LIBROS

Cómo hacer disfrutar de la literatura española a tus hijos: "La Celestina sería como un Tinder prerrenacentista"

Nando López, salseo literario. Espasa. Daniel Piedrabuena
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Durante generaciones, la literatura española se ha enseñado en las aulas como una larga sucesión de autores muertos, fechas arbitrarias y textos incomprensibles cuya única función parece ser aprobar un examen. Se empieza por la Edad Media, se memorizan rasgos del Mester de Clerecía, se salta al Siglo de Oro y se termina, con suerte, en la Generación del 27. Todo queda reducido a etiquetas -culteranismo, conceptismo, realismo-, desprovisto de conflicto, de contexto vital y, sobre todo, de emoción.

Lo que podría ser una experiencia apasionante se convierte en un castigo para los estudiantes. Pero basta rascar un poco para descubrir que la literatura española está llena de historias intensas, divertidas, provocadoras y sorprendentemente contemporáneas. Eso es lo que defiende el novelista, dramaturgo y filólogo Nando López en 'Pequeña historia de la literatura española' (Espasa), un viaje por nuestras letras en tono juvenil que pretende demostrar que para nada son un muermo por naturaleza, sino todo lo contrario.

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¿Cómo surge la idea del libro?

Surge con una llamada de Pilar Cortés, la responsable de la colección de las Pequeñas historias de Espasa. Ella conoce bien mi pasión por los clásicos y me propuso escribir una historia que hiciera un recorrido divertido y, a la vez, riguroso por nuestra historia literaria. El docente que vive en mí, aunque hayan pasado ya diez años desde que dejé las aulas y me dedico exclusivamente a la literatura, se sintió halagado con la propuesta y feliz de poder sacar todo ese amor por los libros que me hizo el lector y el escritor que soy.

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Explicas siglos de letras con mucho humor. ¿Es el humor la mejor puerta de entrada para que los niños pierdan el miedo a los clásicos?

¡Y los adultos! No hay mejor recurso que el humor para acercarnos sin miedo a los grandes títulos de la literatura, sobre todo porque nuestras letras están llenas de ese mismo humor, como sucede con títulos como el Lazarillo o el Quijote, en los que el humor adopta una mirada humanista que permite a sus autores conciliar sus ganas de hacernos reír con una crítica social que aún sigue muy viva. Pocas herramientas son tan movilizadoras y poderosas como el humor. Además, mi deseo es que este libro se lea de manera amena, que sea divertido para que invite a seguir leyendo, así que si se cierra con una sonrisa, o hasta con una carcajada, mucho mejor.

Muchos padres aseguran que sus hijos no leen porque no encuentran nada que les enganche. Desde tu experiencia, ¿cómo ayudamos a un niño a encontrar ‘su’ libro sin obligarle a leer lo que no le interesa?

Creo que es esencial el ofrecer opciones: presentar posibilidades muy distintas entre sí y, desde luego, no plantear las librerías o bibliotecas como sitios de castigo, sino como espacios de ocio y hasta de premio. Cuando alguien me dice que no le gusta leer siempre le digo que eso es porque no ha dado con el libro que le demuestre lo contrario. Es como la música, o como la pintura; me cuesta creer que no haya un estilo que no nos guste y nos emocione. Y, desde luego, con los hijos es importante respetar sus elecciones lectoras y, si se puede, compartirlas: un libro puede ser un estupendo modo de plantear conversaciones interesantes en familia y superar el “¿Qué tal en clase? Bien” con el que se resuelven tantas charlas durante la cena en la adolescencia.

Muchas veces la literatura se enseña en colegios e instituto como una lista rancia y eterna de autores que hay que aprenderse. ¿Cómo transformamos esa lista en algo más sugerente y atractivo para los jóvenes?

Creo que la clave está en olvidarse de esos listados (¡la literatura no puede ser un Excel lleno de nombres y fechas!) y plantear los clásicos desde su modernidad, es decir, buscar todo aquello que sigue vigente hoy en día y conectarlos con la actualidad. Si planteamos 'La Celestina' como una obra del siglo XV que aborda cuestiones lejanísimas de la adolescencia actual, estamos perdidos. Sin embargo, si les hablamos de las quejas de Melibea por no poder expresar su deseo sexual por ser mujer y les hacemos reflexionar sobre la modernidad que supone plantear esa idea en ese momento o buscamos símiles con la actualidad y les demostramos que Celestina sería algo así como un Tinder prerrenacentista, seguro que captamos su atención y logramos que, al menos, sientan curiosidad por esos personajes.

Lo mismo sucede con personajes como Segismundo, en 'La vida es sueño: si les contamos que uno de sus grandes dilemas es que ya no sabe diferenciar realidad de ficción y lo traemos al presente, donde la IA nos ha puesto en una tesitura semejante y en la que los deepfakes se han convertido en un problema cada vez más generalizado, lograremos que entiendan que los clásicos no lo son desde una mirada arqueológica, lo son porque hablan de temas universales que hoy siguen tan vivos como cuando se escribieron.

