Cómo fortalecer los vínculos con los abuelos en verano sin sobreexplotarlos: “Cuidar sí, cargar no”
El 46,7 % de los abuelos y abuelas cuidan de sus nietos de forma habitual
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Cuando llega el verano, el papel de los abuelos en la conciliación laboral familiar se intensifica. Aunque su presencia suele verse como un recurso indispensable, es esencial preservar su bienestar físico, emocional y social. Según el informe de Aldeas Infantiles elaborado con datos del CIS, “el 46,7 % de los abuelos y abuelas cuidan de sus nietos de forma habitual, y un 28,6 % lo hace a diario para facilitar la conciliación laboral de sus hijos”. Además, “el 85 % declara participar en el cuidado en algún momento, con el 39,2 % haciéndolo varias veces por semana”.
Encajando en este contexto, el verano suele aumentar esas cifras: el estudio “Abuelos y crianza” resalta que “un 35% de mayores de 65 años dedica al menos varios días a la semana, con una media de 16 horas semanales, porcentaje que supera el promedio europeo (14,9 %) y se eleva por encima del 50% durante el verano”.
Un equilibrio delicado: reconocimiento y riesgo
Aunque compartir jornadas con los nietos puede llegar a ser gratificante, el exceso genera sobrecarga. De hecho, “un 35% de los abuelos que cuidan habitualmente experimentan sobrecarga, lo que puede generar estrés, fatiga y deterioro del organismo”. La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología advierte que “el exceso de responsabilidad puede provocar estrés, depresión, problemas de sueño y agravar enfermedades crónicas” , y la psiquiatra Viviane Kovess‑Masféty señala que “la carga mental varía según frecuencia de cuidado, edad y número de nietos, y que este rol puede generar ansiedad incluso en vacaciones”.
De hecho, hay expertos que apuntan que durante el verano muchos mayores experimentan “alegría y agotamiento; algunos expresan alivio cuando los nietos vuelven con sus padres, debido a la tensión acumulada”.
En contrapunto, existen también beneficios cuando este rol no resulta tan excesivo: interactuar con nietos ofrece “estimulación cognitiva y física”, fomenta la movilidad, fortalece la autonomía y reduce los efectos del sedentarismo, contribuyendo a una mayor esperanza de vida. Asimismo, se observa que “las abuelas cuidadoras perciben mayor apoyo social y mejor salud percibida que sus pares que no cuidan nietos, aunque esto depende de la intensidad del rol”.
Consejos para una conciliación respetuosa y enriquecedora
Basándose en estos datos, es posible construir un modelo sostenible de colaboración familiar que fortalezca vínculos sin convertir a los mayores en cuidadores exhaustos:
- Establecer horarios consensuados y realistas: Acuerdos previos sobre cuántos días y cuántas horas podrán dedicarse ayudan a evitar que el cuidado se transforme en una constante imposición.
- Alternar responsabilidades familiares: Repartir turnos entre abuelos, padres, otros familiares o recurrir a campamentos de verano alivia la presión y protege la salud física y emocional de los mayores.
- Fomentar actividades compartidas, no solo vigilar: Cocinar juntos, leer cuentos, cuidar plantas o hacer manualidades facilita el vínculo emocional, convierte el tiempo en algo gratificante y no solo funcional.
- Reconocimiento explícito del rol de los abuelos: Un agradecimiento sincero, gestos afectivos o atención a sus necesidades generan reciprocidad emocional y evitan que su contribución se sienta como un deber tedioso.
- Permitirles mantener sus propios espacios y aficiones: Es importante respetar su tiempo libre y sus propias actividades garantizando que colaboran desde el deseo, no desde la imposición.
Vínculos genuinos, veranos sostenibles
Generar un entorno familiar saludable implica replantear el cuidado multigeneracional como una opción consensuada, no como una exigencia automática. En verano, los abuelos pueden ofrecer seguridad emocional, relatos de experiencia y afecto intergeneracional; pero solo si ese rol está bien dimensionado.
El 46,7% que ya participa habitualmente, y el 28,6% que lo hace a diario, están realizando una labor fundamental. Sin embargo, si cae en ese 35% del que hemos hablado, y que sufre sobrecarga, pasa a ser un factor de deterioro físico y emocional. Por el contrario, cuando se mantiene dentro de límites razonables, quienes cuidan perciben beneficios cognitivos, sociales y una salud percibida mejor.
El reto reside en acertar esa proporción adecuada: acuerdo, distribución de tareas, respeto por el tiempo propio y reciprocidad afectiva. Solo así la relación entre nietos y abuelos se convierte en una fuente de enriquecimiento mutuo.
En resumidas cuentas, el verano no debe entenderse solo como una época de descanso o de modificación de horarios laborales, sino que puede adquirir un nuevo significado si se aborda con respeto intergeneracional. Fortalecer los lazos con los abuelos implica reconocer su rol, proteger su salud y construir dinámicas que atiendan su bienestar tanto como el de toda la familia.
