Hay que partir de la base de que la percepción y la capacidad de tolerancia al calor es una cosa que varía muchísimo en función de donde vivas y, por ende, del clima habitual del lugar. De hecho, hay muchísimos estudios al respecto, algunos bastante antiguos, y está totalmente demostrado que según en qué lugares nos hayamos criado, así seremos más o menos tolerantes a ciertos umbrales de temperatura.
Eso explicaría, en parte, por qué la gente que tiene 40ºC en Sevilla puede estar sufriendo lo mismo que una persona que está a 30ºC en el norte, pero hay más. En la actual ola de calor, ha ocurrido que además se han juntado otro fenómeno meteo más que, por si fuera poco, ayudan a disparar esa sensación térmica en comunidades como Galicia, Asturias o Cantabria: el viento de levante.
Se trata de un viento que sopla de este a oeste (también conocido como viento de componente este) y tiene una función doble: llevar humedad a la costa del Mediterráneo, de donde viene, favoreciendo que se formen nubes compactas que al tocar tierra descargan lluvias torrenciales y, a la vez, limpiar los cielos del Cantábrico, con un ambiente seco y despejado. Sí: un día lluvioso en Valencia puede suponer un día espectacular en Bilbao.
Pero, además, se junta también la humedad propia de la costa del Cantábrico, que hará que la sensación térmica se dispare. Es bien sabido que cuando se junta el calor y el vapor de agua en el ambiente, se forma lo que se conoce como bochorno. De hecho, hay tablas que establecen cuánta sensación térmica puede llegar a haber en función de la humedad relativa y los grados que marca el mercurio.
Por todos motivos, conviene evitar pensar que porque las temperaturas sean más bajas en el norte están disfrutando de un verano más tranquilo. Nada de eso: de hecho, es allí donde más altas están siendo las anomalías de temperatura, con hasta 15ºC más de lo normal para estas fechas.
*Imagen: anomalía de temperatura máxima el viernes, 5 de agosto / @crballesteros