Obús vuelve en un único concierto: “A los heavies de la Movida se nos parodia como macarras o navajeros”
El cuarteto que triunfó en la década de los ochenta se reúne para un único concierto en Madrid el 13 de diciembre.
Fortu, de Obús: "En los 80 los del pop tenían más nivel, y con más pasta, más vicio"
Los heavies no caben en sí de gozo: la formación original de Obús se reúne para un único concierto, el sábado 13 de diciembre en el Palacio Vistalegre de Madrid. La banda madrileña, una de las dos de la escena metalera de los ochenta que sigue en activo —la otra es Barón Rojo, pero sin su vocalista, Sherpa, ni su batería, Hermes Calabria—, no deja actualmente de recorrer el país ofreciendo conciertos, aunque solo con el cantante Fortu Sánchez y el guitarrista Paco Laguna como miembros fundadores. Ahora, y de forma puntual, ambos han convencido al bajista Juan Luis Serrano y el batería Fernándo Sánchez para desempolvar en directo temas como “Va a estallar el obús” o “Vamos muy bien”, que grabaron los cuatro y forman parte de la memoria de más de una generación.
El reencuentro es un hito, pues al contrario de lo que sucede con otros grupos españoles de rock y pop, los de heavy metal siguen un tanto denostados, perdidos en un tal vez injusto ostracismo. Porque quienes estábamos en Madrid a principios de los ochenta sabemos que las bandas de rock duro eran las que abarrotaban pabellones y campos de fútbol y estaban arropadas por una clientela tan fiel como entregada… aunque la gloria se la hayan llevado otros que tocaban en Rockola, con aforo para 700 personas.
“Los medios valoraron la movida como algo diferente —dicen—, que rompía estéticas, pero las bandas de rock éramos las que llenábamos grandes recintos y recibíamos discos de oro. Con el tiempo se nos ha querido arrinconar, como si no hubiéramos tenido esa presencia o no hubiéramos hecho nada significativo. La movida se movía en círculos de poder, a donde nosotros no podíamos acceder. Pero gente como Alaska flipaba mucho con Obús”.
Añaden: “Ahora ves cualquier película o serie basada en los ochenta y la música que aparece es la de la movida, y si sale un heavy es en clave de parodia, como un macarra, el navajero. El heavy ha quedado como algo que apenas existió. En este caso no funciona el refrán de que el tiempo pone cada cosa en su sitio”. No han curado esa herida los veteranos rockeros, que además presumen de que ellos sí eran músicos solventes.
“Cuando empezó Obús, ya teníamos una trayectoria”, explican. “Había gente de la movida que apenas sabía tocar, la gente los valoraba por otras cosas. Pero nosotros no éramos cuatro chavales de 18 años aprendiendo. Estábamos más cerca de los 30 que de los 20 y teníamos cierto nivel. Ellos tenían sus propios programas de televisión, como La edad de oro. Alucinábamos con que gente que tuviera tantas carencias tuviera esos apoyos y esa repercusión. A nosotros nos veían como más clásicos. Pero ha habido grupos de la movida que cuando aprendieron a tocar fueron buenos: Radio Futura, Los Secretos y Nacha Pop. Radio Futura es el exponente de cómo se puede evolucionar desde abajo hasta hacer algo muy interesante”.
El entusiasmo inicial que recibieron pronto se tornó en desdén, y para colmo de males se instauró la idea de que el heavy era sinónimo de violencia. “Igual era por el aspecto más agresivo —dicen—: el pelo, las chupas, el hecho de que la mayoría de la gente que consumía esta música era de barrios periféricos… Se asociaba a violencia, a drogas, cuando las drogas hicieron más daño en bandas de pop. Nosotros éramos más de cervezas. Y sin embargo nos colgaban ese sambenito. En los conciertos no solía haber altercados”.
Rivales del heavy metal
El cuarteto dejó a la posteridad varios discos imprescindibles, como Prepárate (1981), Poderoso como el trueno (1982) o El que más (1984), con Tino Casal como productor. Con el sencillo “Va a estallar el obús” llegaron a ser número uno de Los 40 Principales en enero de 1982. Surgió una intensa rivalidad con Barón Rojo, los otros titanes del heavy nacional.
