Cultura y entretenimiento

G-5, el grupo para pasarlo bien de Kiko Veneno y compañía: “La primera vez juntos fue en un furgón de la Guardia Civil"

G-5, de izda. a dcha.: Kiko Veneno, Ratón, Canijo, Tomasito y Muchachito Bombo Infierno.
G-5, de izda. a dcha.: Kiko Veneno, Ratón, Canijo, Tomasito y Muchachito Bombo Infierno.uppers
  • El quinteto de Kiko Veneno, Muchachito Bombo Infierno, Tomasito, El Canijo de Jerez y Diego Ratón regresa diecinueve años después.

  • “Cuando nos juntamos, componer no duele”, afirma Kiko Veneno. “Esto se ha forjado en una olla exprés”, añade Canijo.

  • “Las borderías más grandes nos las decimos entre nosotros, pero después no nos cortamos”, asegura Canijo.

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En 2006, cuando las colaboraciones entre artistas no estaban tan a la orden del día como ahora, cinco artistas de distinta procedencia —tres andaluces, dos catalanes— pero mismo pedigrí musical unieron sus talentos bajo el paraguas de un supergrupo. Eran Kiko Veneno (aquí, Stanley), Muchachito Bombo Infierno (Chapotín), Tomasito (Tomasitio), El Canijo de Jerez (Joaquín Carachapa) y Diego Ratón (Alan Brin). Los tres primeros suelen funcionar como solistas; los otros dos habían formado parte de Los Delinqüentes. Kiko Veneno, gerundense criado en Cádiz, ejercía, como pionero de la fusión del flamenco con otros sonidos, de padre musical del resto. Hoy tiene 74 años. Publicaron un disco titulado Tucaratupapi, en el que ensartaban blues y rumba en la brocheta del humor. Salieron de gira y cada uno regresó a sus respectivas tareas.

“Nos veíamos mucho en esa época. Coincidíamos en los conciertos. Fue surgiendo una amistad natural”, explica Canijo. Pero apostilla Kiko Veneno: “Digamos la verdad: la primera vez que estuvimos juntos fue en un furgón de la Guardia Civil”.

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Pasados casi veinte años, este pintoresco quinteto ha vuelto a las andadas, todos disfrazados de presidiarios y con un segundo disco que lleva por título El que quiera dormir que se compre una colchoneta. “Parece que estamos en el módulo de carpintería de la cárcel. Hemos estado diecinueve años presos”, apuntan. “Lo de esperar tanto ha sido porque teníamos ganas de ver cómo evolucionaban las caras y las barrigas de los periodistas españoles”.

La fórmula se repite, y el humor no solo atraviesa las canciones, sino que caracteriza la relación que, fuera del estudio y los escenarios, mantienen los cinco forajidos. Estar frente a ellos es como asistir a una reunión de hippies en Caños de Meca. Lo cual se traduce en respuestas que tienden a irse por los derroteros de la gracia andaluza. Y cuando a alguno se le ocurre decir algo coherente, enseguida otro lo reconduce.

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Para definir su cóctel sonoro, recurren a minuciosos porcentajes. “De flamenco, un 11,3%…”, dice Ratón. Canijo se inclina por lo anecdótico: “Una vez pasó una cosa tremenda: cuando grabamos el disco anterior salimos a celebrarlo y pasamos un tique de la cena bastante gordo a la compañía. Un señor nos trajo una guitarra y, como nunca decimos que no, empezamos a tocar y al final a la guitarra le quedaba nada más que una cuerda. Se acercó una chavala y le dice: ‘Hola, ¿me puedes acompañar con algo de folk, jazz, blues…?”. En fin, que parece que incluso ellos se toman con sorna lo de las etiquetas.

Solos o en compañía de otros

Les pregunto qué diferencias encuentran entre trabajar solos o en grupo; qué se gana y qué se pierde en cada formato. “Cuando nos juntamos, componer no duele”, afirma Kiko Veneno. Defienden su trabajo de equipo: “Si a alguien se le ocurre la palabra ‘freiduría’ —dice Ratón—, apuntamos ‘freiduría’ en un papel [de eso habla literalmente la letra de “El vino y el pescao”, de su primer disco]. Y si se moja el papel, se moja el papel. Uno dice una palabra y empieza la cosa a funcionar… Algunas veces surgen de una melodía que trae alguien. El arte es automático”.

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“Estamos hablando de subdivisión de tareas. Yo soy de intendencia”, añade Kiko Veneno. Así lo ve Canijo: “Nos juntamos y hay algo ahí que nos lo pasamos muy bien. Esto se ha forjado importantemente en una olla exprés. Y paramos la olla, cuando está en su punto álgido, para grabar. Bueno, no: paramos la grabación para comer. Hemos comido fideos con langostinos, guisos de papas con choco… Nos gusta alimentarnos: beber buen vino de jerez, comer buen jamón, buen queso, coger la guitarrita… Lo cierto es que esta música la graba otro grupo y luego nosotros salimos en directo porque tenemos un físico espectacular”.

Escriben juntos las canciones. “Las hacemos desde cero”, dice Caniño. “Hay temas más corales y otros que parten de la idea de uno. O que parece que parten de uno y no es de ese, es de otro. A veces viene Pepe Begines [No Me Pises Que Llevo Chanclas] y trae una idea: le decimos: ‘Vale, pero el 50% de los derechos para nosotros’. El rollo de que nos llevemos bien es solo una apariencia; en verdad cada uno va en su coche”. Celebrada la broma, prosigue: “Han pasado diecinueve años y este es nuestro grupo. Cada uno hace un papel, un rol, y tiene un carácter familar”.

Para Kiko Veneno, “esa es la diferencia entre un grupo y una banda: una banda la puedes formar, pero un grupo no, un grupo se crea naturalmente”. En realidad, el nuevo disco surge de la idea de revisar y ampliar el primero para subirlo a las plataformas digitales, donde no estaba. “Dijimos: ‘Vamos a poner el disco antiguo en redes y añadir dos canciones’. Pero al juntarnos, en vez de hacer dos canciones hemos hecho once”, señala Canijo.

No han huido del humor a pesar de que en estos tiempos no hay chiste sin oyente ofendido. “Hablamos de todo”, añade Canijo. “La autocensura no es una característica de este grupo. La verdad es que nos reímos mucho. Las borderías más grandes nos las decimos entre nosotros, pero después no nos cortamos”. Aunque en algún caso han optado por cambiar ligeramente una de sus letras: “Teníamos un tema que decía: ‘Mueve ese culito despacito, morena’ y ahora, en vez de ‘morena’, decimos ‘Morata’. Pero un penalty lo falla cualquiera”.

Uno de los sencillos del álbum es “La moto”. Trata del robo de una Vespa. “Se nos ocurrió que viniera Marc Márquez para que rodara el vídeo de ‘La moto’. Y el de la compañía dijo: ‘Yo es que de fútbol no entiendo’. Esa es la discográfica que tenemos”, dicen entre risas.

El que quiera dormir que se compre una colchoneta es un nuevo tratado de filosofía garrapatera, concepto que ellos abrazan con alegría. “Sigue siendo lo mismo, lo que ha cambiado es el mundo. El garrapatero es un cochino tirado en el barro”. Y quien no quiera dormir, puede verlos en directo a partir del 4 de julio, cuando empezarán la gira de presentación en Fuerteventura, la cual recalará en Barcelona el 16 de julio, en Madrid el 22 y se prolongará, de momento, hasta octubre.