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Alison Bechdel, creadora de cómic: “No hay que dejar de hacer fiestas: montar fiestas con amigos es político”

Alison Bechdel. (Getty)
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El cómic ‘Fun home’, en el que Alison Bechdel hablaba de la homosexualidad de su padre, fue una explosión mundial. Desde su publicación en 2006, su expansión no ha parado: múltiples premios, musical en Broadway, influencias en varias series LGTBI+ de generaciones posteriores -como Hearstoppers- y, sobre todo, la sensación de que lo profundamente personal podría hablar de lo universal. “El humor es lo mío, hay muchas maneras de llegar a la gente y hacer reír hablando de asuntos serios es la que yo he elegido”, explica explica por videollamada desde el ático de su casa en el campo.

Muchas cosas le han pasado desde entonces a esta ilustradora de 65 años, que vive en Vermont con su pareja, Holly Rae Taylor, incluidas las reediciones de sus viñetas cómicas, tituladas ‘Unas lesbianas de cuidado’, un referente para el colectivo. O la publicación de ‘El secreto de la fuerza sobrehumana’, en el que hablaba del paso del tiempo sobre el cuerpo. O también este último libro, ‘Consumida’, en el que su alter ego, que se llama como ella, tiene que vérselas para lidiar con el dinero en un mundo cada vez más neoliberal.

“Voy lenta”, explica, “a razón de una obra cada siete u ocho años”, pero sus libros son siempre muy esperados. Mientras, ha comenzado a dar clase de cómic en la universidad. Una nueva etapa en la que, dice, está disfrutando enormemente del regalo que es estar en contacto con la gente joven. “Saber qué sienten, qué piensan, me da esperanza porque son inteligentes y valientes, y sé que van a mantener la lucha”, explica.

¿Te pasa con ‘Fun home’ como a los cantantes con su tema estrella, que lo quieren porque les ha llevado a donde están pero están hartos de cantarlo?

Un poquito sí. Se ha hablado muchísimo de este libro durante 20 años y tengo esa sensación de que ya es pasado. Es curioso estar tan conectada con mi propia historia y, a la vez, estar tan lejos. Pero sí, sigo pensando que Fan House es un retrato justo y preciso de ese momento de mi vida y de esa mirada que yo tenía para con mi infancia. Eso es decir mucho. El mundo ha cambiado, yo también he cambiado, pero ahí queda.

¿Qué tal es trabajar con Alison en la autoficción: te vas cayendo bien o mal?

Tengo una relación muy curiosa, porque ella es yo y no lo es, a la vez. Sobre todo en este último libro, ha sido muy refrescante inventarme cosas. Ahora soy una versión exagerada de mí misma. Con un punto histriónico. Es como una catarsis. La gente sabe cosas intimísimas de mi vida y ahora lo que estoy es intentando tapar un poco las pistas, ¿sabes? Como disfrazarme.

¿Cómo han evolucionado tus personajes en 25 años?

Tengo la sensación de que han sido muy coherentes durante toda su vida, desde que empecé a escribirlos en 1980. Todos ellos han trabajado muy duro para crear como un mundo más justo. No son víctimas de nada.

¿Sufren ahora cierto desencanto con su país?

Mucha gente está en estado de shock. Es muy difícil procesar lo que está pasando. Y además tan rápido: es complicado tener perspectiva. Pero hemos estado comprometidos durante décadas y esa lucha permanece. Estos personajes son heroicos. Resucitarlos es muy satisfactorio. Ahora son mayores y están cansados, como yo, pero todos tenemos que seguir en esta lucha juntos.

¿Te sientes “old and tired”, como dice tu personaje?

Un poco sí, pero también más sabia. A eso me agarro para encontrar el lado luminoso. Al amor, a esa especie de potencia de la familia queer elegida. A medida que me he hecho mayor, mis vínculos de amistad se han debilitado, supongo que es algo típico de madurar, pero unirse es importantísimo. No hay que dejar de hacer fiestas: montar fiestas es un acto político. La gente debería quedar más con sus amigos.

Haces mucho hincapié en que la clave es unirse

La protagonista de ‘Consumida’ descubre que tiene que abandonar el ordenador y estar con sus amigos en el mundo real. Debe, simplemente, reconectar. Puede parecer un mensaje simple, pero es la respuesta a nuestros problemas. Tenemos que alejarnos de las redes sociales y sumergirnos en la realidad. Mucha gente no entiende que la vida personal tiene también una resonancia política.

No existen demasiadas representaciones de parejas de mujeres, y menos más allá de los 50

Durante bastante tiempo explicaba esa carencia de representación de mujeres lesbianas en los medios como algo propio del capitalismo: dos mujeres juntas no venden, a no ser que sea a través del sexo. Es una cuestión de puro mercado. Había una serie aquí en los Estados Unidos que se llamaba The L Word. Es una historia de lesbianas de moda en Los Ángeles, pero muy poco realista: son muy sofisticadas, lujosas, con muchas escenas de sexo. Era como: vale, puedes contar esta historia de mujeres pero si nos das algo extra picante. Y en libros, pues efectivamente hay carencia de lesbianas. Cuando yo hice las tiras cómicas de ‘Unas lesbianas de cuidado’ era precisamente por intentar mostrarnos tal y como vivimos. Nadie hubiese leído ‘Fun Home’ en los 80.

Además ahora tratas el deseo en mujeres posmenopáusicas, aún menos común

Lo trato porque me divierto dibujando sexo y además me parece una obligación política. Cuando era joven, el sexo lésbico se trataba poco más o menos como pornografía y yo quería desmitificar lo que hacen las lesbianas juntas. No sé, las lesbianas tenemos el mismo deseo sexual que cualquier otra persona y en este libro todos los personajes rondan los 60. Así que me dejé llevar por el Flow: su cuerpo, sus cicatrices, sus barrigas, sus canas… en fin, tal como somos.

¿Hay cierta sensación de avance?

Sí, hemos creado un espacio para mostrarnos como somos. Pero ahora el timing es un poco irónico, porque estamos retrocediendo. Quieren realmente callarnos, quieren encerrarnos a todos, quieren impedir que nadie hable si no es en la línea de Trump. Asusta.

¿Le da miedo?

Mi duda es, ¿tengo que hablar de mi miedo o es contraproducente si se quiere que la gente siga luchando por los derechos? Quizá es mejor hablar de esperanza para motivar a otras personas. No lo sé. Me cuesta responder a esa pregunta.

¿Cómo se puede hacer para relacionarse con personas que piensan diferente en un mundo cada vez más polarizado?

Vivo en Vermont, que es una zona bastante rural, con poblaciones pequeñas: aquí la relación entre personas es más fácil. También hay gente conservadora, pero puedes pedirle a tu vecino que te ayude a empujar el coche del barro. Ese tipo de relación cada vez es más difícil. El entendimiento común es la base. Pero la división, ese cisma entre los estados azules y rojos, la verdad es que no sé cómo va a terminar.

¿Es más difícil ser hoy una mujer abiertamente lesbiana que hace unos años?

Últimamente he pensado bastante en ello. Pensaba, ¿cómo han cambiado las cosas desde que yo salí del armario en la América de Reagan? En aquel momento era muy peligroso, pero la diferencia es que en realidad nadie nos miraba, éramos invisibles. Las historias queer han cobrado ahora muchísima visibilidad, la gente nos ha ido aceptando. Incluso más rápidamente de lo que jamás había podido anticipar como joven idealista: por ejemplo con el matrimonio gay de hace ya 10 años. Pero a la vez estamos viendo con Trump esa erosión constante, sobre todo de los derechos trans: volvemos a ser la diana.