Ana Ortiz, grafóloga forense: "Las letras perfectas son señal de que algo está encubierto"
Ana Ortiz, grafóloga forense: "el cerebro es el que escribe, y no la mano"
Ana Ortiz de Obregón, Grafóloga forense, sobre tus rasgos de personalidad al escribir: "Cada letra nos delata"
En un mundo que premia la adaptación y la velocidad, Ana Ortiz de Obregón propone algo radical: parar, observar nuestra letra y escucharnos a través de ella. Grafóloga forense y especialista en grafología diagnóstica, patológica y terapéutica por la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, Ortiz acaba de publicar 'El código de la escritura' (LID Editorial), una obra que fusiona grafología y neurociencia para ofrecernos un mapa de personalidad único e irrepetible.
Frente a la creencia de que la escritura es solo una destreza técnica, la autora reivindica su dimensión profunda: una cadena de gestos espontáneos que reflejan cómo pensamos, sentimos y actuamos. De esta manera, analiza la letra de figuras como Rafa Nadal, Frida Kahlo, Marta Ortega o Gabriel García Márquez, y demuestra cómo en cada trazo se esconden fortalezas, bloqueos, estilos de liderazgo, habilidades sociales y emocionales, e incluso señales de ansiedad o resiliencia.
Cuando conoces a alguien y ves su letra por primera vez... ¿en qué hay que fijarse sí o sí?
La idea de que haya uno o varios rasgos “imprescindibles” que delaten a una persona no encaja con la grafología científica. La escritura refleja el conjunto de nuestra personalidad y, por tanto, lo importante no es fijarse en un gesto aislado, sino en la interacción entre todos los elementos gráficos. En unos casos lo más relevante puede ser la rigidez, en otros la dulzura, en otros la impulsividad… dependerá de lo que queramos observar.
Al igual que cuando conocemos a alguien no nos guiamos por un solo rasgo físico o actitud, sino por el conjunto de impresiones que transmite, en grafología ocurre lo mismo: cada trazo (el tamaño, la presión, la velocidad, la forma, el ritmo, la dirección…) solo tiene sentido en relación con los demás. Y dependiendo del contexto, una selección de personal, una intervención educativa, una consulta privada, puede interesar más observar unas áreas que otras: cómo se gestiona la emoción, cómo se organiza el pensamiento, cómo se vincula con los demás, etc.
En definitiva, más que buscar un “dónde hay que mirar sí o sí”, la clave está en aprender a leer el conjunto. Porque cada escritura es un retrato único. No hay fórmulas mágicas. Lo que hay es estructura, método y una mirada entrenada para interpretar ese lenguaje proyectivo con precisión y rigor.
¿Qué tipo de letra suele delatar inseguridad o necesidad de aprobación?
Como señalaba anteriormente, hay que tener siempre presente que, en un análisis grafológico, lo importante no es el gesto aislado, sino cómo interactúa cada trazo con el resto, aunque, lógicamente, cada trazo tiene, de entrada, su propio significado, que se potencia o pierde fuerza en función del resto. Como cuando observamos una cara y decimos ‘qué guapo es’, lo decimos porque tiene un conjunto armonioso con todos los rasgos y no solo uno. Pero, para empezar, diremos que, para interpretar bien una escritura, siempre hay que tener en cuenta la edad, la formación y el contexto de quien escribe. Un mismo rasgo no significa lo mismo en una persona joven con formación escritural que en alguien mayor, también con hábito de escribir, o sin él.
para interpretar bien una escritura, siempre hay que tener en cuenta la edad, la formación y el contexto de quien escribe
Así, por ejemplo, en una persona joven, la inseguridad puede reflejarse en temblores, tachones frecuentes o en una ocupación deficiente del espacio escritural. Sin embargo, en una persona mayor, los temblores pueden ser perfectamente normales, puede simplemente temblarle el pulso, y aun así ocupar bien el papel al escribir. En ese caso, podríamos fijarnos en otros indicios, como una diferencia muy marcada entre un texto pequeño y una firma grande y muy adornada, pongamos por caso.
¿Puede la escritura revelar rasgos como la impulsividad, la impaciencia, la necesidad de novedad emocional, las dificultades para comprometerse o incluso la infidelidad? ¿Podríamos ver, incluso, si alguien tiene dificultad para comprometerse?
Sí, rotundamente. Todos esos rasgos, como todos los que forman parte de nuestra manera de ser o actuar, pueden reflejarse en la escritura. Todos es todos, en cualquier ámbito de la vida.
