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¿Cómo se inventó el post-it? Un error de laboratorio que se convirtió en éxito mundial

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El post-it se creó mientras buscaban otra cosa. Unsplash
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MadridLas ideas llegan cuando menos lo esperamos, por eso no está de más tener a mano un papel donde ir apuntando para que no se olviden. Tanto para esto como para otros muchos recordatorios, los post-it son perfectos. Son pequeños, cuadrados, de un llamativo color amarillo que podemos pegar y despegar varias veces y que nos sirven para coger apuntes mientras leemos un libro, dejar una nota de ánimo a nuestra familia en casa o usarlos para recordarnos que antes de salir de casa debemos coger eso que no queremos dejarnos.

Decimos cuadrado amarillo de papel, pero actualmente ya pueden encontrarse de todas las formas y colores, también en forma de flecha, para señalar algún detalle en los apuntes, o como un bocadillo, para que sea más divertido apuntar nuestros pensamientos. Ha demostrado ser una herramienta tan práctica y tan completa que la única manera de hacer que esta idea fuera mejor era añadirle un toque de fantasía y hacerla más divertida, porque de otra forma es una idea perfecta.

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Sin embargo, conviene señalar que, a pesar de ello, su aparición fue fruto de un error de laboratorio. Las casualidades de la vida que, en ocasiones dan lugar a curas para enfermedades, soluciones a problemas habituales o, como en este caso, se convierten en algo mucho más práctico de lo que se podría esperar. 

Descubre la historia de cómo se inventó el post-it

La historia del post-it es la historia de aquellos que buscan una cosa y en el camino se encuentran con otra que también les viene bien, aunque no les sirve para completar sus objetivos. Era el año 1968 y en los laboratorios estadounidenses 3M se encontraba trabajando el químico Spencer Silver. Quería crear un potente pegamento que se pudiera usar en la industria aeroespacial. No fue así.

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En uno de sus experimentos desarrolló un pegamento demasiado débil que se desprendía de los objetos donde era colocado y lo hacía sin dejar residuos. Hecho de micro esferas acrílicas, estas eran tan resistentes que permitía que el pegamento fuera reutilizado. Si no supiéramos que esta es la historia del post-it, solo con escuchar esto ya nos resultaría familiar. 

Silver pensó que este pegamento podría ser útil para las notas de avisos que suelen cambiarse con cierta frecuencia, porque permitía hacerlo también sobre pizarras y no solo en los corchos con chinchetas. Silver creó el pegamento, pero el concepto final fue obra de Arthur Fry en 1971, que pensó en colocarlo en pequeños trozos de papel que le servían para marcar las lecturas de su libro de cánticos en la iglesia, de este modo no se caerían. Él había asistido a las conferencias en las que Silver habló de su descubrimiento.

Con la idea en mente, perfeccionó el producto y definió el diseño, presentando la propuesta final un año y medio después. Comenzaron a introducirlo en el mercado y sus ventas fueron discretas, pero poco a poco se fue dando a conocer hasta convertirse en el elemento indispensable de papelería que es hoy día. Prácticamente, no hay oficina ni hogar en la que no haya post-it.