres víctimas de violencia de género mantenían una relación de pareja o expareja de hecho con el hombre denunciado. Y el 37,8% eran novias o exnovias.
En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se celebra anualmente el 25 de noviembre para denunciar la violencia que se ejerce sobre las mujeres en todo el mundo y reclamar políticas en todos los países para su erradicación, charlamos con Natalia Ortega de Pablo, psicóloga sanitaria y experta profesional en maltrato infantil y en violencia contra la mujer, además de socia fundadora y directora de Activa Psicología y Formación, en Madrid.
Pregunta: ¿Qué características presentan las víctimas de violencia de género? ¿En qué situación emocional y psicológica se encuentran cuando llegan a consulta?
Respuesta: Lo que más se encuentra en este perfil de paciente que ha sufrido algún tipo de violencia de género, bien sea maltrato físico, maltrato psicológico, violencia sexual, es un nivel de autoestima muy bajo, una sensación de indefensión muy grande, un pobre autoconcepto que les lleva a la incapacidad en muchas áreas de su vida, tanto la personal como la laboral. También hay un patrón que se repite en todas, y que se trabaja de manera continua a lo largo de esta intervención, que es la culpa y la vergüenza. Es ese patrón el que hace que desarrollen cuadros importantes de ansiedad y de depresión. En muchas de ellas, además, se desarrolla un cuadro de estrés postraumático, que les hace revivir muchísimas situaciones, que en su día a día inicialmente no tendrían por qué tener una asociación directa. Así como les cuesta iniciar una relación de pareja, por su baja percepción de capacidad para poderla llevar a cabo satisfactoriamente, incluso a que se las valore y poder sentir un rol seguro dentro de la relación.
P: Se ha comprobado que el nivel socioeconómico no tiene nada que ver en los casos de violencia de género, ¿verdad?
R: Es uno de los mitos que hay en relación a todo lo que es la violencia, tanto sexual como física o psicológica, que no es nada correcto. Muchas veces se tiende a creer que en los estratos más bajos a nivel económico o sociocultural es donde más ocurre, pero se ha demostrado por muchísimos estudios que no es así. De hecho, el maltrato psicológico se da en muchos casos en estratos sociales más altos. La realidad es que está mucho más cerca de nosotros de lo que pensamos.
P: Entonces, no se puede establecer un perfil concreto sobre las víctimas…
R: No, porque los rangos de edad son muy variables. Es verdad que sí que se está viendo que las agresiones sexuales ocurren mucho más en la etapa adolescente y primera adultez, pero luego el maltrato físico y, sobre todo, el maltrato psicológico se ve en edades mucho más avanzadas. Por ejemplo, en matrimonios que llevan mucho tiempo y lo llevan silenciando muchos años, debido también la vergüenza. Esto hace que se cronifique a lo largo del tiempo y que no sean capaces de denunciar, y se siga ejerciendo esa violencia incluso en la edad adulta.
Hay un patrón que sí se encuentra en muchas de las víctimas y es que la mayoría han vivido una infancia disfuncional, en la que han sido testigos en casa de maltrato o algún tipo de abuso sexual. En muchas de ellas, luego se repiten patrones en los que ellas vuelven a ser víctimas.
P: ¿Qué explicación psicológica tiene? ¿Por qué se repiten patrones?
R: Cuando ha habido historia de maltrato o abusos en la infancia, se desarrolla un tipo de apego, que en psicología llamamos apego desorganizado. Ese apego desorganizado genera mucha psicopatología en el niño, y si no se interviene, al final hace que tú tengas una relación con tus padres desde tu primera infancia en la que no sabes bien cómo van a actuar. Es decir, no hay un patrón constante o de refuerzo o de castigo, y eso genera mucha indefensión en el niño. Si no se interviene, estas personas tienen mucha dificultad en las relaciones con los demás, y una indefensión aprendida. En realidad, da igual lo que hagan, ya que la consecuencia que van a tener no va a ir acorde con su conducta. Al final generan un patrón de personalidad mucho más sumiso.
P: ¿Por qué crees tú que no se denuncia tanto como se debería? ¿Cuáles son los principales miedos que os encontráis en las consultas?