¿Qué papel juegan hoy las redes, las series o los videojuegos a la hora de despertar el interés literario? ¿Cómo podemos usar esos mundos a favor de la lectura y no en contra?

Jugando con las posibilidades que nos ofrecen. En mi caso, por ejemplo, he creado una cuenta de Instagram (@pequenahistoriadelaliteratura) que ha sumado, en solo 3 meses, 25.000 seguidores y en la que se explican nuestros clásicos en forma de memes. No tiene sentido oponerse a los recursos transmedia de los que disponemos, al revés, aprovechémoslos para acercar a otro tipo de público y, sobre todo, a los más jóvenes. Muchos profesores de literatura me dicen que llegan a esa cuenta de Instagram porque se la recomiendan sus alumnos, que la descubren mucho antes y más de uno ya me ha pedido algún meme sobre el libro que está estudiando en clase “por si le ayuda en el examen”. Las redes sociales no son más que instrumento, así que en nosotros está la posibilidad de usarlas para comunicar otro tipo de contenido.

¿Qué clásico español crees que sería un éxito instantáneo si se publicara hoy como novedad y por qué?

'La Regenta', de Clarín, porque engancha desde la primera página, vendería los derechos para su adaptación audiovisual en cuanto llegase a las librerías y tiene todo el salseo que buscan los lectores en libros comerciales, pero con una prosa y una mirada crítica que lo hace, además, alta literatura. Pocas novelas han contado tan bien y con tanta agudeza e ironía cómo es este país, simbolizado por la Vetusta donde transcurre la acción.

Como autor que conecta muy bien con el público joven, ¿qué te sorprende de ellos cuando hablan de los personajes o las historias que descubren?

La pasión con la que lo hacen y la necesidad que tienen de encontrar personajes con los que identificarse. Aún nos falta cruzar muchas fronteras en lo que respecta a la diversidad: hay mucha gente que todavía no se siente representada y la ficción tiene el poder de ofrecernos lugar, refugio y referentes, algo muy necesario en la adolescencia. De ahí que en mi última novela young adult, 'Teníamos 15 años', haya hecho, por primera vez, autoficción con mi adolescencia: sentía que le debía a mis lectores más jóvenes una historia sobre mi propio descubrimiento personal y sobre el modo en el que la literatura -y, en particular, el teatro- me salvó.

¿Crees que los niños y adolescentes de hoy buscan historias que hablen de ellos o prefieren aventuras que les saquen de su realidad?

Creo que conviven perfectamente ambas necesidades, igual que en el público adulto: saltan del realismo a la fantasía sin complejos y eligen entre una literatura más de evasión o más comprometida según el momento. Obviamente, cada cual tiene sus preferencias, pero son un público lector tan heterogéneo como el adulto, a pesar de que a menudo los miramos con una condescendencia insufrible e injusta. En cualquier caso, lo que sí buscan en ambos géneros son personajes con los que se identifiquen, no necesariamente por el hecho de que compartan sus rasgos concretos, sino por sus valores, por su orientación sexoafectiva, por su situación social o por los conflictos que llevan consigo.

Muchos padres tienen el deseo de que sus hijos lean más, pero ellos mismos apenas encuentran tiempo para leer. ¿Importa el ejemplo?

Sin duda… Y más que el ejemplo, importa la lectura conjunta. En la infancia, es muy positivo que la lectura sea compartida y en voz alta: podemos convertir ese momento de lectura o esa escapada a la librería del barrio en una pequeña fiesta donde nuestros hijos e hijas sienten que el libro es también el modo de compartir momentos bonitos a nuestro lado. Y la adolescencia, cuando esos chicos y chicas lo que buscan es un espacio propio y autónomo, podemos interesarnos por sus lecturas, leerlas, comentarlas y crear diálogo a partir de esos libros, series o películas que les gusten.

Si tuvieras que regalar tres libros perfectos, ni demasiado densos ni demasiado infantiles, para que un niño se enamore de la literatura española, ¿cuáles elegirías?

No es fácil elegir porque creo que hemos de pensar siempre en cómo es ese niño o esa niña… Pero si pienso en niños o niñas de 9 o 10 años, por ejemplo, creo que les regalaría 'El ladrón de minutos', de David Lozano, 'Celia en la revolución', de Elena Fortún y' Prohibido leer a Lewis Carroll', de Diego Arboleda. Y, por si se quieren aficionar a leer teatro, sumaría 'La foto de los diez mil me gusta', que me consta -por lo que me cuentan sus lectores y los más de 80.000 ejemplares que ya hemos vendido- que les gusta mucho.