“Esa rivalidad existió”, confirman. “Teníamos el mismo mánager y la misma compañía, y éramos las dos bandas más potentes. Lo que daban a una, la otra lo reclamaba. En directo cada una iba con su artillería: en un concierto que hicimos juntos en el campo de fútbol de Alcorcón, ante cerca de 20.000 personas, cada grupo tuvo su propio escenario. La rivalidad estuvo bien porque nos motivaba para superarnos”. Aun así, fuera del escenario congeniaban: Juan Luis conocía a los hermanos De Castro, de Barón Rojo, de la época en que militaban en Coz.
Las diferencias entre Obús y Barón Rojo son evidentes: “Nosotros éramos una banda más de directo, más macarra, en el buen sentido de la palabra, y con una estética más similar a la de las bandas británicas. El mensaje de las letras era distinto: las nuestras eran muy directas, muy del barrio, sobre las cosas que veíamos. No eran más intrascendentes: hablaban del rollo cotidiano de la calle, lo que nos hizo conectar con ese tipo de gente, que pensaba: ‘Son de los nuestros”.
Pero en los noventa, el cambio de gustos del público y el desprecio de los medios generó tensiones internas que terminaron por deshacer la banda. “Había opiniones distintas y llega un momento en que se decide no continuar. Pero de esa época ya no nos interesa nada. Lo que impera son las ganas y la ilusión de estar los cuatro juntos de nuevo”, dicen. Volvieron a juntarse en 1996, pero en 2008 ya solo quedaban el inefable Fortu y Paco Laguna de los originales.
La actual demanda por grupos españoles de los ochenta ha dejado fuera a los de heavy metal, mientras que los internacionales del mismo género reverdecen viejos laureles. “Las bandas de fuera meten más gente ahora que en su época dorada, con sus mejores discos. Están llenando estadios. Muchos de los que van no son seguidores. Si toca AC/DC, es un acontecimiento y hay que ir a verlos. Son clásicos que revientan todo. Pero con las bandas de aquí no pasa eso. Es difícil mantenerse. Vas cumpliando años, tienes pareja, hijos, facturas que pagar, ves que el rock and roll no da y se va abandonando”.
La idea del reencuentro fue del actual mánager de Obús. “Me quedé sorprendido”, admite Fernando. “Habían pasado tantos años que no estaba en nuestras mentes que nos fuéramos a reunir. Ha sido el momento oportuno, quizá más tarde no nos habría apetecido”. En ese largo paréntesis no han seguido los pasos de su banda de siempre: “Soy de los que cuando rompe una relación, la rompe del todo”, añade. “Como no estoy en Internet, no tenía noticias suyas. Para mí Obús somos los cuatro que estamos ahora”.
Los ensayos han estado marcados por la emoción. “Hemos recuperado el sonido auténtico de Obús de los ochenta”, alardean. Comenzaron hace casi un año, conectándose digitalmente desde sus respectivas casas. Eligieron las canciones para el concierto y al término del pasado verano se citaron en su local de siempre.
“Estamos ensayando más que nunca. Éramos como The Rolling Stones: los más vagos del mundo. Nos curramos mucho el primer disco, pero a partir de entonces nos tocábamos las pelotas. Hacíamos tantos conciertos que se convertían en ensayos. El segundo disco lo montamos en la carretera, ensayando en hoteles y pruebas de sonido. El local nuestro era un almacén: no lo pisábamos para nada. Solo un mes antes de grabar. Y un par de temas los componíamos en el estudio. Así tenían esa frescura”, bromean.
Todos sus éxitos y algunas canciones que nunca tocaron en directo (“Revisando el repertorio hemos redescubierto temas que teníamos olvidados y nos hemos dado cuenta de que eran muy buenos”) sonarán en ese concierto al parecer irrepetible en el que no habrá invitados más que en las gradas. “Será un viaje en el tiempo a principios de los ochenta”, avisan.
