Este frecuente fenómeno se da cuando las preguntas se convierten en un pretexto para hablar de uno mismo
Esta práctica consigue que nuestro interlocutor se sienta ignorado o desplazado en un monólogo encubierto
Ocho señales para identificar a una persona tóxica: de hacerse la víctima a tener dos caras
El egocentrismo es un patrón de comportamiento mucho más frecuente de lo que pensamos. Basta apuntar que entre el 40% y el 60% de nuestras conversaciones cotidianas están centradas en nosotros mismos, porcentaje que sube hasta el 80% en las redes sociales, según algunos estudios. Más que querer saber, queremos contar. El problema viene cuando al hablar siempre de uno mismo terminamos generando rechazo en nuestro interlocutor, que se siente más en un monólogo que en una conversación.
El boomerasking es un término acuñado por la profesora de psicología de Harvard Alison Wood Brooks que combina la palabra 'boomer' -en referencia a esa generación- con el término 'ask' (preguntar en inglés) y describe una práctica conversacional consistente en hacer preguntas únicamente para redirigir la atención sobre sí mismo. En realidad no hay una intención de escuchar la respuesta, sino de compartir su propia experiencia.
El boomerasking comienza con alguien que hace una pregunta, pero, como un bumerán, esta vuelve rápidamente a su origen. En lugar de fomentar una conversación equilibrada que fluya como un intercambio mutuo de ideas y perspectivas, esta práctica lo que consigue es que nuestro interlocutor se sienta ignorado o relegado a un papel secundario, lo que puede resultar bastante irritante.
Los tres tipos principales
En este sentido, un estudio publicado en el Journal of Experimental Psychology este mismo año identifica tres formas principales de boomerasking:
- Pregunta-alarde: Este tipo comienza con una pregunta al interlocutor, pero rápidamente lo que hace es revelar algo positivo sobre la persona que la hace. Por ejemplo, preguntar "¿Te has ido de vacaciones este verano?" para continuar con "Yo he estado en un destino increíble".
- Pregunta-queja: En esta modalidad se pregunta algo y enseguida se añade una queja personal, algo que salió mal. Por ejemplo, "¿Cómo te fue en tu última reunión de trabajo?", seguido de "La mía fue un desastre, tuve un día horrible".
- Pregunta-compartir: Aquí se utiliza la pregunta como pretexto o excusa para relatar algo propio. Un ejemplo sería preguntar "¿Alguna vez has tenido sueños raros?", para acto seguido contar un sueño personal.
En cada uno de estos casos, lo que parecía una genuina expresión de interés por la persona con la que estamos hablando se convierte en una oportunidad para revelar algo de nosotros mismos, ya sea alardear, quejarse o compartir. Los investigadores han llegado a la conclusión de que incluir aparentemente a los demás en la conversación es una fórmula más diplomática que simplemente decir lo que queremos decir sin más, aunque no oculta su finalidad egocéntrica.
Una conducta no exclusiva de boomers
Aunque Alison Wood Brooks acuñó el término haciendo referencia a la generación 'boomer', los expertos subrayan que esta no es una conducta exclusiva de las personas mayores de 50 años. Cualquiera puede caer en esta dinámica, incluso sin darse cuenta. Abusar de esta fórmula puede dañar las relaciones interpersonales. Al transformar una conversación en un monólogo encubierto se pierde la oportunidad de construir una conexión auténtica con la otra persona.
Además, este hábito refuerza la percepción de que nuestras experiencias son más importantes que las de los demás, un enfoque que puede alejar emocionalmente a quienes nos rodean. En las redes sociales el boomerasking campa aún más a sus anchas, ya que estas plataformas se convierten en espacios sobre los que proyectar nuestras vidas y pensamientos, muchas veces sin buscar una verdadera interacción.
Cómo combatir el boomerasking
Poner remedio al abuso de esta fórmula es tan sencillo como a la vez complicado de llevar a acabo. Se trata de practicar una escucha activa. Esforzarnos por priorizar el interés en los demás. Hacer preguntas sinceras, escuchar las respuestas y darles seguimiento es esencial para crear una conexión humana, según Wood Brooks.
En vez de ver una conversación como una oportunidad para hablar 'de nuestro libro', deberíamos enfocarnos en tender puentes. Mostrar interés en las perspectivas y emociones de nuestro interlocutor no solo fortalece el vínculo con él, sino que enriquece nuestra comprensión del mundo. Al fin y al cabo, las buenas conversaciones no son aquellas en las que brillamos, sino en las que ayudamos a los demás a brillar.


