Se habían visto en Estados Unidos, en Islandia, Reino Unido… Son bastante atípicos y muy espectaculares. Para que se formen deben darse tres factores: viento fuerte, una pequeña pendiente y una superficie congelada. Si lo intentases, casi seguro, no te saldría un rollo tan perfecto.
Estos rulos de nieve que invaden la Cordillera Blanca se han visto en otras ocasiones de hasta 70 centímetros de diámetro con un agujero en el centro de 20 centímetros. En el caso del glaciar de Yanapaccha, en lo que se conoce como los andes peruanos a más de 5000 metros de altura, el viento deja un riesgo muy alto de avalanchas de nieve en esta época del año y son muy pocos los valientes que se acercan a la cima de la montaña. El camino es duro, pero la nieve poco segura que fácilmente podría desprenderse es también, con el viento justo y necesario, muy moldeable.
Cuando la nieve suelta se deposita sobre una superficie congelada sin adherirse al hielo, el viento fuerte, aunque no excesivamente, la hace rodar sobre sí misma. Si el viento es demasiado intenso el cilindro se rompería por la velocidad. Lo suyo es que alcance como mucho los 50 kilómetros por hora para que mueva la superficie ligeramente rápido ladera abajo.
Además las capas interiores del cilindro son más delgadas y acaban por deshacerse con el viento, por eso toma la forma final de donut, con un hueco en el medio.