Salud mental

Luis Díaz, sobre CEOs y sus emociones: “He conocido a grandes ejecutivos que, al salir, no sabían qué hacer con su vida”

Luis Díaz de Bustamante, autor de 'El viudo'. Planeta
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Las oficinas de alta presión y los despachos rimbombantes han forjado un liderazgo empresarial tan competitivo como emocionalmente analfabeto. Luis Díaz de Bustamante, exejecutivo en multinacionales y autor de ‘El viudo’, desnuda ese arquetipo en su ópera prima. En ella, un hombre exitoso profesionalmente, resulta ser incapaz de gestionar su dolor personal. Sus confesiones no solo retratan una crisis individual, sino una disfunción sistémica, estructural e invisibilizada por décadas de promoción de una masculinidad de acero inoxidable.

El duelo como amenaza para la eficiencia

"Creo que nunca se nos ha enseñado a gestionar el dolor con la misma intensidad que nos han enseñado a gestionar las juntas de socios", confiesa Díaz de Bustamante. Su novela no es solo un ejercicio de ficción emocional, sino un testimonio implícito de cómo el universo corporativo ha moldeado generaciones de hombres para quienes la vulnerabilidad no es una fase del crecimiento, sino una avería productiva.

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En ‘El viudo’, el protagonista recibe el ascenso que ha perseguido toda su vida el mismo día que su mujer muere. Y aún así, oculta el suceso, como si admitirlo lo invalidara profesionalmente. "Me gustaba la idea de crear un personaje tan deshumanizado que decidiese unilateralmente que confesar su dolor podía acarrear una consecuencia laboral negativa", explica. Esa idea, aunque extrema, no es tan inverosímil: en muchos entornos, este tipo de muestras de vulnerabilidad sigue siendo un lujo que no cabe en las hojas de cálculo.

El propio autor reconoce que, en su paso por varias multinacionales, pedir ayuda no era exactamente un tabú, pero sí una rareza. "En entornos muy competitivos, el hecho de ver que algún compañero llega a todo sin pedir ayuda puede provocar que tampoco te sientas legitimado para hacerlo", afirma. El resultado: un ecosistema donde cada uno finge control absoluto mientras se ahoga en silencio en sus emociones.

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Mentes brillantes, emociones opacas

"He conocido a grandes ejecutivos que, una vez salían del universo corporativo... se habían perdido un poco a sí mismos", admite. No se trata solo de burnout, ese colapso emocional tan frecuente como mal diagnosticado. Se trata de hombres que han construido su identidad alrededor de un cargo y, al desprenderse de él, no saben habitar sus propias emociones. La paradoja es brutal: CEOs de multinacionales, estrategas implacables, que no saben cómo hablar con sus hijos del dolor o del amor.

Casos como los de Imani Ellis o Drew Houston, que han relatado públicamente sus crisis de agotamiento emocional, evidencian que incluso los más exitosos están al borde del colapso cuando su vida interior no está contemplada en su entrenamiento profesional.

El personaje protagonista de ‘El viudo’ no cuenta ni a su círculo más cercano que su mujer ha muerto. "Me gustaba la idea de situarlo en una etapa de negación. Quizás también por el miedo que supusiese para él aceptar que su vida no iba a ser tal y como la había conocido hasta ese momento". El silencio como método de defensa. El mutismo emocional como herencia masculina.

¿Empresas que fabrican líderes... o huérfanos emocionales?

Díaz de Bustamante no culpa directamente a las empresas: “Una empresa, por definición, tiene que ganar dinero. No quería bajo ningún concepto que esta novela sonase revanchista”. Pero sí advierte de una pedagogía emocional ausente: "Una empresa forma excelentes gestores, pero también hombres incapaces de gestionar lo que duele". Porque lo que se premia es la disponibilidad absoluta, la entrega sin queja, la eficiencia que no titubea ni en el luto.

Esta crítica se alinea con lo que proponen desde movimientos de nuevas masculinidades, que trabajan para romper el binomio de éxito masculino e insensibilidad. También desde espacios como el III Congreso de Masculinidades de la Universidad Miguel Hernández , se aboga por un liderazgo empático e igualitario que no deje fuera la salud emocional.

"Creo que la generación a la que pertenezco somos un híbrido entre el modelo de masculinidad de nuestros padres ('los hombres no lloran') y la dinámica en la que crecen nuestros hijos, donde las emociones se han puesto en un lugar prioritario", dice. Su libro, sin ser un manifiesto, sí actúa como espejo. Refleja lo que aún cuesta asumir: que miles de hombres saben usar Excel, pero no saben decir "te echo de menos" sin desmoronarse.

La historia de ‘El viudo’ narra un duelo como si fuese un briefing. "Pienso que hemos convertido cualquier sentimiento en una presentación", lamenta su autor. En ese formato despersonalizado, hasta la tristeza se digiere con punteros láser. "Estamos en una época de exposición permanente y, a pesar de estar más conectados que nunca, creo que hay un aislamiento brutal".

Si el liderazgo ha de sobrevivir a las nuevas generaciones, tendrá que integrar lo emocional como un recurso estratégico y no como una amenaza. La masculinidad ejecutiva ya no puede permitirse ser un traje sin cuerpo. Como sugiere Díaz de Bustamante, quizá haya que perderlo todo, tanto el estatus, como el control, o nuestras propias certezas, para descubrir que la verdadera autoridad se sostiene, no en la rigidez, sino en la capacidad de conmoverse y sostener a otros.