Álex (Los Flechazos) y su museo del pop: “No hay un proyecto tan romántico como este”
El músico guía personalmente a los visitantes en el Archivo Gráfico de la Era Pop, que ha montado en Santa Colomba de Somoza (León)
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Si eres de los que consideran que la década de los sesenta fue la más rica en cultura pop, existe en la provincia de León un santuario que te sorprenderá. Se llama el Archivo Gráfico de la Era Pop, forma parte de la Fundación Club 45 (que organiza charlas, presentaciones y conciertos), y detrás está un hombre, popular por su faceta de músico, que sabe bien qué se trae entre manos: Alejandro Díez Garín —también conocido como Álex Cooper—, quien desde finales de los ochenta y hasta 1996 lideró Los Flechazos, banda clave del movimiento mod nacional.
Además de exmúsico (luego aclararemos el porqué del “ex”), Álex Cooper ha sido siempre furibundo coleccionista de parafernalia pop. “Colecciono desde los 18 años”, explica. “Al principio solo discos y revistas musicales, ya que elaboraba un fanzine. Mi colección es la de un tío que no es mitómano, que no busca las gafas de Elton John ni la chaqueta de Elvis Presley, sino que busca aprender, y que ha acabado con un material ingente de cosas de todo el mundo que le ayuda a entender una época que no ha vivido”.
Como miembro de una generación —tiene 58 años— que se hizo mayor atesorando objetos con algún significado especial, gran parte de los beneficios obtenidos a lo largo de los años con la música los ha destinado a adquirir variada memorabilia pop. “El coleccionismo ha sido mi pasión”, dice. “En lugar de coleccionar guitarras para tocar, gastaba en fotografías originales y cosas así. Una pieza te lleva a otra, lo que es apasionante. Pienso que el coleccionismo forma parte del adn del ser humano. De pequeños coleccionábamos cromos, chapas de refrescos… Por eso el museo resulta muy cercano a cualquier persona, esté o no interesada en el pop de los sesenta. La propuesta es intergeneracional”.
Cualquiera que pise sus amplias instalaciones, en Santa Colomba de Somoza, se sorprenderá con lo abultado de la colección. Aunque Álex enfoca el proyecto como algo más: “Es una vacuna contra la intolerancia. Te sumerges en una época que no es la tuya y te das cuenta de que el mundo no siempre ha sido como lo has conocido, que antes había otra manera de entender las cosas, que una señora de 80 años fue moderna antes que tú. Eso te prepara para saber que el mundo va a seguir evolucionando y debes evolucionar con él. Hay gente que viene y dice: ‘¡Esto sí que era música, y no el reggaetón!’. Otros, en cambio, comentan: ‘Qué diferente era el mundo en los años cuarenta del de los años sesenta…’. Eso es bueno para los chavales y para la gente mayor. Es un punto de encuentro de intercambio de experiencias. Nos dedicamos a hablar con la gente y provocamos la conversación utilizando como excusa el material de la colección”.
“Lo llamamos también el refugio del pop —añade—, para gente que vivió una explosión artística que con los años se ha ido diluyendo. El mundo ha cambiado, pero muchos hemos seguido en el mismo sitio”.
No menos llamativo para el visitante es encontrarse con que el propio Álex ejerce de guía en el museo, explicando con pasión el origen de las piezas. “Llama la atención —reconoce—, pero me resultaría muy raro no estar. Me lo paso muy bien. Para mí es una golosina. Para un coleccionista no hay nada mejor que compartir su colección con la gente. Ese afán de compartir ya estaba en Los Flechazos. Esto es una extensión de lo mismo. También, como he dejado el mundo de la música y estaba acostumbrado a recibir una retroalimentación constante, echaba en falta el contacto con la gente y ahora lo he recuperado, y me encanta”.
Pese a contar con el apoyo de instituciones públicas, todo lo que se expone en el museo lo ha comprado Álex a lo largo del tiempo. “Es mi colección privada”, subraya. “Solo tres o cuatro piezas me ha donado algún amigo. Es mi punto de vista sobre los años sesenta. Es cierto que es una colección muy sólida y completa, que aporta una imagen global, porque hay material de todo el mundo. Reconozco que una vez que decido que voy a montar el museo y pasan cuatro años hasta que esto echa a andar, lo he comprado porque venía bien para alguna vitrina. Han sido unos años un poco de locura. Ha habido meses que decidía si comía o compraba un póster; y compraba el póster”.
