Tennessee: “En el rock and roll, si no te has drogado ni eres malote, pasas desapercibido”
El veterano grupo madrileño de doo wop, de gran éxito en los ochenta, celebra sus 45 años en la música con un disco repleto de colaboraciones.
Tennessee, cuatro décadas de rock, baladas y tupés: “Mejor el romanticismo que el perreo”
En enero de 1980, un grupo de críos de 16 años del municipio madrileño de Parla, en el sur de la comunidad, ofreció su primera actuación en directo. Se llamaban Tennessee y su música no la hacía nadie más en nuestro país: era doo wop (o como decimos aquí, duduá) con costuras románticas. Tuvieron tanto éxito, al menos durante unos años, que aún siguen en el ajo: sus giras anuales crecen en seguidores y no cesan de sacar discos, por más que sus ventas no sean como las de antes. Ahora celebran sus cuarenta y cinco años en la música con un proyecto singular: cada mes publican una canción a dúo con algún amigo de la profesión. Entre estos: Javier Gurruchaga, La Guardia, Revólver, Vicky Larraz o David DeMaría.
“No hemos perdido la ilusión”, dice Roberto Gil, que viste polo marrón en la foto. “Este es nuestro disco número treinta y cuatro. Nos gusta dejar un legado”.
La febril necesidad de publicar nueva música contrasta con la frugalidad de otras bandas de su generación, conscientes de que sus clásicos son el auténtico reclamo para los espectadores y que, por tanto, podrían girar eternamente con el repertorio de siempre. “Somos una excepción”, dice Isidro Arenas, con gafas. “Si algo nos ha caracterizado a lo largo de toda nuestra carrera es que sacamos un disco cada año, aunque los últimos no han tenido la repercusión que nos hubiera gustado. Somos conscientes de que algunos de los recientes son de los mejores que hemos hecho: estamos más maduros, tenemos más experiencia, sabemos lo que queremos y tenemos tiempo para reposar las cosas”.
Tennessee llevan cuatro décadas y media siendo un verso suelto del pop español. Cuando empezaban, su música podía emparejarse con la de otros rockeros de tupé, como Loquillo o Carlos Segarra, de Los Rebeldes. Pero, ¡ay!, no eran lo mismo. “Loquillo hace rock and roll y nosotros duduá. Hacemos voces. Rock and roll en el sentido más amplio”, arguye Isidro. “El rock and roll clásico —interviene Roberto— abarca el rockabilly, la balada, el góspel, a capella y el duduá, que es lo que cantamos nosotros”
Desde el principio encarnaron a la perfección el prototipo de yerno ideal: simpáticos, bien vestidos, más o menos atractivos (esto lo dejamos al dictamen del lector), devotos del amor en forma de canciones… ¡Tan monos! “Somos un grupo muy familiar —señala Amancio Jiménez, con camisa vaquera—, lo que también nos distingue: somos la cara amable del rock and roll. Lo que era Pat Boone en los años cincuenta, mientras Little Richard cantaba sobre ligarse a tu chica”.
Pero si bien ese favorable efecto les dio alas durante tres o cuatro elepés, podría parecer que terminó por convertirse en losa inevitable: para mucha gente, el rock and roll es otra cosa. “En el rock en general —dice Roberto, enardecido con el tema—, si eres una persona que no se haya drogado, que no sea malote…, pasas desapercibido. El milagro es que sigamos siendo uno de los grupos más queridos”.
O como expresa Isidro: “Éramos los chicos buenos. Y seguimos siéndolo. No rompíamos las habitaciones de hotel. Y si en alguna gala había un problema, llamaban a Tennessee parar arreglarlo. Siempre hemos sido un grupo serio y cumplidor”.
Paralelamente, sus canciones dejaron de sonar en la radio. “Es una verdad como un templo”, se lamenta Amancio. “Es una anomalía que casi no sonemos en las radios, solo de manera residual. Y a pesar de todo, la gente adora nuestras canciones y hacemos setenta actuaciones al año con el público cantando todos los temas. Si hubiéramos tenido el apoyo de los medios ¿qué habría pasado? Obviar a Tennessee es no contar la historia completa”.
El camino hacia el éxito
Los días de efervescencia no llegaron de la noche a la mañana: no fue hasta finales de los ochenta cuando Tennessee entró en el radar del público. Ocurrió gracias a su disco Una noche en Malibú, de 1989. Nueve años de espera y trabajo duro posibilitaron que encajaran el triunfo con modestia. “En ese periodo casi desaparecemos como grupo —dice Roberto—, entre otras cosas por el servicio militar”.
“Cuando llegó el éxito —prosigue Isidro—, no tuvimos tiempo ni de pensar. Salió el disco en diciembre, nos fuimos de vacaciones, y a la semana nos dijeron: ‘Volved, que esto se está desbordando’. Se vendían 50.000 copias a la semana. Fue nuestro disco más vendido y algunas canciones entraron en recopilatorios de los que se vendían un millón de copias. En la gira, hacíamos dobletes o teníamos que coger tres aviones en un día. No entendíamos nada, y tiramos para delante. Fue muy divertido”.
Por el tirón que siguen teniendo, cabe pensar que aún hay gente que cree en el romanticismo. “Al menos a nuestro público les sigue gustando”, dice Roberto. “Nos pide que no cambiemos. Hay una parte de la sociedad que se resiste a cambiar de una forma tan rápida. Tenemos valores… algo de lo que la sociedad adolece. Somos más fieles, somos de reposar las cosas. Hoy todo es más inmediato”.
Sus vidas fuera de los escenarios también se rigen por los patrones del amor formal y duradero. Todos son de matrimonios largos, con excepción de Isidro, a quien los otros describen en broma como “culillo de mal asiento: es multirromántico”. El aludido añade: “Nuestras canciones hablan de vivencias personales. Son historias verídicas”. Tienen hijos ya mayores que, si bien adoran la música, no se dedican a ella profesionalmente. “Queríamos tener el relevo: Tennessee 2”, dice Isidro. “Pero va a ser imposible”.
A sus sesenta y pico, no se cansan de recorrer España de escenario en escenario (en marzo actuarán en el Movistar Arena de Madrid). “Si llega un fin de semana sin actuación, nos subimos por las paredes. Ahora viajamos más cómodamente que antes, con aire acondicionado, tiempo para comer… Lo que nos gusta es nuestra vida. Pensamos estar muchos años más”, dice Amancio.
Más allá de estilos musicales y actitudes amorosas, si hubiera que resumir en una frase la propuesta de Tennessee sería esta que propone Amancio: “Tratamos de dar un mensaje optimista de la vida. Sabemos lo difícil que está el mundo, pero cuando suenan nuestras canciones la gente se lo pasa bien y piensa en cosas positivas. Vemos a personas que lloran, no una ni dos, porque nuestra música les trae recuerdos bonitos. Eso significa que estamos haciendo algo bien”.
