35 años de ‘Monkey Island’, la aventura gráfica que cambió el mundo de los videojuegos
Una de sus fuentes de inspiración fue la atracción de 'Piratas del Caribe' de los parques de atracciones de Disney
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Hace exactamente 35 años, cuando corría el año 1990, se lanzó 'The Secret of Monkey Island', un videojuego que no sólo parodiaba el mundo de los piratas con una historia plagada de zombis, chistes e incluso títeres con garfio, sino que redefinió los cimientos de los videojuegos de aquellos tiempos, resignificando lo que suponía ser una aventura gráfica.
Por eso, seguro que si eres de los que crecieron en los 90 con un ordenador con altavoces MIDI, disquetes y un monitor CRT, probablemente recordarás bien a un tal Guybrush Threepwood, proclamando: “Quiero ser un pirata”, mientras se enfrentaba a duelos de insultos y resolvía acertijos imposibles para acceder a la misteriosa isla de los monos.
Una mirada nostálgica a los albores del Caribe interactivo
El proyecto fue concebido por Ron Gilbert, junto a Tim Schafer y Dave Grossman, dentro de Lucasfilm Games. Gilbert quería un juego de piratas que fuera “como la atracción de Disney Piratas del Caribe, pero donde pudieras bajarte del barco” y explorar un mundo rico en humor y personajes memorables.
Entre sus momentos más inolvidables, uno de los más recordados es el del sistema de insultos‑duelo, que permitía a Guybrush pelear por la victoria mediante respuestas ingeniosas como “Peleas como un granjero”. Esa frase, y otras tantas, no eran simple fruto de la casualidad, sino que se atribuyen a la colaboración con el escritor Orson Scott Card, autor de El Juego de Ender, para que el juego no le faltara una dosis más que suficiente de contestaciones chispeantes.
Otro de sus secretos estaba en sus tripas, ya que utilizaba el motor SCUMM (ya veterano en Maniac Mansion) pero modificado para que la muerte del protagonista fuese casi imposible, liberando al jugador del estrés habitual en las aventuras de la época y favoreciendo la exploración tranquila.
Cuando hoy volvemos a la Isla Mêlée, sentimos esa mezcla de trivialidad y maravilla: el pollo de goma con polea, el vendedor de barcos usados Stan, las aguas turquesa que esconden secretos; cada detalle hablaba de un mundo que quería hacernos reír y pensar al mismo tiempo.
Repercusión, legado y cultura del juego
Aunque sus ventas en EE.UU. fueron moderadas en un principio, hasta el punto de que Gilbert comentó que se vendieron “más de 100 000 copias, bastante menos del millón” esperado, su impacto fue inmediato y profundo. En Europa, Monkey Island sí que fue un auténtico éxito y se le considera uno de los títulos que catapultaron el género “point‑and‑click” al estrellato.
Su humor, su interfaz amigable y su filosofía de diseño se convirtieron en inspiración para toda una generación de desarrolladores. Por aquellos tiempos, además, existía una enconada batalla entre Sierra y LucasArts por la supremacía en el género de las aventuras gráficas, que a la postre también elevó el nivel de toda la industria del videojuego.
Hoy, 35 años después, su herencia sigue viva: desde la aparición en 2022 de Return to Monkey Island hasta los homenajes nostálgicos en concursos de insultos “a lo Guybrush” o colecciones remasterizadas. Como bien señaló Gilbert, “el verdadero secreto de Monkey Island” fue que todo sucedía en un parque temático de piratas y que lo importante era la experiencia, no la meta.
Para quienes lo jugaron en su día, regresar a él es como abrir un álbum de fotos llena de disquetes, sonidos MIDI y risas compartidas que sabe aquellas interminables tardes de verano delante del ordenador, con tutoriales improvisados, risas constantes por los diálogos y la agradable sensación de que los videojuegos eran algo más que botones y gráficos, sino que eran aventuras que iban más allá de la pantalla.
Nostalgia que hace que aún lo juguemos
La tecnología actual nos permite hoy poder revivir aquellas sensaciones a golpe de unos pocos click. Así, una tarde cualquiera puedes volver a jugar a este clásico que se puede comprar digitalmente, para comprobar si la Isla Mêlée ha cambiado poco o mucho. La buena noticia es que su magia sigue intacta, que ese joven Guybrush que quiere ser un pirata sigue siendo igual de carismático, que el sistema de “elección de acciones” del SCUMM funciona y siguen los puzles astutos que te cabreaban tanto como te hacían reir y querer más. Y es precisamente en esa combinación de risa, ingenio y descaro donde reside su encanto eterno.
Sin lugar a dudas, volver a jugarlo sería la manera perfecta de celebrar el 35.º cumpleaños de una obra maestra de las aventuras gráficas que reinventó su género. Y vaya si lo hizo: abrió camino, generó voces, ecos y ecos de ecos en estudios independientes, recreaciones modernas e incluso en el cine, aunque fuera en guiños.
Si te lanzas a este reto, hazlo con calma, ríe cuando oigas “Me llamo Guybrush Threepwood, ¡Y quiero ser un pirata!”, saborea esas escenas inesperadas y respira hondo, porque hace 35 años unos locos con mucho ingenio pensaron que podría ser divertido jugar a ser piratas, aún siendo ya mayores de edad… Y todavía sigue siéndolo.