R: Yo lo que más me encuentro es, efectivamente, la vergüenza, la dificultad muchas veces que encuentran a ser creídas o apoyadas por el entorno. Se tiende mucho a decir, “Y ¿cómo si esto lo llevas sufriendo tanto tiempo no lo has denunciado antes?”. Con ese tipo de mensajes, lo que estamos haciendo indirectamente es hacer corresponsable a la víctima. Con esa corresponsabilidad se cargan de culpa porque piensan que si lo han consentido, tienen parte de responsabilidad. También la falta de credibilidad les dificulta a la hora de dar ese paso.
Y, si ha pasado mucho tiempo, a nivel legal es más difícil de demostrar. Por eso muchas denuncias se quedan en nada. No les compensa el desgaste o el pasar por tantas evaluaciones que al final se las revictimiza. También sienten vergüenza por lo que pueda pensar el entorno porque se rompe toda la imagen que tenían a nivel social de familia, y la responsabilidad de “romper una familia”. “¿Cómo socialmente yo voy a decir que la persona con la que llevo casada 20 años me lleva dando palizas o me ha maltratado psicológicamente? ¿Y cómo he aguantado yo esto?”. Si socialmente funcionamos bien, tenemos nuestros puestos de trabajo, tenemos amigos… Denunciar genera mucha vergüenza.
P: Las víctimas de violencia física pueden denunciar con un parte de lesiones, pero cuando se trata de violencia psicológica es más complicado. Se necesita seguro un informe psicológico…
R: Sí, efectivamente. Cuando no hay lesiones todo se complica muchísimo más. Porque al final es como la palabra de ella contra la de él. El psicólogo tiene un papel fundamental en una evaluación muy exhaustiva sobre las secuelas que pueda tener la víctima a nivel de personalidad, a nivel de estrés postraumático. Hay que hacer una evaluación muy detallada de la situación mental en la que se encuentra la víctima. Aquí será muy importante tanto una evaluación llevada a cabo por un perito forense, como una evaluación llevada a cabo por un psicólogo sanitario, más desde la parte clínica. La parte forense hablaría más de esa credibilidad, de cómo cuenta y cómo relata los episodios que ha podido vivir con la persona que le ha sometido a un maltrato psicológico. Y la parte sanitaria, más clínica, haría referencia a la psicopatología que ha podido desarrollar la persona. Al final son las únicas pruebas válidas que puede utilizar la víctima para poder demostrar que ha estado sufriendo un maltrato psicológico.
P: Hoy en día es más fácil que se pueda aportar esa información, ¿no? ¿O sigue habiendo trabas?
R: Sí, yo creo que ahí hemos dado un paso importante y que al final el maltrato psicológico cada vez se está teniendo más en cuenta, categorizarlo como un tipo de maltrato que tiene que estar penado. Ahora estamos más concienciados y se le da más valor a ese tipo de informes que pueden aportar diferentes profesionales, tanto psiquiatras, psicólogos forenses y psicólogos clínicos. No obstante, al final el que no haya un daño físico dificulta más el que haya más pruebas. Pero, por otro lado, te digo que las pacientes que yo veo con daño psicológico están muchísimo peor. Imagínate un machaque constante de 20 años. Psicológicamente te acaba anulando de tal manera que te sientes muchas veces muerta en vida.
P: ¿Cuáles son las secuelas por haber sido víctima de malos tratos?
R: Principalmente la persona se siente incapaz de ser válida en ningún área de su vida, ni a nivel laboral, ni como mujer, ni como madre, ni como amiga, ni como hija. Es decir, se sienten un cero a la izquierda en cualquier ámbito de su vida. El estrés postraumático va acompañado también de ansiedad, depresión, estados de confusión permanente. Hay muchas veces que desarrollan estados disociativos; su mente se disocia y deja apartado el trauma para poder llevar una vida más o menos funcional. Pero hay algún momento donde esa disociación deja de funcionar y, entonces, entran en muchos estados confusionales y se desarrollan trastornos de personalidad importantes. En chicas más jóvenes se ve que el maltrato -agresiones sexuales- hacen que desarrollen, por ejemplo, muchos trastornos de la conducta alimentaria, como rechazo a su propio cuerpo, porque ha sido la diana de ese maltrato físico, de esa agresión sexual; y luego muchos intentos autolíticos o, desgraciadamente, conductas suicidas.
