REAL MADRID

Juanma Trueba, autor de ‘Bernabéu’: “Se quejaba siempre de los árbitros, igual que Florentino ahora”

Don Santiago Bernabéu, el presidente del Real Madrid más legendario. getty
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Juanma Trueba es periodista, lo lleva en la sangre. Igual que su madridismo, que ahora no le duelen prendas en reconocer porque ya no se dedica a escribir las crónicas del conjunto blanco en As. Aquella etapa pasó y, como no podía ser de otra manera si el trabajo está bien hecho, lo hizo dejando el poso en el lector de un antimadridismo evidente. Cosas de la vida, cosas del periodismo.

Ahora, alejado del ajetreo y el estrés de la página en blanco y el cierre a diario, se ha puesto manos a la obra para escribir algo más pausado, con el poso de años de estudio. ‘Bernabéu. El hombre detrás del escudo’, su nuevo libro, repasa la figura del mítico presidente blanco que ahora da nombre al estadio y lustre a la historia del club quizá más conocido y reconocido en cualquier rincón del mundo.

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Ahora has escrito un libro sobre Bernabéu, pero tu historia con el mítico presidente del Real Madrid comenzó hace ya unas cuantas décadas, cuando sólo eras un crío y tuviste la oportunidad de conocerle. ¿Qué recuerdas de aquel niño y de aquel momento?

Era muy pequeño y, si te soy sincero, tampoco tenía en mente aquella anécdota cuando empecé a escribir el libro sobre Bernabéu. Tanto es así que, al promocionarlo, recordé que tenía un banderín firmado por él, entre las cosas que me habían regalado, y lo busqué. Junto al banderín encontré algo que había olvidado: un autógrafo dedicado: “Para Juan Manuel Trueba, con mucho cariño, Santiago Bernabéu”. Eso era aún más valioso que el banderín, aunque lo había olvidado.

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La anécdota no pasa de ahí. Yo era muy pequeño y el contacto fue brevísimo. Mi familia tenía un restaurante en un pueblo entre Santiago y Pontevedra. Allí pasábamos los veranos. Un día mi padre llegó muy alterado y me dijo: “Ven, rápido, tienes que conocer a alguien”. El Madrid, camino de Vigo o Coruña para un amistoso, paraba con cierta frecuencia. Me llevó de la mano y allí estaba el Real Madrid, con Bernabéu a la cabeza.

Recuerdo un señor muy grande que me preguntó si era del Madrid. Respondí que sí, más por mi padre, que pensó que lo mejor que podía hacer por mí era que fuese del Madrid. Bernabéu me dijo que no me había visto nunca en el estadio. Fue cariñoso, me sentó en sus rodillas y me dio un montón de insignias del club. También consiguió que me firmaran autógrafos. Ese fue el encuentro, el último verano antes de que muriera, en 1978.

Después de escribir tantas crónicas sobre el Madrid y ahora este libro, quizá todo empezó ahí. Es curioso haber sido madridista desde niño y acabar vetado por el club: el contraste es tremendo.

Es curioso haber sido madridista desde niño y acabar vetado por el club

Fuiste socio del Madrid en los 80. ¿Cómo fue tu relación con el club después?

Me hice socio en 1982, con motivo del Mundial, cuando ampliaron el estadio. Me hice socio con un amigo; éramos pequeños, pero íbamos juntos, cogíamos varios autobuses hasta el estadio y lo disfrutábamos muchísimo.

Luego llegó la adolescencia, empecé a interesarme más por otras cosas y me alejé un poco del fútbol en directo. Lo seguía jugando, pero dejé de ir tanto al estadio. Después volví, y ya como periodista, primero becario en EFE, me mandaban a cubrir entrenamientos del Madrid de Míchel, Butragueño… Pero aquello también me volvió a alejar un poco. Eso de no acercarse demasiado al ídolo es muy cierto, salvo raras excepciones, como Emilio Butragueño, que siempre me atendía aunque yo era el último mono. La actitud de los jugadores me parecía arrogante. Esa época coincidió con la del Superdepor, con el que también tenía afinidad por temas familiares.

Cuando trabajas en un periódico (As), sigues escribiendo sobre el Madrid, pero lo que uno quiere es que la crónica salga bien antes de que gane el equipo. Eso no quita que, por ejemplo, cuando el Madrid ganó la Séptima, yo libraba y me fui a la redacción después del partido. No por trabajar, sino porque quería compartir ese momento con gente que tuviera la misma pasión.

Después de todo eso, me tuvieron por antimadridista, marcado quizá por el periódico donde escribía, que no era muy afín a Florentino. Pero nunca me significaba. Que me tuvieran por madridista era buena señal.

El periodismo ha cambiado mucho: antes se podía tomar un café con un jugador, ahora parece imposible. ¿Cómo lo viviste tú?

Es cierto. Antes se podía tomar un café o una cerveza con un jugador. Cuando yo llegué, ya no tanto, aunque los compañeros mayores sí lo habían hecho. Quizá también era falta de don de gentes por mi parte, me costaba establecer esa relación cercana. Años después, con algunos jugadores de aquel Madrid (Míchel, Hierro, Luis Enrique), descubrí que no eran como yo los había percibido. En concreto Míchel: al conocerlo bien, resultó ser encantador y muy dispuesto a ayudar.

