Juan Cavestany, Guille Galván y su película sobre Madrid: “La ciudad es acogedora, abierta, mestiza y mostrenca”
‘Madrid Ext.’ es una colección de postales cinematográficas de lugares y comercios (y clientes y dueños) de barrios de clase media.
El guitarrista de Vetusta Morla ha compuesto la banda sonora: “Partí de la pregunta: ¿a qué suena Madrid?”, explica
En un mundo globalizado, en el que cada vez más las grandes ciudades se convierten en clones unas de otras, todas con sus franquicias de cafeterías guays y tiendas de ropa, al cineasta Juan Cavestany (58 años) le ha dado por reivindicar lo auténtico; aquello que, por llevar ahí toda la vida, pasa inadvertido entre nosotros y parece condenado a morir de indiferencia. El director, conocido por El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo (2004) y Gente en sitios (2013), ha elegido como campo de pruebas la ciudad donde nació, y ha estrenado en los cines Madrid Ext.
Es una película porque está rodada con cámara; pero Madrid Ext. es más bien una sucesión de postales sin apenas movimiento de lugares de Madrid (sobre todo, comercios) situados en barrios de clase media y de sus dueños, personas carismáticas con historias singulares. Es un proyecto raro, en realidad: puede interesar a madrileños y foráneos, a amantes del cine y de la fotografía, y también a los de la música. Su banda sonora, compuesta por Guille Galván, de Vetusta Morla, lejos de acompañar discretamente, es un personaje más de la película.
“Hay que tener cuidado con la palabra ‘auténtico’, que se ha convertido en un elemento de venta de cosas que son cualquier cosa menos auténticas”, matiza Cavestany. “La película es una búsqueda de un estrato intermedio de las cosas, el que está entre el superlujo y la miseria absoluta, extremos a los que parece que vamos encaminados. Ha pasado en todos los estratos, incluido el de la expresión cultural. La película mira a esa clase media poco interesante en apariencia, un poco de desecho, que no genera lo suficiente, y dices, ¿qué hacemos con esto ahora? La gente que ha visto la película ha respondido a esa llamada de atención sobre esa franja”.
Casi cuatro años se ha prolongado la filmación de Madrid Ext., y gran parte de ese tiempo lo ha llevado la elección de espacios y personas. “No fue difícil —dice el director—, porque por las limitaciones de su producción, es una película rodada con libertad. Yo iba literalmente recorriendo Madrid, conociendo sitios… Y es ahí cuando se hacen los descubrimientos inesperados. La gente que aparece es verdad que es como poco atractiva, pero eso la hace más atractiva; hay algo mágico en encontrar una personalidad potente en lo vulgar. Se hizo una selección, se buscó un carácter, como los actores de carácter…”.
En cuanto a la estética fotográfica, asegura que ha sido cuestión de hacer de la necesidad, virtud. “La película está rodada por mí —añade—, con un trípode y una cámara; no había grúas, drones… Eso le habría dado un carácter más publicitario o institucional. No me apetece competir en cuanto a medios técnicos. Por eso me he ido al enfoque fotográfico, y ahí está puesto el cuadro para que te asomes como quien se asoma a una ventana”.
El porqué de la elección de Madrid para esta especie de experimento no tiene mucho debate. “Somos de aquí y vivimos aquí. Ojalá en otras ciudades la gente se inspire a hacer algo similar”, dice Cavestany. Apunta Galván: “La peli parte de contar algo que nos pellizca y que pensamos que conocemos. Ha sido un trabajo en el que está toda nuestra experiencia en la ciudad. Si fuéramos a hacer esto a otra ciudad, probablemente nos columpiaríamos. Esto es lo que es porque parte de dos personas que han vivido y viven ahí. No es un reportaje antropológico de quien cae en una ciudad y cuenta cómo es”.
No temen que el carácter localista de la cinta provoque desdén en espectadores de otras ciudades. “Pensaba que faltaba un gran retrato de Madrid cinematográfico”, explica Cavestany. “La intención es convertir la ciudad en protagonista. Muchas de las películas y series que consumimos en plataformas son como ficciones sin patria; escenarios que podrían ser Madrid, Toronto o Luxemburgo. Esta película va a reivindicar la ciudad desde lo contrario”.
