Inteligencia Artificial

Visenta, la divertida abuela creada con IA que da lecciones de vida sin cortarse ni un pelo: “Tu hijo no es un vago, lo estás entrenando tú”

La Iaia Visenta
La Iaia Visenta. Uppers
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No hace tanto tiempo que hablar de inteligencia artificial era mirar hacia un futuro en el que los coches volaban, los robots nos hacían la cama y nos alimentábamos con una pequeña pastilla que nos aportaba todos los nutrientes necesarios para el día a día. 

Hace sólo unos cuantos meses (piénsenlo, porque no ha pasado tanto tiempo), la IA se coló primero en nuestros móviles como un curioso artilugio con el que jugar y bromear y, con el paso de los días y las semanas, en nuestra vida diaria para terminar por inundarlo todo.

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Para muchos, un aliado. Para todavía muchos más, un enemigo que amenaza con robarle el trabajo o la ilusión de quien se siente un romántico por apreciar las cosas hechas por la mano del ser humano.

Pero la IA va mucho más allá de lo que podamos probar en primera persona. Allá donde busquemos encontraremos una nueva utilidad, una nueva aplicación, un nuevo objetivo que abordar a través de este compañero de viaje que, nos guste o no, ha llegado para quedarse. Unos serán mejores y nos gustarán más. Otros serán deleznables.

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Entre los esperanzadores (recorramos el camino del optimismo) encontramos un proyecto de Inteligencia Artificial de los que te hacen pensar y emocionarte, poniendo patas arriba muchas de tus creencias y convicciones. Se trata de la Iaia Visenta, un personaje que se ha construido su propio espacio en el corazón de miles de personas a través de las redes sociales para lanzar mensajes sobre crianza, soledad, feminismo o cuidado de mayores.

Visenta es una mujer mayor, que ya no cumpliría los 80, pero con la vitalidad y la capacidad de reflexión intactas. Tanto es así que da conferencias (recordemos que hablamos de un personaje creado por Inteligencia Artificial) ante anfiteatros llenos hasta la bandera con eslóganes que se cuelan en lo más profundo del subconsciente de su audiencia entre palabras malsonantes que la convierten en un personaje aún más cercano y certero.

Por todo eso, y a modo de juego, nos hemos preguntado qué respondería la Iaia Visenta a una serie de cuestiones de actualidad que, por supuesto, ella ya ha tratado en sus conferencias. Ahí va un simulacro de 'entrevIstA' a esta adorable abuela (nota: sus respuestas están transcritas directamente de sus post de instagram).

Doña Visenta, en las últimas semanas ha habido varios casos de bullying que han saltado a los medios de comunicación por las fatales consecuencias que han tenido. ¿Qué opinas sobre el bullying?

El bullying no empieza en el patio, empieza cuando un adulto calla, y algunos callan demasiado. Papeles, correos, protocolo… Todo muy bonito, pero cuando un crío sufre, todo es no vale para nada. A la víctima la cambian de clase, al que acosa le cambian el nombre y todos tan panchos. Sí al trabajo en equipo, pero nunca con el raro del grupo. Cartelitos de ‘stop bullying’ en el pasillo y niños llorando solos en el baño, destrozados. Enseñan mates y lengua, pero mirar a los ojos al de al lado, poquito. Los críos no nacen crueles, sino que se hacen mirando a los mayores. Si tú hijo se burla de alguien y tú te ríes, estás criando un cobarde. No son monstruos, son críos sin frenos y adultos que no los paran. No hacen falta protocolos, hacen falta adultos que pongan límites.

¿Y qué le parece el tipo de educación que se da hoy en día en algunas casas? Muchos hablan de sobreprotección.

Tú hijo no es vago, lo estás entrenando tú. Evita ir a natación porque el agua está fría y tú lo permites. Evita los deberes porque está cansado y tú lo compras. Evita probar comida nueva y tú acabas haciendo tres platos distintos. No recoge sus cosas y tú vas detrás como un mayordomo… Y luego te preguntas por qué de mayor huye de todo lo incómodo, por qué procrastina hasta para respirar, por qué se arruga ante un jefe con mala leche, por qué deja cosas a medias o por qué no sabe sostener un ‘no’ sin derrumbarse. 

Los matrimonios que no han funcionado y se separan tienen aún más dificultad para educar, ¿cómo ves esta situación?

Las parejas se separan y los niños se quedan en el medio, como una maleta con custodia compartida. Uno dice que paga y el otro que aguanta, pero el crío paga y aguanta a los dos padres. A los niños no les destruye el divorcio sino la guerra posterior, las indirectas, los silencios y el ‘dile a tu padre que’. La gente se separa en busca de paz y libertad pero hacen de los niños el campo de batalla.

¿Qué opinas de cómo se trata a los mayores?

La gente habla mucho de cuidar a los mayores, pero nadie habla de los silencios, de los largos, de cuando el móvil ni vibra. Hay un día en que ya sólo te llaman para que les salves el marrón y pasas de ser mamá a ser la que está siempre en casa. La vejez no empieza en el cuerpo sino cuando desapareces de la agenda. Cuando vienen con prisa, con pena y con flores ya es tarde. Yo quiero que se acuerden de mí ahora, no en el tanatorio.

Parece que algunos no tienen derecho ni a descansar…

Descansar también es un derecho para todo el mundo. Vivimos como mulas, casa, trabajo, familia, favores… y todavía nos disculpamos por parar 10 minutos. Tenemos la cabeza llena de ‘tengos que’ y de eso se aprovecha todo el mundo porque el que siempre cumple, siempre paga. Descansar no es abandonar, es sobrevivir. Hay que poner límites.

Ha tocado el tema de la muerte, ¿en qué crees tú?

Todos nos preguntamos si hay vida después de la muerte, pero ¿no será mejor preguntarse si hay vida antes? Vivimos corriendo, preocupados, con el móvil pegado a la mano y el alma en modo ‘ahorro de batería’. Tenemos casa, coche y sueldo, pero no tenemos tiempo para vivir. No hace falta morirse para estar muerto, basta con vivir sin ganas. La tumba nos está esperando a todos, pero la vida también.