La cláusula ‘Van Halen’ que deberías revisar en cualquier contrato que firmes
Lo que parecía una exigencia frívola típica del rock era en realidad una sofisticada herramienta de control de calidad
'1984' de Van Halen: cuando el rock apostó por los sintetizadores y conquistó las listas
Cuando se habla de innovación en el rock es imposible no mencionar a Eddie Van Halen, el músico que revolucionó la guitarra eléctrica con técnicas novedosas como el tapping, un sonido distintivo y una creatividad que redefinió el instrumento para siempre. Pero más allá de los riffs y los solos incendiarios, su banda también dejó una huella profunda en los negocios gracias a la conocida como 'cláusula Van Halen'.
Hay que recordar que en los años 80 Van Halen llevaba uno de los montajes más avanzados, pesados y complejos de su tiempo. El show dependía de estructuras metálicas gigantes, iluminación sofisticada, pirotecnia y un sistema eléctrico que exigía extrema precisión. Cualquiera que montara su espectáculo debía seguir al pie de la letra un contrato técnico de muchas páginas y decenas de especificaciones.
Y escondida entre términos sobre voltajes, cargas máximas y requerimientos de seguridad, introducían la ya mítica cláusula en la que planteaban una condición muy particular. En su camerino siempre deberían tener chocolatinas M&Ms, pero ninguna de ellas debía ser de color marrón. Lo recogían concretamente en la cláusula 126 del documento, que podía contener unas 500 en total. Incluso aparecía escrita con mayúsculas. Si no se cumplía con este requisito podían cancelar el concierto.
'La letra pequeña'
Durante años la exigencia se interpretó como una más de las excentricidades propias del circo del rock. Sin embargo, el vocalista David Lee Roth explicó después el verdadero propósito de la cláusula: se trataba de un test de cumplimiento contractual. Si al llegar al camerino no había M&M's, o las había de color marrón, significaba que nadie había leído las instrucciones detalladas del contrato, la 'letra pequeña'.
Y eso, para ellos, era una señal de alarma. Si no habían prestado atención a eso, ¿lo habrían hecho con lo realmente importante, como la resistencia del escenario o la distribución eléctrica? En otras palabras, los M&M’s no eran una manía, sino un indicador de riesgo, una sofisticada herramienta de control de calidad disfrazada de frivolidad.
Pionero en la guitarra... y en los negocios
Sin saberlo, Van Halen estaba aplicando principios que en el mundo corporativo tardarían décadas en popularizarse. Más de 50 años después, su cláusula funciona como ejemplo perfecto de lo que se conoce como un leading indicator: un pequeño elemento o dato que revela el estado de un proceso mucho mayor.
Hoy, muchas empresas utilizan su propia 'cláusula Van Halen' de manera formal o informal. Por ejemplo, algunas startups tecnológicas incluyen pequeños detalles en los briefs de diseño o desarrollo para comprobar el el proveedor los ha leído; empresas de consultoría introducen requisitos minúsculos en una RFP para evaluar la meticulosidad del cliente o socio, y departamentos de RRHH introducen instrucciones específicas en una oferta de empleo para ver quién realmente presta atención.
Lo que demuestra la 'cláusula Van Halen' es que el rock puede y debe ser ruido, energía y adrenalina… pero también ingeniería, estrategia y visión empresarial.
