Tina Turner y el fracaso económico de su peluca oficial

1.000 euros, pelo real y un certificado de autenticidad para una peluca oficial que ha cabreado a los fans
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Cuando entre las vitrinas de la tienda oficial de Tina Turner apareció una peluca con certificado de autenticidad por 1.000€, creada por Arthur Johns, quien era su estilista histórico, pocos podían imaginar que este artículo estaría menos de un día a la venta. Retirada tras un aluvión de críticas por su escaso parecido al look icónico de la cantante fallecida en 2023, la iniciativa ha servido para revivir una serie de preguntas, como ¿por qué Tina usaba pelucas y cuál era el vínculo emocional detrás de su cabello emblemático?
El fiasco de la peluca oficial
La infame peluca vendida en la web oficial de Tina Turner estaba fabricada con cabello humano y respaldada por Johns, pero aún así no convenció a ninguno de los fans de la artista nacida en Tennessee, y fallecida a los 83 años. Ha habido quien ha comparado el acabado de este objeto con el pelo de Little Orphan Annie, una tira cómica estadounidense, o con el pelazo (también peluca) de Olivia Newton-John en Grease.
El estilista que firmaba la peluca defendió que este objeto reproducía con máxima fidelidad el rizo característico de Turner, afirmando “que llevó ese pelo” y que “ese rizo fue muy característico de su peinado a finales de los 90 y principios de 2000”, pero los fans no le compraron tal aserción, alegando que el modelo elegido y su textura no reflejaban la energía y presencia escénica auténticas de la artista original. En menos de un día, la pieza fue retirada del catálogo.
Un medio anglosajón resaltó que, aunque la peluca se vendía como “Strictly Tina” y estaba acompañada de un certificado de autenticidad, fue retirada tras la respuesta de los fans, a pesar de ser descrita como producto “100 % Remy human hair”.
El pulso entre marketing y el legado real de la artista en esta ocasión nos revela lo fina que es la línea entre el homenaje y el abuso a la hora de reproducir el aspecto, aunque sea de manera póstuma, de una figura tan icónica. Todo esto choca además con el hecho de que la discográfica BMG posee los derechos de imagen de Tina Turner, y hasta el momento no se ha pronunciado sobre este pequeño fiasco capilar.

Tina Turner: la peluca como armadura y renacimiento
La imagen de Tina Turner es una de las más indelebles del imaginario musical del siglo XX. Pero detrás de esa estampa eléctrica, hubo una mujer que convirtió la peluca en un escudo y una declaración de poder. Lo que para otras artistas pudo haber sido simple ornamento o conveniencia logística, en Turner se convirtió en un artefacto de supervivencia estética y simbólica. Su peluca no era un disfraz: era una forma de reaparecer.
En los años 60 y 70, mientras sufría en silencio los abusos físicos, psicológicos y económicos de su entonces marido y compañero musical, Ike Turner, Tina desarrolló —casi sin saberlo— una iconografía de resistencia. Las pelucas voluminosas que lucía sobre el escenario, con ese desorden controlado que sugería rabia y libertad, ocultaban más que su pelo natural: ocultaban heridas, borraban a la mujer sumisa y daban paso a la fiera. En sus propias palabras, recogidas en entrevistas posteriores, "yo me construí desde la nada. No me puse una peluca, me puse una nueva piel".
Tras separarse de Ike a finales de los setenta, comenzó una etapa de reconstrucción personal y artística que tuvo en su cabello postizo una de sus señas más visibles. En una industria obsesionada con la juventud, la feminidad domesticada y la limpieza estética, Turner rompió todos los moldes: reapareció como una mujer negra, madura, indomable y glamorosa. La peluca se convirtió entonces en una especie de bandera: la suya solía imitar una melena desbordada, entre salvaje y divina, en una época donde el control visual de las artistas femeninas seguía pasando por la reducción, la docilidad y la obediencia capilar.

El diseño de sus pelucas fue evolucionando con el personaje. En la gira de Private Dancer (1984), aquella que la devolvió al estrellato global con hits como What’s Love Got to Do with It, su cabello era ya casi una extensión de su energía escénica. Su estilista, Claude Tarantino, ha explicado en entrevistas cómo esas piezas eran pensadas como parte del coreografiado universo de luces, sudor y movimientos rápidos. No podían ser simples pelucas: tenían que resistir la tormenta Turner. “Tenían que estar vivas, como ella”.
Pero no era solo un asunto estético. En su autobiografía My Love Story, la cantante reconoce que aquellas melenas indomables también eran una forma de distanciarse del dolor, del pasado, del canon. En una escena mediática donde las pelucas a menudo se usaban para ocultar la pérdida de cabello o para encarnar papeles, Tina subvirtió el gesto: ella no escondía su identidad, la amplificaba. Si la industria esperaba una artista domesticada, ella respondía con crestas de león. Si se le pedía feminidad contenida, ella respondía con una sexualidad rockera que no pedía permiso ni perdón.
El legado visual de Turner no puede separarse de esas pelucas. Cuando en 2024 una de ellas, usada durante su gira de 1996, se subastó por más de 25.000 euros, lo que se estaba vendiendo era en realidad un fragmento del aura. Su melena fue tan icónica como sus coreografías y tan poderosa como su voz.

