Jubilación

Anna Wintour se jubila tras 37 años: hablamos con una psicóloga sobre cómo encarar el fin de un trabajo que ha sido tu vida

Anna Wintour en la Met Gala 2025.. (Cordon Press)
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Anna Wintour no solo dirigió Vogue, sino que redefinió lo que significa ejercer el poder en la industria de la moda. Lo hizo sin levantar la voz, sin ceder terreno, con la impasible contundencia de sus gafas de sol y su corte bob perfectamente inmutable. Ahora, tras 37 años al frente de la revista del sector más influyente del planeta, y con una edad de 75 años, anuncia su retirada. Pero su marcha es mucho más que la simple despedida de una editora. Es el final de una era en la que la moda no solo se vestía, sino que se pensaba como una forma de construir el mundo.

Su trayectoria es difícilmente replicable: convirtió el Met Gala en la cita cultural más mediática del planeta, derribó las fronteras entre lujo y cultura pop y redefinió qué significa estar en la cima. Wintour no solo seleccionaba portadas, sino que era ella quien decidía qué era relevante.

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Su salida obliga a preguntarse algo incómodo, pero inevitable: ¿qué ocurre cuando la identidad y el trabajo son la misma cosa... y ese trabajo desaparece?

El impacto emocional de dejar una carrera de toda la vida

La jubilación de figuras como Wintour plantea una cuestión universal: ¿cómo afrontar emocionalmente el fin de una carrera que ha definido tu identidad durante décadas?

El hecho de retirarse de un trabajo que ha sido el eje de nuestra vida profesional implica un proceso de duelo que debe ser reconocido y gestionado de la manera más apropiada. La psicóloga Ángela de la Fuente señala que "siempre que dejamos un puesto de trabajo después de mucho tiempo, existe un duelo que debemos superar", un proceso que puede ir acompañado de sentimientos de alivio y agotamiento. 

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Al fin y al cabo el trabajo actúa como organizador psíquico. No es solo una fuente de ingresos, es lo que estructura el tiempo, la autoestima y el sentido de competencia. Cuando desaparece, no desaparece solo el rol laboral, sino parte de la definición de uno mismo. Además, como nos cuenta Ángela, "no es lo mismo una persona que vive para trabajar, que la que trabaja para vivir. El peso que esa profesión tenga en su vida será determinante a la hora de enfrentar el duelo". En este sentido, "tener otras pautas que con las que sentirse identificado puede hacer mucho más llevadero el proceso".

Este duelo no es exclusivo de figuras públicas, sino que afecta a cualquier persona que haya dedicado una parte significativa de su vida a una profesión. La transición puede ser especialmente desafiante cuando el trabajo ha sido una fuente principal de propósito y estructura en la vida diaria.

Las consecuencias están bien documentadas: a un sentimiento de inutilidad (aunque este sentimiento se da más en los hombres que en las mujeres y se acrecienta con la edad), le acompaña una mayor prevalencia de ansiedad, trastornos depresivos, alteraciones del sueño y, en casos extremos, deterioro cognitivo acelerado. La razón es simple: el cerebro necesita propósito y estructura. La jubilación desorganizada no es descanso. Puede ser, si no se elabora emocionalmente, un vacío vertiginoso.

Cómo transitar un final sin que sea un abismo

El primer error es pensar que jubilarse es un punto final. Lo es solo desde la perspectiva contractual. No desde la psicológica. Hay tres principios clave que nos permitirán transitar mejor este importante cambio:

  • Desvincular el ser del hacer: Comprender que tu valor no depende de tu cargo ni de tu productividad.
  • Sustituir la productividad por el propósito: Los proyectos, bien sean creativos, comunitarios o personales, serán nuestra nueva brújula. No ocupan el tiempo, sino que sostienen el sentido.
  • Anticipar el duelo: La jubilación no empieza el día que firmas. Empieza el día que aceptas emocionalmente que esa etapa se cierra y que tu tarea es construir otra. Eso sí, cuando no nos lo esperamos hay que sumarle el "shock de lo inesperado", lo que hace el proceso mucho más largo y costoso.

En el caso de Wintour, todo apunta a una retirada progresiva y estratégica. Seguirá vinculada como asesora de Condé Nast y pilotará el comité del Met Gala. Porque lo verdaderamente poderoso no es permanecer, sino saber cuándo y cómo salir… sin desaparecer.

Jubilarse no es borrarse, es mutar

La jubilación de Anna Wintour es una lección que va más allá del mundo de la moda: aprender a soltar no es perder. Es transformarse. En un mundo que equipara valor con productividad, dejar de trabajar no debería ser una forma de muerte simbólica, sino el inicio de una vida reescrita desde otro lugar: el de la libertad no condicionada por la obligación.

Lo que Wintour hace, y lo que cualquiera debería aprender a hacer, es convertir el final en una forma sofisticada de continuidad. Porque retirarse, bien hecho, no es desaparecer. Es reaparecer en otra parte del tablero. Y saber, aún, que sigues jugando.