Pavel Moriche, el artesano que busca "almas bonitas" sin trabajo para enseñarles la madera: "Viví en la calle"

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Pavel Moriche con una de sus creaciones.. Cedida
  • Ofrece trabajo a una persona mayor de 50 años desempleada y que esté en situación delicada

  • No requiere experiencia ni conocimientos sobre maderas, el artista ofrece la formación gratis y la incorporación al empleo en su taller

  • Pavel sobrevivió a un intento de suicidio, y la madera le salvó la vida: "He vivido en la calle"

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“Seguramente, en el mes de marzo, abril incorpore al equipo a una persona. Requisitos: tener más de 50 años y ser desempleado de larga duración. No es necesario tener experiencia ni estudios. Ganas de vivir y de sentirse realizado y valorado. Lo demás se lo enseño yo.” Este es el mensaje que el cotizado artista de la madera, Pavel Moriche, colgó hace unos días en su Instagram. El mensaje ha corrido por las redes y cientos de personas se postulan ahora para aprovechar la oportunidad única de aprender y trabajar con uno de los artistas de la madera más personales y exclusivos. Hemos hablado con Pavel para que nos cuente porqué quiere dar esta oportunidad a mayores de 50 desempleados, y la extraordinaria historia de superación y esperanza que hay detrás del benefactor.

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Moriche

Pavel Moriche es un artista muy cotizado en toda Europa que realiza creaciones en madera únicas. Sólo trabaja por encargo y elige muy bien a sus clientes. En tan solo cinco años ha conseguido hacerse un hueco en el mundo de la decoración, y está considerado como uno de los mejores artistas en madera actuales. Cada una de sus creaciones son auténticas obras de arte que se venden por miles de euros. A su taller del madrileño pueblo de Valdemoro acuden artesanos de todo el mundo a conocer sus secretos y no trabaja por dinero, ya no le hace falta, pero no siempre fue así.

Trabajar con él es un privilegio, y cualquier profesional de la decoración pagaría por hacerlo, pero él quiere ofrecer trabajo y busca “un alma bonita, una persona con valores, educación, respetuosa, que le gusta cuidar de las cosas, hacerlas con mimo, alguien noble y humilde” cuenta el artista a Uppers, “y que sea mayor de 50, porque muchas veces se quedan fuera del mercado desamparadas, y la madera tiene algo mágico, que te acoge. Cuando empecé con la madera, yo venía de intentar quitarme la vida, y la madera me salvó”, revela Pavel.   

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En la calle

La vida ha dejado a Pavel vetas que le han marcado a fondo. Una durísima infancia le llevó a escapar de un hogar hostil. “He vivido en la calle, he dormido con personas indigentes y fue muy duro, pero también pasé momentos felices y conocí a personas muy buenas, como el señor Pedro, a quien me arrimaba por las noches en el parque o donde fuese para que no me hicieran nada, y que me contaba mil historias sobre su vida. Ahora quizá soy quien soy por esa humildad, esa cercanía, esa ayuda que yo me encontré en la calle”, reconoce.

La revelación

Años después, tras rehacer su vida, Pavel vivió otra experiencia extrema que le condujo a la madera. “Tenía mi familia, mi trabajo de electromecánico, me iban las cosas bien. Estaba en México y un día me llamaron del colegio de mi hija. La niña había hecho un dibujo en el que aparecía toda la familia menos yo, y les dijo a los profesores que era porque papá siempre estaba trabajando. Con la infancia que he tenido lo que tenía claro es que mi hija era lo primero, así es que dejé el trabajo y me vine para España. Mi mujer no lo entendió, se separó de mí y me dejó en la ruina. Me quedé muy solo, nadie me ayudó y el mundo se me vino encima. Hice un escrito a una amiga mía con mis últimas voluntades y me fui a la Pedriza, en febrero, hace ahora cinco años, para acabar con mi vida. Me desnudé para tirarme por un precipicio, pero no sé por qué, no lo hice, me acurruqué y me quedé dormido. Pasé toda la noche desnudo y me encontraron por la mañana y no daban crédito. Me decían que se me había aparecido un ángel porque no se explicaban que no hubiese muerto de frío. Desde entonces llevo un ángel tatuado en la espalda”, cuenta Pavel.  

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El renacido

“A partir de entonces empecé a trabajar con la madera para estar entretenido, por no pensar en nada. Nunca me había planteado dedicarme a la madera, no sabía nada sobre madera, pero se me daba bien. No encontré mucha ayuda, nadie creía en mí y fue duro. Aprendí por mi cuenta, en internet, con videos y tutoriales, haciendo cosas sencillas para los vecinos, hasta que hice unas bandejas y las envié a una empresa de decoración. Me dijeron que en 40 años que llevaban en el negocio, nunca habían visto a nadie trabajar la madera así. Me ofrecieron una pieza de madera de nogal centenario para que hiciera con ella lo que quisiera, compré las herramientas más esenciales y comencé a trabajar en el garaje de casa. Así nació Guinevere, mi primera mesa y la que me cambió la vida. Jamás imaginé que esta vieja madera se fuese a convertir en algo tanto bonito, y a su vez, ser capaz de sanar tanto daño”, explica Pavel.

mesa

Una segunda oportunidad

El encuentro de Pavel con su don, la conexión entre la madera y su alma fue rápida, y en pocos años ha cambiado su vida. “Al mes y medio de empezar con la madera ya me había ganado el respeto de mucha gente del sector. Ahora vienen los grandes maestros, como yo les llamo, a mi taller para ver cómo trabajo. De forma natural sé qué le viene bien a la madera. Creo que en ese momento en el que estuve a punto de morir se me concedió este don, y no quiero contaminarme, quiero seguir siendo humilde, tengo la sensación de que, si me vuelvo un gilipollas, se me quita esto que tengo en las manos”, reconoce el artista.

Y quizás por eso, por devolver a la vida esa segunda oportunidad que le ha dado, busca ahora personas con un alma bonita: “La vida es superbonita, pero a veces los golpes, los malos momentos lo ocultan todo, pero cuando pasas por esos momentos, luego lo valoras todo más, las pequeñas cosas, los pequeños gestos. Por eso busco una persona así. Una persona que haya vivido y haya sufrido. Yo levanto el teléfono y le digo a cualquiera que se venga a trabajar aquí y se parten la cabeza por venir. Pero no quiero eso. Al igual que en su día a mí me dieron la oportunidad para hacer una pieza, yo quiero dar la oportunidad a alguien que venga de vuelta, que encuentre una salida y que se comprometa. Yo puedo enseñar el proceso, pero el alma viene con la gente y yo quiero que la gente ponga el alma en el trabajo”.

Cientos de aspirantes

La publicación de Instagram se le está yendo de las manos: “Me está escribiendo mucha gente interesada en trabajar conmigo, con historias duras y otras muy bonitas de superación, pero veo que se va a quedar mucha gente fuera. Me da mucha pena. Estoy pensando en hacer una máster clase gratuita en algún pabellón o centro cívico, donde quepan muchas personas para esta gente que se va a quedar fuera”.    

Pavel tiene un alma maltratada, pero hermosa, tan única y especial como las piezas que crea. Lo más sorprendente de esta extraordinaria historia es que no hay nada de marketing detrás, Pavel no quiere publicidad, no la necesita, y si accede ahora a contar su historia es por si a alguien le sirve de inspiración: “creo que todos tenemos dentro ese pellizco, ese algo especial que hay que encontrar y que nos hace únicos, y nunca es tarde para buscarlo”.