Alfonso Goizueta, en busca de la Troya de Homero: "Cuanto más hondo cavamos en la tierra, más profundo vamos en nuestras obsesiones"
El finalista del Premio Planeta 2023 regresa con el 'El sueño de Troya' y la historia de las excavaciones de la mítica ciudad griega
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Alfonso Goizueta (Madrid, 1999) saltó a la fama al quedar como el finalista más joven del Premio Planeta en 2023 con 'La sangre del padre'. Ahora regresa con muchas expectativas que cumplir, y para ello nos propone en 'El sueño de Troya' (Planeta) un viaje al siglo XIX en el que narra la aventura que supuso el descubrimiento de las ruinas de la mítica ciudad griega. Una fabulación basada en la historia real de las excavaciones de la ciudad descrita por Homero que el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann (1822-1890) creyó descubrir en 1871.
La de Schliemann fue una figura controvertida, pues hoy está considerado el primer arqueólogo moderno, a pesar de su limitada preparación académica y de sus cuestionables métodos a la hora de excavar. De hecho, muchas capas de la ciudad sobre la que se asentaban los orígenes de la civilización europea fueron destruidas en su intento de encontrarla, pero sus descubrimientos dieron un vuelco a la historia de la arqueología. Tal y como nos cuenta Goizueta, algo de la obsesión que dominaba a Schliemann se quedó con él a la hora de abordar la novela.
¿Cuándo y cómo nació la idea de ‘El sueño de Troya’?
Hacía tiempo que conocía la historia de Schliemann y el mito de Troya, pero fue tras el premio Planeta, con cierta ansiedad y obsesión por escribir mi siguiente novela, que volví sobre este personaje fascinante que buscaba una ciudad sin estar seguro de si ésta existiría en realidad. Nuestras obsesiones me parecieron parejas y supe que sería el tema de mi siguiente libro.
La novela se sitúa en el siglo XIX, en el contexto de las excavaciones de Hisarlik, con personajes reales como Heinrich Schliemann y Sofía. ¿Cómo te documentaste para darle verosimilitud al relato?
La documentación es un proceso importante de cualquier novela. He tenido que consultar la biografía de Schliemann, también repasar sus diarios, autobiografía, y volver sobre la Ilíada.
La excavación de Schliemann es famosa tanto por sus hallazgos – el Tesoro de Príamo- como por sus excesos y errores. ¿Cómo abordaste en la narración ese conflicto entre el impulso de descubrir y la falta de rigor científico?
Fue lo más difícil: retratar la monomanía del personaje, un personaje con más sombras que luces, movido por una ambición desmesurada y que, al contrario que Alejandro, no tenía capacidad de redimirse. Tuve que inventar el narrador testigo —Nicholas Yannikis— para poder aproximarme a Schliemann desde fuera.
Si tuvieras la oportunidad de charlar con Schliemann, ¿qué le preguntarías?
Si mereció la pena, si encontró paz consigo mismo al final de sus días.
En la novela se respira la pasión por la arqueología: polvo, ruinas, descubrimientos. ¿Qué te atrae tanto del acto de excavar —literal y simbólicamente— la historia?
Me parece que es una metáfora no solo de la literatura, sino que la colina del yacimiento representa el propio inconsciente humano, nuestra mente: cuanto más hondo cavamos en la tierra de un yacimiento, más atrás estamos retrocediendo en el tiempo (hacia estratos de ruinas más antiguas) y a la vez, de alguna manera, también estamos yendo cada vez más profundo en nuestras obsesiones y pasiones.
¿Te interesa más la arqueología como ciencia o como aventura romántica?
Como aventura romántica.
¿Por qué crees que la arqueología atraía tanto a las generaciones que ahora superan los 50 años?
Creo que interesa a todas las generaciones por igual: la arqueología es ir en busca de nuestro pasado, de nuestras raíces; y esa es una pulsión de conocimiento propia de cualquier ser humano, sin importar su edad.
La obsesión por Troya aparece como un eje central: ¿qué significa para ti ese ‘sueño de Troya’?
Es la búsqueda por el sentido de la vida, la búsqueda de la historia, el relato, el mito, que de significado a nuestros días.
¿La fascinación moderna por Troya se debe más a lo que sabemos que existió o a lo que todavía ignoramos?
A lo que todavía ignoramos. Por el mismo motivo nos atraen los mitos, los antiguos misterios: lo que ignoramos tiene un viso oscuro, legendario, que nos tienta.
