El fenómeno japonés de los 'Crying cafés' o convertir la emoción y lo bizarro en espacios seguros

Espacios destinados exclusivamente a quienes quieren liberar la tristeza, ansiedad o mal humor
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En un país en el que lo inusual es parte de su encanto cotidiano, Japón ha elevado la experiencia de tomar un café a una nueva dimensión, haciendo que el propio espacio en el que se degusta sea parte del atractivo. Desde espacios donde se alienta el derrame de lágrimas hasta cafés ambientados con maids, gatos y dinosaurios robot, estos locales redefinen la hospitalidad y la mirada cultural.
El fenómeno de los “Crying cafes”
En el barrio de Shimokitazawa (Tokio), aparecieron en 2020 espacios como Negative Café y Bar Mori Ōuchi, destinados exclusivamente a quienes quieren liberar la tristeza, ansiedad o mal humor. Se trata de locales en los que las emociones se pueden liberar sin juicio y que están “estrictamente abiertos solo para aquellos que se sientan azules”, y se facilita el desahogo emocional a través del llanto compartido o escuchado.
El funcionamiento de estos ‘crying cafes’ es sencillo. Antes de entrar, los visitantes eligen una sesion, después les ofrece herramientas como videos emotivos o historias tristes, y se les permite llorar libremente. Incluso hay establecimientos que ofrecen habitaciones privadas con más ayuda en forma de ambientación musical específica, muebles de tejidos suave, etc.
Un formato similar es el de los “crying clubs” o rui-katsu (“búsqueda de lágrimas”), donde grupos se reúnen en un entorno de apoyo emocional para compartir películas o videos que evoquen el llanto como forma de catarsis. Aquí, llorar en comunidad es voluntario, sin que nadie lo cuestione.

Más allá de los cafés, Japón ha abierto “crying rooms” en hoteles como el Mitsui Garden Yotsuya de Tokio. Se trata de habitaciones destinadas únicamente al llanto, que están equipadas con pañuelos, sábanas calientes, antifaces y películas conmovedoras para la inducción emocional como puede ser Forrest Gump. La privacidad del entorno permite que aflore el dolor con confort.
Ahora sí, la expresión “A llorar, a la llorería” empieza a cobrar auténtico sentido.
Los cafés más allá de los llantos: fauna, fantasía y mucho más
Más allá de estos cafés para llorar, tanto los nativos de Japón, como los visitantes del país nipón, tienen la oportunidad de disfrutar de un buen número de establecimientos que podríamos considerar, como mínimo excéntricos. Los más ‘clásicos’, si esta acepción puede usarse en estas circunstancias son los cafés temáticos con animales exóticos o fantasías de animación.
Por ejemplo, existe un hedgehog café en Tokyo, en el barrio de Roppongi, que permite interactuar directamente con 30 erizos por un precio de 9–12 euros la hora. Del mismo modo también hay cafés con serpientes, buhos, halcones e incluso pingüinos… Y los típicos cat cafes, de los que hay más de 150 en la capital japonesa.
Otra opción más extravagante, pero igualmente icónica, sería el Robot Restaurant, en el que bailarinas robot en bikini, dinosaurios mecánicos, fembots y tambores taiko se combinan en un show sensorial “raro por el placer de ser raro”.
Dentro del universo cosplay-dining, los maid cafés son los más icónicos. Fueron creados para entretener a otakus, y ofrecen un trato servicial de fantasía donde los clientes son tratados como señores o señoras de la casa por sus atentas asistentas. El fenómeno comenzó en un establecimiento en Akihabara en 2001 y ya se ha difundido más allá de Japón.

La contraparte son los butler cafés, donde la clientela, especialmente mujeres, son tratados como nobles de regreso a casa. El café Swallowtail, por ejemplo, recrea mansiones inglesas con decoración elegante, menús refinados y mayordomos entrenados que llaman a las clientes “ojōsama” (“milady”) o “dannasama”.
Resulta curioso también el caso del Tomodachiga Yatteru Café, que estuvo abierto entre abril de 2023 y septiembre de 2024, en el que donde actores o modelos “actuaban” como viejos amigos del cliente, saludándolo con frases como “¡Cuánto tiempo sin vernos!”. El concepto se viralizó en redes y fue un fenómeno de tendencia entre la Generación Z.
Por qué estas experiencias funcionan
Estos establecimientos pueden ser el sustitutivo de vínculos o emociones ausentes: llanto sin tabú en “crying cafés”, compañía felina en familias que no pueden tener mascotas, fantasía de cosplay para quienes buscan escapar de la rutina, amistades cercanas… El público, por su parte, aplaude estos espacios como válvulas donde la autenticidad emocional o el exceso intencional encuentran su lugar público.
Lejos de ser simples extravagancias, estos cafés revelan facetas profundas del alma colectiva japonesa: su apertura emocional, su capacidad de jugar con identidades y su deseo de sentir sin mediaciones. En un mundo cada vez más hipercontrolado, lugares como estos, donde llorar está permitido o donde un robot baila sin sentido, nos recuerdan que lo más incomprensible puede ser también lo más humano.