Para el músico, el filme arranca de lo local para extrapolarse a lo universal. “Venimos de presentarla en Barcelona y dudamos de si el título podía limitar la película. Pero nos dimos cuenta de que el título habla de la literalidad pura: es como la zapatería tradicional que pone en su escaparate ‘Zapatería’ o la panadería, ‘Panadería’. Algo local no tiene por qué no ser universal. La película habla de un Madrid en el siglo XXI pero plantea conflictos que suceden ahora en todas las ciudades del mundo”, dice.
En ese retrato al natural de la clase media madrileña Cavestany ha huido de los tópicos. Podría haber caído en la tentación de mostrar los bares musicales de los ochenta; sin embargo, la presencia de negocios vinculados a la música se reduce a una discoteca para personas mayores. “Lo más premeditado de la película —afirma— es escapar de tópicos por los que no quieres ir. No he querido hacer un reportaje, ni un catálogo de sitios de moda. Así, la película ha encontrado su singularidad, que nos recuerda muchas cosas pero no es ninguna en concreto. Tiene que ver con la naturaleza de Madrid, que es como un lienzo en blanco. Madrid no tiene una personalidad muy fuerte; es un sitio acogedor, muy abierto, muy mestizo en sí mismo, muy mostrenco”.
Música para un retrato de Madrid
Al poco de empezar a trabajar en el proyecto, Cavestany compartió su idea con Guille Galván, de los actualmente inactivos Vetusta Morla (“Cuando haya planes de volver, si los hay, los anunciaremos como banda. Ahora estoy en otra fase laboral que no tiene nada que ver con Vetusta”, dice). El guitarrista comprendió que en una película sin diálogos (solo se escuchan en off las voces de los tenderos), la música requería un tratamiento especial.
“Juan me llamó hace tres años y medio”, dice Galván. “Me dijo que pensaba hacer una sinfonía sobre la ciudad de Madrid, y quería tener un compañero en el proceso con quien fuera descubriendo tanto la ciudad como la peli. Me pareció una idea estupenda, un regalo: los músicos entramos en los procesos cinematográficos al final, cuando ya está todo montado, y este proyecto me ha dado la oportunidad no solo de hacer mi trabajo como músico sino también de participar en la manera de pensar la ciudad y sacar de ella músicas, sonidos y ruidos que forman parte del día a día”.
Para Cavestany, “la banda sonora no es una música puesta en la película, sino una creación paralela a la gestación de la película. Más que de adorno, tiene una función de llevar la cinta a donde debe ir, es una voz más”. Galván se ha marcado una banda sonora tan impactante como la película, y por varias razones: es, en ocasiones, bastante rítmica (algo inusual en el cine), remite al rock progresivo de los setenta y se apropia de sonidos propios de la gran ciudad, como la música del afilador.
“Una de las primeras cosas que me planteé —dice— fue: ‘¿A qué suena Madrid? ¿Qué sonidos recurrentes tiene la propia ciudad?’. Igual que la ciudad está llena de contrastes, me parecía interesante que en la música también pudieran convivir esas capas: lo mismo que escuchas las campanas de una iglesia o los vasos en un bar, también hay sitio para un cuarteto de cuerda o el sonido del afilador. Esa fue una parte de juego e investigación. Cuando haces una banda sonora, tienes en cuenta el texto. En este caso, el texto, que no existe, son el propio discurso de los personajes y las imágenes de Juan. La música debía impulsar esas imágenes, bien rítmicamente o con intensidad, o bien jugar con los silencios, para que ese ejercicio de dilatación y contracción que no deja de ser la ciudad, estuviera también latente en la peli”.
Y ¿a qué suena Madrid, según Guille Galván? “Detrás de la película está claro que hay una mirada. Lo que he intentado es algo parecido: puede que para alguien el sonido de Madrid sea su padre saliendo de casa para ir a trabajar o el del coche llegando al garaje… Esos sonidos íntimos forman parte de Madrid. He intentado hacer una recopilación de los sonidos que me parecen que son íntimos míos, que me dicen algo, pero que puedo compartir con el resto. Primero, los bares, lugares de paso de todo el mundo… Ese sonido del bar madrileño es muy característico; el sonido del afilador y el tapicero, que junto con el butanero son los tres animales mitológicos de la ciudad; y pequeñas cosas que tienen que ver con las obras, con ese runrún general que hay”.
