Rulo: “Soy un flipado de la vida, no pierdo la capacidad de fascinarme”

Raúl Gutiérrez, que ya publicó un libro de poesía, se atreve ahora con la novela en el volumen ‘Cuestión de suerte’
“Todo lo que no he hecho me excita. Me gusta meterme en berenjenales, pero también tengo sentido del ridículo”, explica el rockero cántabro
“Conozco casos de músicos a los que siempre halagan, pero el halago relaja y relajarme no es un lujo que me pueda permitir”, dice el exlíder de La Fuga
Cuando tenía 23 años y empezaba a estridular su guitarra con el grupo La Fuga, a Rulo le tocó la lotería: el tercer premio del sorteo Navidad. No recuerda exactamente la cantidad, aunque cree que rondó los 60.000 euros; a repartir entre los cuatro miembros de la banda y dos de sus técnicos. “Me llamaron a casa una mañana en que yo estaba de resaca”, explica. “Me dijeron que había salido premiado ese décimo que habíamos comprado en Valencia. Aquel dinero, en esa época de mi vida, era mucho más de lo que parecía, ya que no vivíamos de la música. Me dio para irme de casa y alquilar un apartamento. Y fue muy bonita la alegría compartida”.
También le toca un premio de lotería a Roi, el protagonista de Cuestión de suerte, su primera novela, que acaba de ver publicada. Sí, el rockero cántabro —cuyo nombre real es Raúl Gutiérrez Andérez y nació en Reinosa hace 45 años—, también escribe. En 2021 lanzó Vértigos y norias, un volumen de poemas y aforismos, y ahora se pone a prueba en el terreno de la ficción con esta historia de un apasionado de la música que trabaja en una discográfica, atraviesa una crisis personal y es premiado en un sorteo con una cantidad exorbitada de millones de euros (que el autor no precisa, pero que parece suficiente para solucionar la existencia a cualquiera).
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“Me he vuelto a ver como cuando empecé a escribir canciones —dice—, algo que al principio es nuevo pero que luego se convierte en un lenguaje habitual. Hace años que encuentro placer en la escritura sin música. La novela empezó como un juego, algo que me apetecía hacer, sin pretensión de acabarla ni de publicarla”. Cuando tenía un boceto de cinco capítulos, se los mostró a dos personas: a su pareja, María, y al editor de Vértigos y norias. “María es mi crítica más dura. Puede hundirte la noche. Es implacable, pero la mejor persona con la que puedes estar, porque no tiene compasión. Conozco casos de músicos a los que siempre halagan, pero el halago relaja y relajarme no es un lujo que me pueda permitir. Me dijo: ‘Me he enamorado de Roi, quiero saber más”. El editor también le animó a seguir y Rulo se propuso terminarla.
"Todo lo que no he hecho me excita"
No tienen los músicos mucho tiempo libre para escribir cuando están componiendo, grabando o de gira. Rulo lo sacó. “En esas horas en que habitualmente me dedico a leer, me puse a escribir. Y si no escribía, estaba pensando en la historia”, dice. Encontró desconocido placer en la tarea. “Todo lo que no he hecho me excita. Me gusta meterme en berenjenales, pero también tengo sentido del ridículo: no quiero hacer nada que me saque los colores. Si dentro de cinco años leo esta novela y siento que no tiene un mínimo de calidad y es una mierda, me arrepentiré. Quiero hacer cosas desde la dignidad. Si le gusta a la gente es otra cosa”.
Cuestión de suerte es una novela, pero contiene considerables dosis de realidad. Algunos aspectos y pensamientos de Rulo están presentes en el personaje principal. “Hay muchas cosas de mí en el protagonista —concede—, y para mí era más fácil que viviera en el mundo de la música, que es el que conozco. Un Roi astronauta me habría obligado a documentarme mucho. Cada profesión es un universo. No sabría decir un porcentaje de cuánto hay de mí, pero es mucho. Cuando hablo de su primera experiencia sexual, no fue como la mía, pero cuando cuento que tuvo dos accidentes de tráfico, los tuve yo. El local de ensayo que describo con una pared llena de posters, era el que tenía yo en Reinosa con 16 años”.
Otro factor importante que ha marcado el tono del libro es la perspectiva vital que hoy Rulo tiene desde su madurez. Sobre todo en un tipo que ha disfrutado de una juventud muy loca. “Cuando tienes 20 años te crees inmortal”, indica. “Yo me he metido en coches con un conductor que iba borracho. Siempre he sido muy precoz: compuse mi primera canción con 14 años, grabé mi primer disco con 18, voy con gente más mayor…”.
Prosigue: “Hay mucho de reflexión del paso del tiempo en el libro. Con 40 años hice una fiesta de la hostia, tiré la casa por la ventana… Decía que era la mitad del jamón. Ahora también lo digo, pero si hay mucha suerte. Tuve la fortuna de estar en una banda de rock, y eso implica ser Peter Pan muchos días de tu vida. Soy padre de familia, tengo responsabilidades, pero me subo a una furgoneta y nos volvemos unos energúmenos. No pierdes la ilusión. Soy de una ciudad muy pequeña, y voy por la Gran Vía con mi moto y digo: ‘Hostia, la Gran Vía’. Soy un flipado de la vida, no pierdo la capacidad de fascinarme. Desde fuera creo que soy un tipo con suerte”.
Sin abandonar la música
Cuestión de suerte llega a las librerías casi al mismo tiempo que el último disco de Rulo y La Contrabanda, la grabación en directo Una noche en el Botánico. Para su siguiente álbum de estudio habrá que esperar, ya que, como explica, a medida que avanza en la música le cuesta más no repetirse a la hora de escribir canciones. “Tengo un contrato de un disco cada dos años, y sé que no lo cumplo. Grupos nuevos como Arde Bogotá tienen el disco duro vacío, pero yo llevo once trabajos de estudio siendo el compositor único. A veces me pongo a componer y pienso: ‘Esto ya lo he cantado’. Escribir libros me lleva menos tiempo, porque soy virgen. Cada vez me cuesta más conseguir una colección de diez canciones. Tengo que hacer unas treinta para encontrarlas”.
Lo que está a punto de convertirse en realidad es la gira que él y su banda llevarán a cabo por teatros y auditorios de toda España, y a la que ha llamado Cercanías y medias distancias. Una iniciativa muy ambiciosa. “Vamos a recrear una estación”, describe. “Estamos haciendo un vagón de diez metros, que debe desmontarse y desmontarse para cada actuación, y son solo 24 auditorios. El montaje tiene un guion, un vestuario, escenografía… El nuevo espectáculo tiene cosas de musical y de obra de teatro, pero lo importante son las canciones, y tocamos con toda la banda. Cuesta más de diez mil pavos la escenografía”.
Han cambiado las tornas con respecto a sus inicios en el rock, cuando los dueños de los teatros le negaban los recintos por temor a que los fans los destrozaran. “Al principio no nos cogían: ¡una banda de rock! Después de que fuera un éxito, ya nos dejaban alquilarlo. El público le dio el sí a ese formato”.