Cristina Oñoro, sobre las pioneras de la educación en España: "Recuperar sus vidas enriquece la nuestra"

La escritora Cristina Oñoro recrea la emocionante aventura de Alice Gulick, misionera protestante que creó el Instituto Internacional
En Madrid, las americanas de esta institución tejieron vínculos con las profesoras y estudiantes de la Residencia de Señoritas y compartieron, además de fuerzas, un bonito jardín
Para construir su relato, la autora ha seguido la huella de varias generaciones de feministas que trabajaron por la educación y, por tanto, por la paz
Decía el astrónomo Carl Sagan que en algún sitio algo increíble espera ser descubierto. A Cristina Oñoro, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, le llegó una mañana de primavera de 2021, cuando, escribiendo 'Las que faltaban', visitó el archivo de la Residencia de Señoritas. Entre cartas y legajos, le estaba esperando el germen del libro que hoy nos presenta, 'En el jardín de las americanas' (Penguin Libros), la historia de dos instituciones decisivas en la educación femenina en España: el Instituto Internacional, fundado por Alice Gulick a finales del siglo XIX, y la Residencia de Señoritas, dirigida por María de Maeztu entre 1915 y 1936.
Oñoro recrea literariamente los vínculos de amistad y el intercambio cultural entre profesoras y estudiantes de estos dos centros, pioneros en el acceso de las mujeres a la universidad, la reivindicación del derecho al voto y otros muchos avances. Durante décadas, americanas y españolas intercambiaron cartas, unieron fuerzas para luchar por la educación femenina y compartieron proyectos, edificios y un bonito jardín.
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Para contar la historia, Oñoro ha viajado por España, Estados Unidos e Inglaterra siguiendo la huella de varias generaciones de feministas como Emily Dickinson, Virginia Woolf, la pintora Mary Cassat y, por supuesto, Alice Gulick. La obra arranca con el hallazgo, en los primeros años ochenta, de un archivo en un edificio de la calle Fortuny, antigua sede de la Residencia de Estudiantes. Cartas, telegramas, tarjetas de felicitación navideña, registros de las horas de entrada y salida de las alumnas, fotografías, expedientes… hasta casi 30.000 documentos anteriores a la Guerra Civil, milagrosamente salvados durante la dictadura franquista.
También se habían conservado intactas las cartas llegadas a la Residencia con sellos de lejanas universidades de directoras y secretarias de asociaciones feministas internacionales. ¿Cómo pudo el archivo librarse de un bombardeo durante la Guerra Civil y de la censura franquista? Su existencia significaba que este pasado debía reconstruirse, una idea que a Oñoro le resultó cada vez más sugerente.
¿Cómo descubre la figura de Alice Gulick?
Cuando estaba escribiendo mi libro anterior, 'Las que faltaban', investigué sobre la Residencia de Señoritas para escribir las semblanzas de Marie Curie y de Victoria Kent. Al visitar su archivo, conservado en lo que hoy es la Fundación Ortega-Marañón, descubrí la relación que había existido entre esta institución pionera para la educación femenina y el Instituto Internacional para Niñas en España, fundado por la misionera feminista estadounidense Alice Gulick (1847-1903). Desde el primer momento me pareció que la historia de amistad entre ambas instituciones, con muchos elementos novelescos, merecía contarse en un nuevo libro.
¿Fue fácil acceder a esos viejos archivos?
Para escribir el libro tuve que investigar en los archivos de la Residencia de Señoritas, pero también en los de la Universidad de Harvard y en los de las universidades femeninas estadounidenses como Smith College y Holyoke College, así como en los de Girton, en Cambridge, entre otros. Para ello, conté con la financiación de una beca Leonardo de creación literaria de la Fundación BBVA, sin cuyo apoyo no hubiera podido viajar a estos países. Como no soy historiadora, era mi primera vez trabajando en archivos, lo que resultó ser una experiencia apasionante y muy literaria.
El sueño de Gulick era crear un centro donde las mujeres fueran estimuladas intelectualmente
¿Qué anima a Alice Gulick a fundar el Instituto Internacional en España y qué implicó para la educación femenina de la época?
Alice Gulick procedía de un entorno de Nueva Inglaterra en el que se favorecía la educación femenina superior. Había estudiado en Holyoke, un centro pionero en Estados Unidos, conocido por ofrecer una formación académica de calidad a las mujeres. Se trata del mismo centro en el que también estudió durante algún tiempo la poeta Emily Dickinson. Gulick tenía fuertes lazos de amistad con otras feministas de su época, como Katharine Lee Bates o Alice E. Freeman, quienes eran profesoras en universidades que estaban abriendo sus puertas en los mismos años que ella llegó a España, como Wellesley. El sueño de Gulick era crear en nuestro país un college femenino como los que ella había conocido. Un centro con métodos modernos de enseñanza y donde las mujeres fueran estimuladas intelectualmente. Se trata del mismo sueño que décadas después tendría María de Maeztu al ponerse al frente de la Residencia de Señoritas, inaugurada en 1915.

