María fue atacada por dos hombres en su portal: "Estuve inconsciente, no sabía si me habían violado"

María Costa 01/02/2019 16:57

La calle de mi casa estaba desierta pero estaba iluminada, y a los pocos segundos noté cómo me seguían. Eran dos hombres. Me dí prisa, saqué las llaves del bolso y en cuanto llegué al portal, me agarraron por detrás del cuello y asfixiaron hasta perder el conocimiento. Yo no me acuerdo, pero el vecino que llamó a la policía, dijo que grité muchísimo.

Me dijo que fue un grito desgarrador. Cuando me desperté, estaba tirada en el suelo, tenía la mandíbula rota. Mi bolso había desaparecido, y bajaban vecinos a ayudarme. Recuerdo el pánico, que no podía dejar de llorar, estaba confusa y aturdida, no sabía qué me había pasado, no sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, ni si me habían violado.

Recuerdo que la policía me preguntaba cosas, y yo no podía responderles porque apenas podía mover la boca y a los vecinos protestando, diciéndoles que me llevaran al hospital ya, en lugar de seguir preguntando. Recuerdo a las enfermeras, diciéndome que estuviera tranquila, al vecino que me ayudó, que salió al balcón enseguida al oírme gritar, y ahuyentó a los ladrones.

Recuerdo el alivio al encajar las piezas y saber que solo me habían agredido, solo me habían robado, pero no me habían violado. Aliviada porque a pesar de todo, seguía viva. Y por último, recuerdo a mi por aquel entonces pareja, sintiéndose muy mal por no haber podido estar ahí conmigo e indefenso por no poder hacer nada.

Pero sobre todo, recuerdo el miedo.

Después de aquello, me causaba pánico subir en un ascensor a solas con un hombre, el volver a casa sola después de anochecer, pese a que fueran las 21:00 me causaba ansiedad. Si caminaba sola, y detrás mía caminaba uno o varios hombres, hacía que me girara infinitas veces para verles la cara o andar más despacio para que me adelantaran.

Compré un spray de pimienta homologado para llevar encima, y sentirme algo más segura. Pero aunque seas precavida, nunca dejas de tener miedo. Tuve que mudarme, porque no podía soportar ir todas las noches por esa misma calle, sobre todo porque en invierno a las 18:30 ya es noche cerrada.

La psicóloga a la que fui me dijo que si podía dormir y no tenía terrores nocturnos, ni pesadillas, no era ningún trauma grave, en lugar de secuelas, era una enseñanza: la de ir con más cuidado por la calle y mantenerme a salvo. Y yo no sé qué pensar. ¿De verdad no puedo volver por mi misma a mi hogar sin peligro? ¿Y si resulta que lo que tiene que pasar es que nadie te tenga que acompañar a casa?

Se nos vende el miedo como algo bueno, algo que nos mantiene a salvo y con vida. Que siendo precavidas, puede que no nos violen ni asesinen. Parece ser que hoy en día en la sociedad no se quiere indagar el por qué tenemos ese miedo. Más aún, parece que más bien se prefiere mantenerlo. Y estar agradecidas por seguir vivas. Piensa la frase un momento: ¿no es pedir demasiado poco el poder seguir viva?

Han pasado ya cuatro años de aquello (tengo 26). Y todavía no puedo evitar que se me haga un nudo en el estómago si tengo que pasar un trecho de camino a casa sola. Cobra más sentido que nunca la frase que hemos compartido todas en las manifestaciones, en las redes y en los medios: De camino a casa no quiero ser valiente, quiero ser libre.