“Es un antimuseo, en el sentido de que ninguna pieza es única. Son piezas fabricadas en serie, lo que demuestra su éxito. Ninguna es especial porque no va a verse en otro sitio. No hay una ‘Gioconda”, aclara. Por ese carácter personal, algunas piezas tienen un alto valor sentimental para su dueño: “Un EP español de The Remains, grupo de Boston que fue telonero de The Beatles en Estados Unidos; un cartel precioso de una banda inglesa que se fue a vivir a Italia y que se llamaba The Primitives, y que recrea la temática de Mary Poppins (en ese grupo militaba el futuro batería de Dire Straits); y esa primera foto que da inicio a mi colección: de un grupo inglés llamado The Game, del que Los Flechazos hicimos una versión; cuando pude decírselo, se ilusionaron tanto que me regalaron una foto de los años sesenta; única, porque años después me pidieron una copia para incluirla un recopilatorio”.
Mod alicantino, leonés de adopción
Nacido en Alicante en 1967, a los 14 años se reubicó en León con su familia, obligada a mudarse por un cambio de destino de su padre, funcionario. Fue en la capital leonesa donde el joven Álex se dio de bruces con la cultura del pop y, más concretamente, con el movimiento mod, que reivindicaba lo moderno, la música de calidad (en particular, el soul) y la elegancia a través de prendas de vestir como las parcas, las corbatitas y accesorios rodantes como las Vespas o Lambrettas.
“A principios y mediados de los años sesenta los jóvenes dominaban la escena cultural”, dice. “Por determinados motivos históricos y económicos, la gente joven, en vez de dar la espalda a la sociedad se apoyó en ella para tener éxito, para encontrar su paraíso adolescente. Ese momento de optimismo se canaliza a través de los mods, de lo moderno, de lo que aparece en Londres. The Rolling Stones, The Beatles… tienen nexos enormes con los mods. Representaba un culto juvenil que aparece en Londres y que pretendía dejar atrás una época gris a través de la música y el estilo”.
Su fascinación por el pop de los sesenta no le hace pensar que ha nacido en la época equivocada: “No, soy mod, pero me siento muy punk. Soy de no conocer las normas cuando me meto en una aventura de estas, y cuando conozco la normativa, decido si voy a seguirla o no. Los años sesenta no los tengo tan idealizados. Me interesa su optimismo ingenuo. Pero también los años setenta y los cincuenta del rock and roll. Me interesa toda la cultura popular, porque es como un tsunami que empieza en una época que a mí se me pierde. No habría sido feliz viviendo en los años sesenta. Vivo mi momento”.
Tras media docena de discos con Los Flechazos y otros tantos con su siguiente grupo, Cooper, Álex ha decidido descolgarse la guitarra. “Me he retirado de la música”, zanja. “Me parece tan natural… No soy una folclórica, ni quiero morirme encima de un escenario. En cualquier faceta creativa somos limitados, y pienso que ya he dado todo lo que podía dar. No quiero repetirme y, por otra parte, he dejado un corpus de obra suficiente para que la gente lo descubra. Aunque aquí toco la guitarra algunas veces…”.
Ese “aquí”, la fundación y el museo, ocupa ahora su día a día laboral. “¡Esto es un curro que te mueres! Paso ocho horas al día recibiendo a la gente, haciendo la programación, organizando presentaciones de libros… Tengo un juguete en mis manos; me lo estoy pasando bomba”, dice.
Residente en León desde adolescente, planea ahora trasladarse a Santa Colomba de Somoza, el pequeño municipio que, no por azar, acoge el museo: “Entendí que, por una parte, el beat es cultura tradicional leonesa… Llevamos en esta provincia sesenta años escuchando a The Who, The Kinks… Es la tierra de Los Cardiacos, de Los Flechazos, del festival Purple Weekend… Por otra parte, cuando llegué a León decidí que de allí no me movía. A la hora de montar el museo tenía sentido hacerlo allí, pero no tenía pueblo. Escogí un lugar ignoto, pero que tiene unas características muy especiales: el entorno, la historia, la gastronomía y la cercanía del Camino de Santiago y de Astorga”.
Como reconoce, “estamos en un lugar que ni siquiera es España vaciada: el término que utilizan los expertos es ‘desierto demográfico’, por su escasa densidad de población. Pero no hay otro proyecto tan romántico como este”.
