A lo largo del tiempo las disputas territoriales han hecho que algunos lugares pertenezcan a diferentes países
Ciudades europeas perfectas para una escapada de fin de semana
MadridTodas las ciudades tienen detalles que las hacen únicas y aunque al visitarlas tengamos claro que es su arquitectura, su gastronomía o su gente, lo cierto es que en realidad es por todo eso a la vez y mucho más. La esencia de estos lugares envuelven al visitante, que fascinado por lo que tiene frente a sus ojos, quiere conocer un poco más del lugar en el que se encuentra, de su esencia y, sobre todo de su historia, que en ocasiones nos ayuda a entender un poco mejor lo que tenemos delante.
La ciudad europea que ha cambiado de país más veces sin moverse
Es lo que sucede con Estrasburgo, una ciudad fronteriza que a lo largo de su historia se ha convertido en objeto de deseo de varios países, queriendo aprovechar su posición para poder tener un poco de ventaja frente a sus vecinos y competidores. Esto ha hecho que durante mucho tiempo haya pertenecido a un país o al contrario.
Esto es lo que le ha sucedido en los últimos siglos con Francia y Alemania, ambos querían aprovechar su posición estratégica y han buscado anexionarla a su territorio. Una historia llena de idas y vueltas que ha hecho que cambie de país más de ocho veces y, aunque actualmente está considerada una ciudad francesa, no hay duda de que parte de su alma es alemana. También es la capital de Alsacia y de Europa.
En el pasado, Estrasburgo fue el símbolo de una Europa dividida, por eso fue escogida como sede del Parlamento Europeo, del Tribunal de Derechos Humanos y del Consejo de Europa. Se ha convertido en una ciudad llena de vida y de estilo, cosmopolita y multiétnica, mantiene la esencia y majestuosidad de las ciudades antiguas, pero también es un lugar que apuesta por la modernidad.
Es ideal para visitar en verano, pero los amantes de la Navidad seguro que prefieren visitarla en invierno, porque se convierte en todo un rincón navideño, lleno de luces y decoraciones en sus calles que nada tienen que envidiar a las que se ven en sus mercados tradicionales de esta época del año. Luces, villancicos y la gastronomía típica de la Navidad, con olor a canela y chocolate acoge a quien quiera disfrutar al máximo de estos días del año.
Imprescindible su centro histórico para quien allí acuda, así como imprescindible es visitar su Catedral de Notre-Dame, cuya altura impresiona, pero no menos que su arquitectura gótica. Parada imprescindible es también la Petite France es el barrio más antiguo y famosos de la ciudad, es tradición navegar por sus canales y apreciar sus puentes, pero sobre todo, pasear por sus calles.
Esta ciudad se aprecia mucho mejor a pie, lo que permite conocer sus plazas, como la Plaza de la Catedral y los edificios que la rodean, como la Casa Kammerzell. En el corazón de la ciudad también está el Palacio des Rohan, una inmensa residencia principesca que también es uno de los monumentos más importantes de la Grande Île.


