Clara Grima, defensora de los algoritmos: "Es complicado salvar a un adolescente del agujero negro de Tiktok"

Clara Grima, autora de 'Con algoritmos y a lo loco' nos cuenta por qué los algoritmos no son tan malos como parece
Desarrollan algoritmos que pueden predecir catástrofes como tsunamis o inundaciones
En la era digital, los algoritmos se han convertido en los arquitectos invisibles de nuestro día a día. Sin embargo, para muchos son una suerte de entes abstractos que actúan en la sombra con intenciones oscuras. Para Clara Grima, doctora en Matemáticas y profesora titular en Matemática Aplicada en la Universidad de Sevilla, esta visión es una injusticia. Precisamente por ello decidió escribir su libro ‘Con algoritmos y a lo loco’, un esfuerzo por desmontar mitos y reivindicar el verdadero papel que estas herramientas desempeñan en nuestras vidas.
“Cada vez que escuchaba a algún periodista o famoso quejarse de los algoritmos como si fueran criminales… pensé: ‘¡Basta! ¡Dejad a los algoritmos en paz!’” afirma la autora. Y es que en ocasiones la percepción pública de los algoritmos suele ir asociada a críticas negativas, a la manipulación y a la pérdida de autonomía personal. Sin embargo, Grima sostiene que el problema no está en los algoritmos, sino en las intenciones humanas detrás de su aplicación. Es tajante al aclarar que los algoritmos son meras herramientas, "recetas matemáticas" cuya utilidad o daño depende exclusivamente del uso que las personas hagan de ellos.
Para ilustrar la importancia de estos algoritmos cotidianos, Grima destaca la Transformada Rápida de Fourier (FFT), una ecuación que resulta esencial para todo tipo de tecnologías que van desde la música en nuestros teléfonos hasta procedimientos médicos complejos como las resonancias magnéticas. Esta omnipresencia inadvertida ilustra a la perfección su mensaje: vivimos rodeados de algoritmos que nos facilitan la vida sin que apenas nos demos cuenta.
Los riesgos de los algoritmos
Pero más allá de su utilidad tecnológica, Grima incide en un fenómeno preocupante: la capacidad adictiva de algunas aplicaciones como TikTok. "Es más complicado salvar a un adolescente de ese agujero negro que absorbe toda su atención, su autoestima y su alegría", alerta. Su crítica no apunta al código informático en sí, sino al diseño deliberado y adictivo que emplean ciertas plataformas.
Esta problemática también ha sido señalada por expertos en salud mental y educación, que advierten sobre las consecuencias psicológicas de una exposición constante a contenidos fugaces y viralizados. Tanto es así que el 41% de los adolescentes en España reportan problemas de salud mental, a lo que se unen datos como que el 95% de los jóvenes entre 13 y 17 años usa redes sociales, con más de un tercio haciéndolo ‘casi constantemente’.

Asimismo, Grima cuestiona con ironía ciertas modas tecnológicas, como el famoso "algoritmo de la felicidad" promovido desde Silicon Valley, al que considera un "mito moderno" más relacionado con marketing que con ciencia verdadera. Su perspectiva crítica también alcanza al ámbito educativo, donde cuestiona métodos tradicionales como el cálculo escolar de raíces cuadradas, tachándolo de "oscuro y aburrido" y abogando por una renovación educativa que integre el pensamiento computacional desde edades tempranas. Para Grima, este enfoque podría potenciar en los estudiantes capacidades clave como la resolución lógica de problemas cotidianos e incluso la gestión emocional en situaciones de estrés o ansiedad.
El pasado y el futuro de los algoritmos
Grima también aprovecha para reivindicar el rol olvidado de las mujeres en la historia de las matemáticas y la tecnología. Ada Lovelace, Margaret Hamilton o Sophie Germain aparecen como referentes inspiradores cuyo legado sigue siendo desconocido para muchos debido a prejuicios sociales aún persistentes. Germain, particularmente, emociona a Grima por su valentía al desafiar barreras de género en su época, una lucha simbólica contra molinos reales y metafóricos que aún perduran.
Otra fascinación de Grima son los algoritmos bioinspirados, particularmente los genéticos, que considera maravillosamente improbables debido a su alto componente de aleatoriedad. Estos modelos matemáticos, que imitan comportamientos biológicos, ilustran cómo la naturaleza sigue proporcionando inspiración constante para soluciones tecnológicas avanzadas.

Sin embargo, en su defensa apasionada de los algoritmos también cabe un aviso sobre la ética en la inteligencia artificial. A medida que estas tecnologías toman decisiones cada vez más autónomas sobre aspectos críticos de la vida humana, resulta urgente un debate ético profundo. Para Grima, la tecnología no puede avanzar sola, aislada de las humanidades, la filosofía o las ciencias sociales. Es imprescindible consensuar una ética global que sirva de brújula en el nuevo territorio que estamos explorando.
En definitiva, que quizás deberíamos empezar a reconciliarnos con los algoritmos desde una visión más humana y crítica, enfatizando que su verdadero impacto reside siempre en la intención de quienes los programan y utilizan. Su propuesta es clara: comprender cómo funcionan es el primer paso para que estas herramientas digitales nos sirvan a nosotros y no al revés.

