Los 200 primeros casos de Mortadelo y Filemón, juntos: "Parodian la España de los 60 que quiere comprarse un piso"
El volumen 'Los 200 primeros casos de Mortadelo y Filemón' reúne las aventuras de los célebres personajes de Ibáñez
La hija de Ibáñez, sobre el mural de '13, Rue del Percebe' que homenajea a su padre: "Sigue tan actual como hace 60 años"
“Pues bueno, voy a hacer unos detectives. Pero como hacer detectives serios ya lo hacen los ingleses muy bien, yo los haré tontos", se dijo a sí mismo Francisco Ibáñez cuando la editorial Bruguera le pidió a finales de los 50 que ideara una nueva serie para la revista 'Pulgarcito'. No sospechaba entonces que esos dos detectives torpes llamados Mortadelo y Filemón se convertirían en un fenómeno sin igual y cambiarían para siempre el mundo del tebeo en nuestro país.
Aquellos émulos de Sherlock Holmes y Watson que tenían la rara habilidad de meter la pata en todos y cada uno de los casos en los que trabajaban estaban todavía en busca de su apariencia definitiva. Mortadelo iba siempre con paraguas y un alargado bombín, mientras que Filemón casi siempre llevaba sombrero y fumaba en una gran pipa. Aún no trabajaban en la T.I.A. no eran agentes secretos y sus historias solo ocupaban una página.
Esas primeras tiras cómicas en las que Ibáñez iba forjando la identidad de las que serían sus creaciones más populares son ahora recogidas en orden cronológico -de enero de 1958 a octubre de 1961- por la actual Bruguera en un volumen especial bajo el título 'Los 200 primeros casos de Mortadelo y Filemón', con los textos de los expertos Jordi Canyissà y Antoni Guiral. Hablamos con ellos sobre la gestación e impacto de estas historietas primigenias.
¿Qué elementos visuales y narrativos caracterizan estas primeras aventuras de Mortadelo y Filemón?
Jordi Canyissà: De entrada diría que la rapidez y el dinamismo de las viñetas, que son características que acompañarán al estilo de Ibáñez durante toda su vida. Y desde el punto de vista narrativo añadiría que también una gran inteligencia para encadenar los gags, los chistes. Vale la pena destacar que el estilo de estas primeras aventuras es distinto al que conocemos de las épocas más clásicas pero resulta tremendamente divertido, ingenioso y hasta diría que moderno en la simplicidad de sus líneas.
¿Cuál era la intención original de Ibáñez cuando creó a estos personajes?
Antoni Guiral: Eso es un misterio, pero leyendo las historietas, la sensación que da es que muy al principio se trataba de una especie de parodia de Sherlock Holmes y Watson, como da a entender la forma de vestir de los personajes y su ocupación. Pero muy pronto Ibáñez se olvida de ello, e inicia una saga de características propias que conforma rápidamente las acusadas personalidades de sus dos protagonistas, que nada tendrán que ver con los personajes de Sir Arthur Conan Doyle.
¿Qué influencias son más perceptibles en el dibujo de Ibáñez en esta época?
AG: Si hablamos del periodo que va de 1958 a 1961, creo que las mayores influencias a título gráfico de Ibáñez son las de Emilio Boix y Manuel Vázquez. Ibáñez había conocido a Boix durante su estancia en Editorial Marco, e incluso había continuado algunas de sus series para la revista La Risa cuando este marchó a Venezuela. Boix era un especialista en el dibujo caricaturesco, que dotaba de una gran vivacidad a sus personajes; entre otras series, Boix creó una muy popular: Hipo, Monito y Fifí. La influencia de Vázquez es también un hecho contrastado, entre otras razones porque Ibáñez lo admiraba.
Son historias de su tiempo y eso las convierte en una crónica de la vida en España aunque vista desde el prisma del humor
¿Qué tipo de humor predominaba en esas primeras historietas?
JC: El humor de estas páginas nace principalmente de la confusión, de los equívocos y de los malentendidos. Los personajes entienden mal una conversación o una información, sospechan de quien tiene aspecto de ladrón y en realidad es un honrado ciudadano. Es una comicidad muy directa, muy fresca y efectiva. Cabe mencionar que es un humor muy absurdo o nonsense en la mayoría de las situaciones. Ibáñez dominaba este registro y es un auténtico maestro en plasmar situaciones incongruentes que nos hacen reír.