"La denuncia deja claro a la víctima que ella no ha sido la responsable"
P: ¿Cuál es la clave para reconstruir todo eso? ¿Cuál es el trabajo que hacéis los psicólogos?
R: Primero de todo hay que trabajar la disociación, porque es un mecanismo de defensa que no es sano a lo largo plazo. Entonces, primero el reconocimiento del daño que me ha sido infringido y ponerle nombre a quién ha sido la víctima y quién es el agresor. Por lo que te decía antes, porque muchas veces tienen ese sentimiento de culpa. Después trabajamos la culpa y la vergüenza porque son emociones que nos acompañan durante bastante tiempo y durante gran parte del proceso terapéutico. Además, este tipo de víctimas también desarrollan muchos síntomas somáticos que hay que trabajarlos. Por ejemplo, alteraciones a nivel orgánico, debido al dolor psíquico que sienten, también pueden desarrollar enfermedades a nivel físico, etc.
P: ¿Por qué crees que es tan importante la denuncia en la reconstrucción emocional de las víctimas?
R: La denuncia deja claro a la víctima que ella no ha sido la responsable. Es decir, igual que denunciaremos un robo y nos queda muy claro quién ha sido la víctima y quién es el delincuente, en este caso la denuncia es fundamental, con independencia de la sentencia que luego pueda haber, para que sientan y que interioricen que se hace justicia. Es decir, que cuando alguien hace daño a otra persona o le roba la identidad sexual, eso tiene que ser denunciado, con independencia de lo que luego puedan decir abogados, fiscales y jueces. Tu derecho es dejar claro que tú has sido la víctima en esta situación. Ese va a ser el primer paso para interiorizar realmente lo que le han hecho, para empezar a trabajar la culpa, ponerle nombre, y para que no haya esa interferencia de que ellas han sido parte responsable de eso.
P: Cuando la víctima siente en riesgo su vida, en este caso la denuncia es incluso más importante, ¿verdad?
R: Sí, cuando hay un riesgo de la integridad física de la persona, la denuncia todavía es más importante. De hecho, vemos en muchas noticias en las que una mujer ha sido asesinada que no había orden de alejamiento. ¿Por qué? El miedo las paraliza, las bloquea, es uno de los síntomas más frecuentes en estos casos. Pero cuando hay un inminente peligro a la integridad física, tanto de la mujer como de los hijos, hay que denunciar, porque hay recursos para protegerlos hasta que se pueda llevar a cabo un juicio.
R: Tú has hablado del entorno, de que a veces no las creen o se sienten sorprendidos al conocer que la mujer ha denunciado. ¿No estamos mirando como deberíamos o es que este tipo de violencia es tan silenciosa que no nos damos cuenta?
R: Lo que ocurre, en muchos de estos casos, es que como este tipo de violencia ocurre en el hogar, en el entorno privado, se queda ahí. Los agresores saben muy bien cómo silenciar a las víctimas. Por ejemplo, imagina que hay una cena con amigos, donde ella tiene que disimular ese maltrato, él suele mostrarse encantador y que todo fluye con normalidad. Si no hay una lesión grave, que entonces es evidente, es mucho más difícil de ver. Cuando esa mujer se atreve a verbalizarlo, a veces el entorno no la cree. Y en ese momento muchas mujeres se retractan. Si el entorno no cree a la víctima es devastador porque necesitan apoyo social para mejorar.
P: Así como no se puede establecer un perfil claro sobre las víctimas, ¿la hay sobre los agresores?
R: Sí, a nivel general sí, aunque luego habría que entrar en cada caso porque todos son distintos. Los agresores suelen tener un perfil narcisista, muy psicopático, socialmente muchos de ellos tienen muchas habilidades sociales, pero también suelen ser personas que han vivido una historia traumática en la infancia que no ha sido detectada. Puede ser que hayan sido víctimas de maltrato físico, de agresiones sexuales, que si no ha habido una detección, un tratamiento, repiten ese patrón, ese ciclo de violencia. Por último, hay una falta muy grande de empatía que va muy ligada a ese perfil más narcisista.