PSICOLOGÍA

'Ley del hielo' como castigo con tus hijos: "No lo hagas, solo le generará rechazo"

El silencio como forma de castigo puede dejar huellas emocionales en los hijos
El silencio como forma de castigo puede dejar huellas emocionales en los hijos. PEXELS
  • Ignorar a los hijos como castigo habitual tiene consecuencias negativas a largo plazo dejando huellas emocionales en ellos

  • En Uppers te proponemos alternativas al silencio como castigo más respetuosas y efectivas sin renunciar a la firmeza

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En la etapa de la madurez, especialmente después de los 45 o 50 años, muchos padres y madres ya cuentan con una amplia experiencia de vida y han atravesado múltiples desafíos personales, laborales y familiares que les han dejado aprendizajes valiosos, pero la crianza de sus hijos —particularmente en contextos emocionales complejos— sigue siendo un terreno pantanoso, que los desafía a diario.

A esa edad, los hijos pueden ser aún pequeños o estar en plena adolescencia o incluso en una adultez joven, y las reacciones de sus progenitores tienen un impacto profundo en su desarrollo emocional. Como adultos, somos modelos constantes: nuestros gestos, palabras —y silencios— enseñan tanto como nuestras acciones, también en la adolescencia, aunque pensemos que nuestros hijos ya no nos escuchan o que han dejado de necesitarnos.

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En realidad, es en esa etapa cuando más observan, más sienten y más aprenden del modo en que los tratamos, incluso cuando no decimos nada y aplicamos (a veces sin pretenderlo) la ‘Ley del hielo’ como castigo. En este artículo exploraremos por qué esta estrategia de dejar de hablarles para que recapaciten puede ser emocionalmente perjudicial para nuestros hijos (sean niños o adolescentes), y cómo podemos reemplazarla por otras formas de comunicación más saludables y constructivas de la mano de una psicopedagoga experta de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

¿Qué es la 'Ley del hielo'?

Aunque a primera vista pueda parecer una reacción inofensiva, el silencio impuesto por un padre o una madre hacia sus hijos como forma de castigo puede dejar huellas emocionales duraderas en ellos. Esta práctica, conocida comúnmente como la 'Ley del hielo', consiste en ignorar deliberadamente al hijo tras un conflicto, retirándole la palabra, la mirada o el afecto, muchas veces sin ofrecer explicación alguna y durante un periodo prolongado. Lejos de fomentar la reflexión o el arrepentimiento, que se supone es lo que se pretende, este comportamiento transmite un mensaje confuso y doloroso.

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La psicopedagoga Sylvie Pérez, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), advierte que recurrir a este tipo de trato genera en los menores sentimientos de culpa, rechazo e incomprensión y que, con el tiempo, puede erosionar su autoestima y dificultar el desarrollo de habilidades saludables para resolver conflictos y expresar sus emociones.

Consecuencias a largo plazo

"No es simplemente quedarse callado, es hacer como si el niño no existiera, negarle la posibilidad de explicarse, de pedir disculpas, de entender qué ha hecho mal", explica la experta, que añade que "es una manera de manipular, una negación del afecto que genera dolor y que no permite al niño ni disculparse. Lo único que genera es rechazo", enfatiza.

A la larga, aunque parezca difícil de creer, influye profundamente en cómo los niños se relacionan con el mundo, dejando una huella emocional de inseguridad y confusión sobre los límites en las relaciones. Los niños y adolescentes ignorados tienden a silenciar sus emociones, a complacer y evitar el conflicto, lo que los vuelve más vulnerables a futuros maltratos. Por eso, educar con afecto —incluso en medio del enfado— es un acto de coherencia muy necesario.

Alternativas al silencio como castigo

En los momentos de tensión con nuestros hijos, especialmente cuando estamos cansados o frustrados, es humano enfadarse y tomar decisiones equivocadas. Cortar la comunicación es una de ellas y, como decimos, ni resuelve el conflicto ni es lo más recomendable para su salud mental. En lugar del silencio, existen formas más respetuosas y efectivas de acompañar el malestar y poner límites sin dañar el vínculo y sin renunciar a la firmeza:

  • Poner palabras al enfado: Expresar lo que uno siente, por ejemplo: “Estoy muy enfadado ahora y necesito un rato para calmarme”. Esto ayuda al niño a comprender lo que ocurre sin sentirse rechazado.
  • Evitar discursos interminables: Durante el conflicto, es mejor no sobrecargar al niño con explicaciones largas. Es más útil centrarse en establecer o recordar el límite de forma clara.
  • Repartir el cuidado: Si el adulto se siente desbordado, puede pedir apoyo a otro adulto de confianza para contener la situación sin escalar el conflicto.
  • Aplicar consecuencias claras y proporcionales: Las consecuencias deben estar definidas con anticipación y no aplicarse en caliente. Esto da al niño una referencia coherente sobre lo que se espera de él.