¿Cómo reflejaban estas primeras historias la España de los años 50 y 60?
JC: Son historias de su tiempo y eso las convierte en una crónica de la vida en España aunque vista desde el prisma del humor. En los textos del libro explicamos algunos detalles de la sociedad que reflejan estos primeros casos de Mortadelo y Filemón: niños que trabajan en la calle vendiendo periódicos, limpiabotas, serenos...
Estas historietas nos hablan de una sociedad que muchos lectores jóvenes descubrirán aquí y mientras que el público más adulto la recordará con un punto de emoción. Es una sociedad que ya está abandonando la hambruna de posguerra y las cartillas de racionamiento (eso lo retrató muy bien Carpanta) y que empieza a preocuparse por comprar un piso en propiedad o un coche o por disfrutar de unos días de vacaciones pagadas.
¿Tuvo que lidiar Ibáñez con la censura en estas primeras historietas?
AG: Lidiaba en el sentido de que en esa época todo lo que iba a ser publicado era revisado previamente con la Dirección General de Prensa, la Censura, vamos. Pero Ibáñez, como todos los autores del momento, tenía muy claro lo que podía o no publicar en un tebeo, entre otras razones porque desde 1955 existía una legislación muy férrea en este sentido, que explicaba lo que no podía publicarse en revistas infantiles y juveniles, como lo eran los tebeos por entonces.
De todas formas, sí tuvo, digamos, al menos dos “encontronazos” con la Censura: uno en 1958, cuando tuvo que cambiar la relación de parentesco entre el inicialmente matrimonio protagonista de La familia Trapisonda, que pasaron a ser hermanos porque no se podía ridiculizar la figura paterna, y como vivían con niños, estos pasaron a ser sus sobrinos. La otra fue hacia 1961, cuando por indicaciones de la Censura tuvo que eliminar a uno de los habitantes de 13, rúe del Percebe, el científico enloquecido que creaba monstruos, ya que los censores consideraron que “solo Dios podía crear vida”; fue entonces cuando lo sustituyó por un sastre.
En muy pocos años el dibujo cambia, se hace más flexible, como de goma, y los personajes modifican sus proporciones. También hay cambios en la indumentaria de los dos protagonistas
¿Cómo recibió el público las primeras apariciones de Mortadelo y Filemón?
AG: No tenemos constancia de ello. Pero imaginamos que los lectores expresarían sus opiniones en cartas, y estas debieron ser muy positivas hacia la serie, ya que cuando solo llevaba publicándose en Pulgarcito tres semanas, un pequeño anuncio de la editorial inserto en la revista la destacaba como una de las series más importantes. Fue a partir de 1970, gracias a una gran encuesta que Pulgarcito llevó a cabo entre sus lectores, cuando estuvo clarísimo que la primera serie favorita de los mismos, muy por encima de la segunda, era Mortadelo y Filemón.
¿De qué forma evolucionaron los personajes y las historias en estos primeros 200 casos?
JC: Hay una evolución sobre todo el estilo de dibujo de Ibáñez, esto es algo que también explicamos en el libro: en muy pocos años el dibujo cambia, se hace más flexible, como de goma, y los personajes modifican sus proporciones. También hay cambios en la indumentaria de los dos protagonistas. Al principio, Mortadelo sacaba sus disfraces de un alargado sombrero negro, como su célebre levita, y eso hacía que tardara dos viñetas en disfrazarse. Con el tiempo gana en agilidad y de transforma de una viñeta a otra, sin transiciones. Y eso hace que estos cómics sean aún más rápidos y acelerados.
¿Qué diferencia estas primeras publicaciones de las que vinieron después?
AG: Entre otras cosas, el hecho de que Mortadelo y Filemón son detectives privados y tienen su propia “agencia de información”. Todavía no son agentes secretos de la T.I.A., lo que no ocurrirá hasta 1969. Hasta entonces, eran detectives privados a los que les encargaban los casos más insospechados y distintos (como recuperar un cuadro de Velázquez, hacer de guardaespaldas de un hombre rico que marcha a Perú o encontrar al “amor de su vida” de una de las hermanas Gilda, personajes de Vázquez), o bien al enterarse por la prensa de algún atraco o huida de la cárcel, iban a por los criminales.
Por otro lado, evidentemente, el dibujo es distinto. Los personajes son perfectamente reconocibles; al principio, llevan chaqueta y sombrero, pero Ibáñez pronto los desestima.