Ahora bien, insisto: una flor no hace verano. Si decimos “Pepe tiene los ojos azules”, no por eso deducimos que es guapo. Incluso si los ojos son bonitos, deben armonizar con el resto de la cara. Con la escritura pasa lo mismo. Cada rasgo tiene una carga interpretativa, pero por sí solo no dice mucho. Eso sí, puede ser un buen indicio.
Por ejemplo: en la escritura occidental avanzamos de izquierda a derecha, del yo hacia el tú. Así que una letra muy inclinada hacia la derecha puede hablarnos de alguien que se lanza con decisión hacia los demás. Pero si esa inclinación se combina con precipitación, mala organización del espacio o falta de cohesión entre letras, puede apuntar a cierta ansiedad, urgencia emocional o necesidad constante de estímulos. Si en cambio se combina con una buena presión, puede hablar de alguien que se dirige a sus objetivos con firmeza. Son solo ejemplos.
Lo mismo ocurre cuando hablamos de compromiso afectivo, o incluso de infidelidad: no basta con fijarse en un único trazo. Hay que observar cómo se relaciona con el resto. Unos óvalos abiertos a la derecha, que en principio indican apertura, pueden sugerir dificultad para establecer límites o mantener vínculos estables… o simplemente una tendencia a la extroversión o a la indiscreción. Todo depende del conjunto.
Tampoco podemos perder de vista el origen de esas dificultades: inseguridad, miedo al rechazo, deseo de control, necesidad de validación o falta de empatía. La escritura puede darnos pistas, pero solo cuando se analiza de forma rigurosa y estructurada. Si no, corremos el riesgo de caer en lecturas simplistas y peligrosas, como pensar que un óvalo abierto equivale a una infidelidad, cuando la realidad es mucho más compleja.
¿La forma en que alguien firma puede decir más de su ego que mil selfies?
Sí, absolutamente. La firma: el reflejo de tu ‘yo’ íntimo. La firma es tu pedestal, desde donde proyectas lo más introspectivo de ti. Es tu marca, tu huella, la que te distingue de los demás, tanto en lo legal como en lo personal. Es un símbolo cargado de valor emocional, donde se condensan las experiencias, valores y significados que te acompañan desde siempre.
Piensa, además, que la firma es la palabra que más veces escribes en tu vida, con la inicial de tu nombre que es la letra que más carga emocional tiene para ti. Se transforma contigo a lo largo de los años, porque así lo hace tu cerebro que es el que escribe, que evoluciona y cambia, pero siempre permanece único e intransferible, tal como tus pensamientos.
¿Por qué afirma que nuestra letra es una viñeta de cómic de nuestra personalidad?
Porque cada letra que escribimos es un gesto que delata lo que el cerebro está pensando, sintiendo o razonando. Igual que nos delata nuestra forma de andar, de mirar o de actuar, también lo hace nuestra escritura.
La letra es una secuencia de movimientos espontáneos que se vuelven más auténticos cuanto más centrados estamos en lo que queremos decir. A medida que dejamos de pensar en cómo escribimos y nos entregamos al contenido, aparece nuestro 'yo' real: más sincero, más natural y más inconsciente. Como en la vida, donde mostramos quiénes somos al dejar de controlar cada gesto.
Cuando dejamos de pensar en cómo escribimos y nos entregamos al contenido, aparece nuestro 'yo' real
¿Qué diferencia hay entre letra bonita y letra sincera? ¿Por qué dice que hay que desconfiar de las letras perfectas?
En el ámbito de la Grafología, el concepto de belleza tiene un significado muy distinto al que solemos asociar con personas, objetos o paisajes. Aquí, el verdadero valor de una escritura radica en su armonía interna, en cómo refleja el desarrollo, la acción y la proyección vital de la persona que la produce. Con sus defectos y virtudes, tal como somos las personas, en nuestra complejidad y autenticidad. Por eso siempre digo que desconfíes de las letras bonitas. Cuando una escritura se mantiene inalterable, rígida, o cuando la forma destaca sobre el fondo con adornos innecesarios, bucles excesivos o trazos que parecen demasiado perfectos, es señal de que algo está encubierto. ¿Es posible que siempre seamos tan impecables y pulcros?
¿Cómo se relaciona la grafología con la neurociencia? ¿Realmente escribimos con el cerebro más que con la mano?
Muy sencillo. El médico y psicólogo suizo Max Pulver, una de las grandes personalidades de la Grafología Moderna, creador de la Escuela Simbólica, descubrió que nuestra escritura no es un producto de la mano, sino de determinadas partes de la corteza cerebral, de donde salen los impulsos motores para mover el útil con el que escribimos.
