Las películas más terroríficas de la historia, según la ciencia
La investigación se basó en monitorizar a los espectadores mientras veían películas de terror
Qué pasa en el cerebro cuando vemos una peli de terror y cómo han cambiado década tras década
El cine de terror siempre ha jugado con lo irracional, lo inesperado y lo visceral. Pero ¿qué sucede cuando la ciencia entra en la sala de proyecciones para tratar de medir el miedo? Un estudio reciente denominado Science of Scare ha analizado las reacciones fisiológicas de los espectadores, como la frecuencia cardíaca y la variabilidad del ritmo cardíaco, para cuantificar qué películas provocan realmente más terror. El resultado más contundente: la película más aterradora, según estos datos, es Sinister (2012). El hecho, sin embargo, abre un debate mayor sobre qué mecanismos disparan el miedo y por qué ciertas películas sobresalen.
La investigación se basó en monitorizar a participantes mientras veían casi veinte películas de terror, midiendo su frecuencia cardíaca en latidos por minuto y la variabilidad del ritmo cardíaco (HRV), un indicador de la respuesta fisiológica al estrés. Por ejemplo, en el caso de Sinister el estudio indicó que la frecuencia cardíaca promedio subió del valor en reposo hasta 86 BPM, y los picos alcanzaron 131 BPM cuando determinadas escenas se proyectaron en la sala.
El estudio construyó un “Scare Score” combinando el aumento de pulsaciones y la caída en HRV. Sinister alcanzó una puntuación de 96 sobre 100, liderando la tabla de lo que podría definirse como “la película que más miedo causa al cuerpo”.
De este modo, la ciencia no evalúa simplemente la opinión subjetiva, sino el impacto físico del terror. Así, cintas más veneradas por la crítica o el público tradicional (como El exorcista o El resplandor) quedan fuera del podio según esta aproximación.
Qué películas dominan el top del miedo
El ranking de las más aterradoras incluye las siguientes películas:
- Sinister (2012)
- Host (2020)
- Skinamarink (2022)
- Insidious (2010)
- Expediente Warren: The Conjuring (2013)
- Hereditary (2018)
- Smile 2 (2024)
- Smile (2022)
- El exorcismo de Emily Rose (2005)
- Háblame (2022)
- Hell House LLC (2015)
- Expediente Warren: El caso Enfield (2016)
- It Follows (2014)
- The Dark and the Wicked (2020)
- The Descent (2005)
- Paranormal Activity (2007)
- Babadook (2014)
- Un lugar tranquilo 2 (2020)
La presencia de títulos relativamente recientes sugiere que los mecanismos del miedo han cambiado tratando de aterrorizar con imágenes más directas, sonidos intensos y un ritmo más agresivo. Estos factores concentran la carga emocional y generan picos fisiológicos mayores que los clásicos del horror.
¿Por qué estas películas afectan tanto?
El hallazgo más relevante del estudio no es solo qué película es más terrorífica, sino por qué lo es. Tres factores fundamentales emergen:
- Elevada activación fisiológica: el incremento de pulsaciones y la caída de HRV demuestran que el cuerpo entra en modo “alarma”.
- Construcción de tensión acumulada: las cintas del ranking utilizan silencios prolongados, sonidos disonantes y manejo de los tiempos para que el espectador se sienta vulnerable antes del susto.
- Innovación en la experiencia de terror: formatos como el found footage (Host), imagen distorsionada (Skinamarink) o terror familiar psicológico (Hereditary) concentran el impacto. El estudio de The Science of Scare sugiere que “las películas modernas dominan la parte superior del ranking” precisamente por estos elementos.
Por tanto, no es solo lo que se ve, sino cómo se ve lo que provoca que un visionado genere una reacción física.
¿Y los clásicos del terror?
Puede sorprender que filmes legendarios como El Exorcista o Psicosis no lideren este tipo de estudios. En términos de reconocimiento cultural sí lo hacen, pero desde el punto de vista fisiológico quedan rezagados. Por ejemplo, el estudio señala que "las películas clásicas se situaban más abajo del top 30". Esto no desprestigia su valor, pero confirma que el miedo contemporáneo opera con otros códigos: menos insinuación, más estímulos directos, mayor ritmo y sorpresa estructural.
En definitiva, este tipo de estudios invita a reflexionar sobre por qué vemos cine de terror. No solo buscamos sobresaltos: buscamos una arquitectura del miedo que activa nuestro sistema límbico, nuestras defensas y nuestro metabolismo. Saber que una película puede aumentar tu frecuencia cardíaca hasta 131 pulsaciones o reducir tu HRV un 21% ofrece una dimensión distinta al visionado.
Para quienes desean experimentar el terror de forma consciente, el ranking aporta recomendaciones fundamentadas. Y para quienes prefieren evitar escalofríos, puede ofrecer una razón para pasar al sofá.
