"Mi pareja nueva tiene hijos y yo también": cómo hacer que las cosas entre todos fluyan

Buenaventura del Charco, psicólogo, aconseja que en la pareja se arreglen unas normas comunes, para que no se vean privilegios o injusticias en una parte u otra
El psicólogo Alberto Álamo subraya que el desgaste en la pareja sucede cuando uno de los miembros siente que ha de elegir entre su pareja y sus hijos
Encarar el segundo divorcio (que no es como el primero): "Hay gente que se siente como un bicho raro"
Las familias reconstituidas o ensambladas se componen de parejas en la que al menos uno de los adultos tiene hijos de una relación previa. Para que exista un buen ambiente entre todos, los profesionales entrevistados refieren que hay que permitir que los afectos se den de forma natural.
Este nuevo modelo de familia cada vez más normalizado tiene algunas características de las que ya habló en su día Gabriel Salcedo en su obra ‘Mi pareja sus hijos y yo. Consejos para familias ensambladas’ (Urano Argentina, 2012). Se trata de un libro cuyo objetivo es suplir la falta de información en los adultos: “Necesitan herramientas y orientación para no frustrarse en esta labor tan compleja. Este libro te dará una ayuda práctica para convivir con los hijos de tu pareja y entender tu rol como madrastra o padrastro en la construcción de la nueva familia”.
Pero los padres no son los únicos afectados. También se hace cuesta arriba para los hijos, más todavía si se encuentran en la etapa adolescente: Dudas, miedos, celos, búsqueda de todo, corazas blindadas contra el nuevo afecto y las nuevas normas. Concretamente algunas investigaciones desde la Asociación Americana de Psicología, señalan edades entre los 10 y los 14 años. Asimismo, destacan que los de 15 años o más, no están tan inmersos en esa dinámica familiar y los menores de 10 aceptan de mejor grado a un adulto nuevo "sobre todo cuando el adulto es una influencia positiva".

Encontrarse en momentos parecidos
Carmina de 52 años, costurera, divorciada, siempre fue reacia a enamorarse de un hombre que tuviese hijos de otra relación. "Pido mucho ya que yo mismo tengo un hijo de 15, pero siempre he creído que unir a jóvenes de dos familias distintas traería muchos problemas los cuales, a mí, con mi edad, no me apetece atajar", confiesa.
Asegura que comenzó a tener citas con hombres al poco de separarse porque admite que su relación llevaba muerta al menos diez años. “Huía cuando me decían que tenían hijos adolescentes. Sé lo duro que es (se ríe). Lo que yo no sabía es que llegaría un hombre perfecto para mí”, relata.
La costurera cuenta que se quedó encantada tras la cita que tuvo con ese hombre y que ni siquiera hablaron de si tenían hijos o no. “¡Fíjate lo a gusto que estábamos que ni nos acordamos de los chicos! No quise ni preguntarle por teléfono. No quería saberlo por si eso me hacía echarme atrás”, destaca. Pero, volvieron a verse y el tema salió. “Me encantaba. Se me pasaba el tiempo volando a su lado, pero sí, estaba divorciado y con una hija de 13 años".
Carmina afirma que cuando conoció a la joven, Lara, tenía mucho miedo a su reacción, pero conectaron al instante. “Comenzó a verme como una amiga, como alguien con quien compartir gustos. Le encanta la moda y yo empecé a hacerle vestidos y tops y eso nos ha unido mucho”, explica. Aegura que tiene claro que no es la madre de Lara ni su pareja el padre de su hijo, pero mantienen una relación de amor. "Es nuestra familia y cuando por la custodia tenemos a los chicos y convivimos, queremos estar bien y respetarnos y es posible, sin imponerse, sino teniendo en cuenta las necesidades de los otros y con tacto desde el principio", refiere.
¿Más desventajas que alegrías?
Alberto Álamo Díaz, psicólogo y sexólogo, comenta que es habitual que en las consultas de psicología existan casos de personas que inicien una relación y convivan aunando a los hijos de cada uno, fruto de matrimonios o uniones anteriores. “Si esta situación trae muchas complicaciones, diría un “depende”, aunque lo cierto es que, en un altísimo porcentaje, sí. Sobre todo, porque hay un gran número de variantes y mientras más existan, mayor es la probabilidad de que alguna de ellas no sea controlada o gestionada”, comparte.
Algunas de las variables, para Álamo, van desde: la motivación, personalidad y edad de los chicos, la madurez de hijos y padres, el tipo de relación de los hijos de uno con la pareja, o la relación de los hijos de la pareja con uno mismo, las dinámicas cotidianas (trabajo, horarios de comidas, reglas de convivencia...).
El experto expone que el desgaste de la pareja aparece, habitualmente, cuando uno de los miembros siente que ha de elegir entre su pareja y sus hijos. “No elegirlos a ellos, literalmente, sino que aparece el dilema en forma de decisión". El conflicto puede aparecer en situaciones concretas que implican una modificación de hábitos; por ejemplo: “Papá, desde que sales con María, ya no damos el paseo en bici los sábados, ahora vamos de compras y está bien, pero yo quiero seguir yendo en bici contigo como antes”.