En concreto, dijo que "Una serie de movimientos esquemáticos de los dedos y la mano constituyen la exteriorización de la función gráfica. No hemos de creer que la escritura es un producto de la mano, sino de determinadas partes de la corteza cerebral, de donde salen los impulsos motores para mover la pluma. Cuando escribimos, dibujamos nuestro autorretrato sobre el papel. Del consciente al inconsciente. Inteligencia, voluntad y sentimiento, entrelazadas y en constante movimiento”.
¿Qué le diría a quienes piensan que la grafología es "cosa de pseudociencias"?
Les diría que ese tipo de razonamientos suelen partir de un profundo desconocimiento. La grafología es una disciplina transdisciplinaria que integra conocimientos de la neurociencia, la psicología y las técnicas proyectivas.
Los neurólogos franceses Georges Serratrice y Michel Habib, miembros de la Académie Nationale de Médecine, afirman en su tratado Escritura y cerebro: mecanismos neurofisiológicos que “escribir es, en definitiva, la ejecución individual que materializa la personalidad singular, manifestando de manera inequívoca los aspectos más profundos del psiquismo humano (...), algo que los grafólogos desentrañan a través del análisis del grafismo”. Como ya hemos comentado, no es la mano la que escribe: es el cerebro. Por eso la escritura es un reflejo fiel de la estructura y dinámica de nuestra personalidad.
Si la grafología fuera una pseudociencia, no tendría aplicación forense: no podría utilizarse en contextos legales ni tendría validez en un proceso judicial. No se estudiaría en medicina legal ni tendría aval académico, ni nuestro título lo firmaría el decano de la facultad de medicina, como es, por ejemplo, en mi caso, la facultad de Medicina de la UCM.
¿Cómo cambia nuestra escritura con la edad y qué revelan esos cambios, especialmente a partir de los 50, sobre nuestra evolución personal?
La clave está en nuestro cerebro y en nuestra evolución vital, más que en la edad que tengamos. Somos una mezcla única de genética y entorno. Aunque todos heredamos un patrón genético, el desarrollo de nuestras capacidades, incluida la escritura, depende también de los estímulos que recibimos a lo largo de la vida. Como decía Ramón y Cajal, “todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”.
Hoy sabemos, gracias a la neurociencia, que el cerebro tiene una capacidad asombrosa para cambiar: lo que pensamos, aprendemos o vivimos puede moldear su estructura. Esa plasticidad cerebral, la neuroplasticidad, es precisamente una de las claves que explican por qué nuestra letra también cambia con nosotros.
Es el cerebro el que escribe, y no la mano
Como es el cerebro el que escribe, y no la mano, la escritura proyecta en el papel todo lo que hemos vivido y experimentado. No es algo estático, sino un reflejo en movimiento, como nosotros. Por eso, a cualquier edad, nuestra letra muestra cómo somos en ese momento de la vida, y cómo hemos llegado a serlo.
¿En el ámbito profesional, es posible potenciar habilidades como la creatividad, la resiliencia, el liderazgo o la gestión del tiempo a través del trabajo con la escritura?
Rotundamente sí. La escritura proyecta con claridad cómo piensas, sientes, decides y te relacionas. A través del análisis de ese código proyectivo, es posible identificar tanto fortalezas como bloqueos, y desde ahí, actuar.
Una de las herramientas más eficaces en este ámbito es el Mapa de Personalidad, una metodología que he desarrollado tras años de investigación y práctica profesional. Se trata de un análisis riguroso y estructurado de la escritura que permite visualizar el perfil funcional de una persona, tanto en su vertiente vital como profesional. Es un diagnóstico profundo, pero no invasivo, que ayuda a comprender cómo alguien gestiona su energía, sus emociones, su tiempo, su liderazgo o su capacidad creativa. Su aplicación es especialmente útil para orientar decisiones, mejorar el desempeño o reenfocar trayectorias en momentos de cambio.
A partir de ese diagnóstico, es posible diseñar procesos de mejora personalizados mediante grafoterapia. Esta técnica, basada en la neuroplasticidad del cerebro, propone ejercicios de reeducación del gesto gráfico para activar o reforzar ciertos patrones mentales y emocionales. No se trata de copiar una caligrafía bonita, sino de trabajar, a través del movimiento escritural, aspectos tan concretos como la concentración, la toma de decisiones o la seguridad personal. En este sentido, la escritura no solo diagnostica, también puede transformar.