¿Cómo fue recibida en España?
Alice Gulick no llegó originalmente a Madrid, sino a Santander, donde ella y su marido establecieron una misión protestante. Abrieron distintas escuelas, trataron de fomentar la oración y en las ferias vendían la Biblia. En un primer momento, la educación de las niñas solo fue una más de las tareas en las que se volcaron. Pero, poco a poco, fue ganando protagonismo. Había niñas que deseaban estudiar internas con ellos, dado que de otro modo no podían recibir ningún tipo de educación. Más adelante trasladaron el Colegio a San Sebastián y finalmente, ya con el nombre de Instituto Internacional, se establecieron en Madrid en 1903. El lugar en el que más persecuciones recibieron por las hostilidades religiosas fue en Santander, donde apedreaban su capilla y perseguían a sus profesoras.
En Santander apedreaban su capilla y perseguían a sus profesoras
En San Sebastián tuvieron más suerte, granjeándose las simpatías de familias liberales y pudientes, aunque cuando estalló la guerra hispano-estadounidense en 1898 tuvieron que trasladarse de improviso a Biarritz, donde permanecieron algún tiempo. En Madrid culminó el éxito de su misión, pues a raíz de establecerse en la capital comenzó su colaboración estrecha con los intelectuales del entorno de la Institución Libre de Enseñanza. Fue entonces cuando su destino se cruzó con el de los grandes renovadores educativos españoles. Pero Alice no llegó a verlo, pues murió en Londres en 1903.
¿Cómo influyó en ella su matrimonio con un misionero protestante?
Los Gulick son una de las familias de misioneros más importantes de la historia de Estados Unidos. William Gulick, el marido de Alice, tenía muchos hermanos, y todos ellos se dedicaron a las misiones extranjeras en países como Japón o Hawái. Su padre, es decir el suegro de Alice, fue de hecho uno de los primeros misioneros que llegó a Hawái en las primeras décadas del siglo XIX. Así que la influencia que tuvo su familia política sobre Alice fue enorme. En Holyoke, donde ella había estudiado, el feminismo no estaba reñido con la vocación religiosa, sino que ambas se animaban. Así que entre las estudiantes de esta institución era habitual que acabaran casadas con misioneros y enviadas al exterior. Para aquellas mujeres, ejercer de misioneras en países extranjeros les permitió vivir muchas experiencias que eran impensables para otras mujeres de su época, como viajar, trabajar en hospitales o ponerse al frente de una escuela.
Ejercer de misioneras en países extranjeros les permitió vivir experiencias impensables para otras mujeres
¿Qué relación tuvo con otras mujeres decisivas?
Alice Gulick no conoció a María de Maeztu, pues pertenece a una generación anterior, aunque las dos vivieron en el norte de España y trabajaron como maestras. Es posible que con Goyri tuviera contacto a través de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, donde tenían en común a Gumersindo de Azcárate, político e intelectual krausista amigo de Alice y persona muy activa en la Asociación, a la que pertenecía Goyri. En todo caso, fueron las sucesoras de Gulick en el Instituto Internacional quienes tejieron lazos de profunda amistad con las españolas. Lo que destacaría de estas amistades es su fuerte componente activista. Estaban unidas por una lucha común, el acceso de las mujeres a la universidad, que entendían en términos internacionales. Fue en esta lucha en la que se dejaron la vida.

¿Cómo conecta aquel feminismo con el actual?
Una de las razones que, como feminista, me llevaron a escribir este libro fue que deseaba rescatar esa parte de nuestra genealogía. Quería rendir homenaje a la primera generación de mujeres universitarias, las que lucharon por la educación, base de tantas cosas. También quería dar a conocer esa historia tan emocionante de amistad entre mujeres, lo que hoy llamaríamos sororidad. Cómo las mujeres de diferentes países colaboraron y se apoyaron en la lucha feminista, al igual que hoy. De esta historia también me gustaba mucho el fuerte componente internacionalista que poseía, así como la confianza que tenían estas mujeres de que trabajar por la educación era trabajar por la paz.
Su feminismo quizá nos resulta hoy extraño, pues se teñía de puritanismo y paternalismo hacia otras mujeres
El feminismo que practicaban estas mujeres quizá nos resulta hoy extraño, pues se teñía de puritanismo y en ocasiones de un fuerte paternalismo hacia otras mujeres. Sin embargo, creo que recuperar las vidas de estas mujeres enriquece nuestra historia y también la del propio feminismo, que tiene muchas líneas y tradiciones, como el gran movimiento que es.

¿Qué ha sido lo más fascinante en la elaboración del libro?
Lo más emocionante fue ir tirando de los diferentes hilos que la historia me brindaba. Abrir cajas, seguir huellas, como hubiera hecho un detective. Como decía, la historia de estas americanas tiene muchos elementos novelescos, más allá de la enorme aportación que hicieron a la educación femenina en España.
¿De qué está hecha la "habitación propia" que siempre ha reclamado?
Durante la escritura de 'En el jardín de las americanas' viajé a Cambridge, en Reino Unidos, para visitar los archivos del college en el que Virginia Woolf dictó las conferencias que más tarde inspirarían 'Un cuarto propio'. Allí leí las memorias de las primeras universitarias y reflexioné sobre lo que había significado para aquellas inglesas poseer una "habitación propia" como la que Woolf les aconsejó. Cuando era pequeña soñaba con tener un cuarto para mí sola, y en el libro rememoro algunas anécdotas de infancia sobre ello. Curiosamente, hoy recuerdo con especial nostalgia las noches de mi vida en las que dormí acompañada con mi hermano en una litera. La metáfora del cuarto propio es poderosa, como todas las imágenes espaciales. En mi caso, está lleno de libros y de silencio, tan necesarios para escribir, pero también para abrazar la calle y las conversaciones. Como sabía Woolf, la habitación y la ciudad no se oponen, sino que se complementan.