Míchel resultó ser encantador y muy dispuesto a ayudar

Entiendo que vivían en una burbuja, como los Beatles de la época. Eso se ha agravado: ahora hay departamentos de comunicación que más parecen departamentos de incomunicación. Blindan a los jugadores de manera incongruente, perjudicando su propia imagen.

Volviendo a Bernabéu: ¿te lo imaginas hoy al frente del Madrid?

No, sería imposible. Ya en los años 70 le costaba, porque era un personaje del siglo XIX. España cambiaba: había muerto Franco, llegaban libertades, nuevas costumbres, y a él todo eso le atropellaba.

Tenía muy mala exposición pública. Odiaba la televisión, más que nada porque decía: “Con lo listo que soy yo, salgo como un imbécil”. Era brillante e irónico, pero la ironía no cuaja en televisión, igual que pasa en redes sociales: puede parecer borde, machista o grosera. Eso lo dejaba fuera de lugar.

Sería imposible ver hoy a Bernabéu al frente del Madrid. Ya en los años 70 le costaba, porque era un personaje del siglo XIX

Además, la prensa cambiaba: aparecía José María García, joven, con mucha energía, que le atacaba desde el primer momento. Y a Bernabéu se le veía como un viejo.

Se le ha definido como un adelantado a su tiempo. ¿Lo era realmente?

Creo que no. Tenía intuiciones extraordinarias, pero también resistencias. Se oponía a televisar partidos porque pensaba que acabaría con la venta de entradas, que era la fuente de ingresos del club.

Su gran intuición fue el estadio: construirlo desmesuradamente grande en plena posguerra, cuando conseguir materiales era dificilísimo. Gracias a eso el Madrid empezó a crecer. También tenía buen ojo con los jugadores, porque fue futbolista y sabía ver el talento. Y supo rodearse bien: Raimundo Saporta fue clave en la faceta diplomática e internacional que a Bernabéu le faltaba.

Se dice que el primer galáctico fue Di Stéfano y lo fichó él. ¿Es así?

No, el primero fue Ricardo Zamora. Gran portero y primer futbolista mediático con fama mundial. El Madrid lo fichó ya veterano, cuando había pasado sus mejores años, pero su nombre valía oro. Ese modelo inspiró después fichajes como el de Zidane: jugadores consagrados que daban prestigio aunque llegaran al final de su carrera.

El primer galáctivo no fue Di Stéfano sino Ricardo Zamora, gran portero y primer futbolista mediático con fama mundial

¿Qué aspectos del carácter de Bernabéu siguen presentes hoy en el Madrid?

No muchos. Se habla de “valores del Madrid” como si fueran los de Bernabéu, pero la mayoría no saben realmente cómo era.

Lo que sí persiste es la vocación internacional. Desde que Bernabéu y Saporta impulsaron la Copa de Europa, el Madrid buscó crecer fuera de España. La liga nacional era secundaria: lo importante era Europa. Ese gen de querer ser el mejor del mundo sigue en el club.

¿Qué paralelismos pueden establecerse entre Santiago Bernabéu y Florentino Pérez?

Algunos. Ambos se quejan siempre de los árbitros, como si existiera una conspiración permanente. Pero Bernabéu era austero, casi asceta. Defendía la humildad: recomendaba a los jugadores no llegar en coches lujosos para no ofender a la afición. Eso hoy sería impensable.

De todos modos, con el sistema electoral actual, ni él podría presentarse a presidente: no tenía dinero para avales millonarios. Además, nunca convocó elecciones: llegó a la presidencia de rebote, y en aquella época no eran habituales.

Con el sistema electoral actual del Real Madrid, ni Bernabéu podría presentarse a presidente

¿Cómo vería Bernabéu el fútbol actual, con cada jugador haciendo su celebración particular o con el nuevo estadio cubierto?

No lo concebiría. En su época, incluso tirar un penalti a puerta era de poco caballeros. Imagina cómo vería ciertas celebraciones.

Tampoco sé si se reconocería en el estadio actual, más parecido a un teatro cubierto que a un campo abierto.  Yo mismo echo de menos ver el cielo, la lluvia, el sol. Antes el Bernabéu tenía una franja de tierra color albero que contrastaba con el verde y el blanco: era mágico. Ahora es otra cosa.

¿Cuál dirías que fue el momento clave de Bernabéu en la historia del Madrid?

En 1927, cuando aún jugaba, el club organizó una gira por América y él fue jefe de expedición. Eso significaba retirarse como jugador, elegir la convocatoria, hacer de entrenador y, en la práctica, ser presidente del Madrid en América. Allí demostró su capacidad de dirigente, convenció a jugadores para fichar y quedó señalado como futuro presidente. Ese viaje fue clave. Después, claro, la construcción del estadio y la elección de Saporta también fueron decisivos.

¿Y su momento más complicado?

Hubo varios. Por ejemplo, enfrentarse a Millán Astray, gloria del franquismo, lo que podía haberle costado la presidencia. Él decía que era un ‘Contreras’, siempre dispuesto a llevar la contraria, incluso al régimen. También vivió con frustración no poder inaugurar un nuevo estadio en Tres Cantos, un proyecto visionario que no salió adelante por oposición política. Se fue con esa espina.