Pablo Cerezo, experto en tatuajes: “No hay que arrepentirse, son un recordatorio de nuestro paso por el mundo”

El escritor sevillano reflexiona en 'El cuerpo enunciado' sobre cómo los tatuajes son una gran metáfora de cómo ha cambiado nuestro mundo
Mi tatuaje y yo: ¿y si la tinta fuese dañina?
El ser humano lleva tatuándose el cuerpo más de 5.000 años. Pero si en aquellos tiempos pretéritos se hacía por motivos religiosos o médicos, hoy esta forma de expresión artística se ha convertido en moda imperante en nuestra cultura global. Los tatuajes nunca fueron tan mainstream como ahora. Lo que hace unas décadas era un elemento subcultural y marginal hoy es norma. Y aunque muchos quieren reducirlos a una simple manifestación narcisista, la realidad es mucho más compleja.

Reflexionar sobre las implicaciones más profundas que conlleva este arte es lo que pretende el escritor Pablo Cerezo (Sevilla, 1998) en 'El cuerpo enunciado. Cómo el tatuaje explica nuestro tiempo' (Siglo veintiuno editores), un ensayo que profundiza en el significado de los tatuajes, en cómo abren una ventana a través de la cual observar nuestro presente y preguntarnos sobre el vínculo que nos une a los demás, a la memoria y al mundo.
A Cerezo, que tiene cuatro tatuajes y aspira a cubrir su cuerpo entero con tinta', la inspiración se surgió el día después de hacerse el primero. Dando un paseo por el centro de Madrid se percató de que muchas personas de su edad llevaban tatuajes similares al suyo en la misma zona, piezas minimalistas justo encima del codo. "De pronto pensé: esto tiene que responder a algo. Qué paradójico resulta que el tatuaje, que es para toda la vida, parezca estar de moda", nos cuenta. Así que su libro "es el intento de responder a esa primera inquietud: ¿Qué dice el boom del tatuaje sobre nuestro mundo?".
¿Qué significado tiene tatuarse hoy día?
Lo cierto es que muchísimos. Hay gente que se tatúa porque se gusta más estéticamente con la piel marcada por la tinta, hay gente que lo hace porque simplemente le parece divertido. Pero lo cierto es que, los más, lo hacen para vincularse con la gente. Nos tatuamos con nuestros seres queridos: amistades, familias, mascotas. Nos tatuamos también las fechas importantes y los grandes acontecimientos: así, la piel se vuelve un mapa y un diario para orientarnos en el mundo.
¿En qué momento tatuarse se hizo mainstream?
En Estados Unidos el tatuaje se empieza a normalizar en la década de los 90, pero yo creo que en Europa se acerca más a principios de siglo. Figuras como Beckham se convirtieron en auténticos iconos que llevaron el tatuaje a otras esferas. Pero si algo ayudó a la expansión del tatuaje fue que las clases medias empezaron a apropiarse de una práctica que históricamente había sido considerada muy marginal. En el libro dedico todo un capítulo a este proceso a través del cual las clases medias encuentran en el tatuaje una expresión para poder construir la “imagen personal” que le requería un sistema donde los imperativos laborales eran cada vez más exigentes.
¿Tatuarse sigue siendo un gesto de rebeldía?
Sin duda, uno de los cambios fundamentales en el mundo del tatuaje es que este ya no carga con el imaginario de rebeldía y subversión con el que solía. Son precisamente las clases medias las que, de cara a reapropiarse del tatuaje, se encargan de vaciarlo de los significados que históricamente arrastraban. Eso se muestra muy bien en los estilos: ahora se ven muchos más tatuajes delicados, de línea fina, más pequeños y discretos.

Incluso estando los tatuajes tan extendidos, ¿hay diferencias en estilos o motivaciones según la clase social?
La clase social siempre está presente. Se repite mucho que los tatuajes ya no importan en las entrevistas de trabajo. Pero eso no es cierto del todo. No es lo mismo llevar, por ejemplo, una pieza enorme que te cubra todo el brazo que un dibujo más conceptual detrás del codo. El ejemplo más claro sigue siendo tatuarse la cara. En buena medida la persona que se tatúa el rostro le está lanzando un mensaje al mundo: yo ya no voy a tener que pasar por una entrevista de trabajo. Ahí, el tatuaje sí que sigue siendo subversivo.
Aunque son los jóvenes los que más se tatúan, ¿has notado un aumento en personas mayores de 50 años interesadas en tatuarse?
Sin duda. Si hablamos de una expansión del tatuaje es porque se ha producido entre todas las capas de la población. Hay de hecho, muchas madres o abuelas que se han tatuado con sus nietas e hijas.
¿Un tatuaje es visto en la madurez de forma diferente que en la juventud?
Supongo que todo es visto distinto cuando somos mayores que cuando somos jóvenes. La clave está en como el cuerpo se vuelve un diario que atestigua ese paso del tiempo. Tatuarse es una manera de anclarnos ciertos momentos y experiencias ante un tiempo que se nos escapa. Volver la vista atrás a través de la piel es uno de los ejercicios más hermosos que nos brinda el tatuaje.
¿Hay temáticas o símbolos más recurrentes en la edad madura?
Es muy curioso porque en el mundo del tatuaje también hay modas, pero debe de ser la única moda que se queda para siempre. A principios de los 2000 se puso de moda los tatuajes tribales, que ahora llevan muchos late-millenials. La línea fina tiene, por el contrario, más adeptos ahora entre, sobre todo las chicas jóvenes.
¿Qué le dirías a alguien de más de 50 que siempre quiso tatuarse pero nunca se atrevió por prejuicios o miedo al qué dirán?
Que el tatuaje es una celebración del cuerpo y del tiempo; y que, afortunadamente, nunca es tarde para celebrar.
¿Nos puedes hacer spoiler del libro? ¿Nos arrepentiremos de nuestros tatuajes?
Sin duda. Pero de eso va vivir: de tomar partido, de arriesgarse, de celebrar. Uno siempre se arrepiente de ciertas cosas en la vida, pero parece que sólo pensamos en el arrepentimiento con el tatuaje. La clave es que, aunque te arrepientas de un diseño, no te arrepientas de habértelo tatuado, porque es un recordatorio de nuestro paso por este mundo.
¿Cómo ves el futuro del tatuaje como fenómeno sociocultural?
Como con toda moda habrá una reacción. No me extrañaría que la gente más joven decidiera no tatuarse para marcar una diferencia. Puede que hayamos vivido ya el auge del tatuaje y ahora se vaya a equilibrar un poco. Pero sin duda que el tatu ha venido para quedarse.