Persiguiendo firmas: dentro del mundo de los mayores caza autógrafos
La mayor colección de autógrafos conocida es de un español, Ande Azcárate, con 15.000 rúbricas
Cuando nunca es suficiente: la fina línea que separa al coleccionista del acaparador
Entre flashes, empujones y sonrisas impostadas, hay un gesto que parece insignificante, pero que desata pasiones, obsesiones y hasta negocios millonarios: las firmas. El mundo de los caza autógrafos, que en la práctica son coleccionistas que recorren ciudades, hoteles y estrenos en busca del trazo único de un famoso, no es solo una extravagancia de fans. Es algo que ocurre por todo el mundo y que mueve emociones, archivos personales, subastas de miles de euros e incluso provoca críticas por parte de las propias estrellas.
Mientras algunos lo viven como una forma de preservar la memoria de un encuentro irrepetible, otros lo convierten en una estrategia meticulosa para rentabilizar cada rúbrica. Y en medio de esta dualidad entre la devoción y el comercio, surgen historias fascinantes: desde los cazadores profesionales que persiguen a Donald Trump por aeropuertos, hasta el asturiano que ha convertido su casa en un templo de autógrafos imposibles, y que ostenta la mayor colección del autógrafos del mundo.
Un buen ejemplo es el que ha recogido The Guardian, con Andrew Broughton, un coleccionista británico que ha acumulado cerca de 10.000 firmas, afirma que “Donald Trump fue muy difícil de conseguir”. Esa simple frase en realidad revela la complejidad de este mundillo, ya que conseguir una rúbrica puede costar tanto como tiempo, estrategia o conexión social. Broughton estima su archivo personal en unas 10 000 firmas.
De esta manera, los coleccionistas más concienzudos pueden llegar a viajar a estrenos de cine, ferias de cómics o realizar envíos epistolares. Además, tampoco es raro encontrarse con algunos de ellos pasando de la pasión a negocio. Jason Thanos, otro coleccionista, admite que “viajo para conseguir autógrafos que luego vendo” tras pagar vuelos, hotel y entradas. Y sin embargo, no todo es interés comercial, la coleccionista Clare Hodges atribuye a esta afición una función emocional, incluso de contención ante pérdidas personales.
Sin embargo, la reacción de los famosos a su acoso y particular derribo no siempre ha sido complaciente. En esta dirección, el entrenador del Manchester City, Pep Guardiola, advirtió a un grupo de jóvenes buscadores de firmas: “Iros al colegio… No malgastar aquí vuestro tiempo”. Esto evidencia una tensión ética: ¿es afición, negocio o intrusión?
Un fenómeno también “made in Spain”
Si dejamos de mirar al exterior, y nos fijamos en los coleccionistas de autógrafos patrios, nos encontramos con una escena propia. Sin ir más lejos, en Villaviciosa (Asturias) opera Ander Azcárate Perea, catalogado como “mayor caza‑autógrafos del mundo”. Su colección supera las 15 000 firmas con fotografía incluida. Con 50 años y más de tres décadas dedicadas a este menester, Azcárate empezó persiguiendo futbolistas del Real Oviedo y logró la firma del barítono José Carreras en 1988, lo que marcó un punto de inflexión para él.
Destacan en su colección rúbricas de personajes como Nelson Mandela, Michael Jackson, Pelé o de distintos miembros de la Casa Real Española. Esto demuestra que la pasión por la firma no es solo anglófona o de origen hollywoodiense: también tiene raíces en el coleccionismo español, buscando rúbricas tanto dentro, como fuera de nuestras fronteras. Azcárate describe su metodología de forma sencilla: “todos los autógrafos los tengo bien ordenados en carpetas temáticas, discos duros y en una tablet que me acompaña a todas partes.” Sin embargo, en el caso de este asturiano, todo es pasión, y no existe ninguna ambición monetaria, tal y como él mismo afirma “no los vendería ni por todo el oro del mundo” confiesa.
No obstante, el coste de conseguir estos particulares trofeos puede ser alto a todos los niveles. Thanos reconoce que “gasto unas 4.000 libras para asistir a un festival de cine solo para obtener autógrafos.” La línea entre afición intensa y vida consumida por ella se vuelve difusa. Además, el componente ético emerge con casos de famosos que han dejado de firmar para evitar reventa de su firma, como es el caso del actor Bill Hader.
Las personas detrás de la colección
El “cazaautógrafos” es una demostración de cómo la firma de una persona célebre funciona como objeto cargado de significado: encuentro, interacción, archivo, e incluso terapia. La práctica se mueve entre lo simbólico y lo comercial, y muestra cómo el famoso de turno y la memorabilia se interrelacionan con el colectivo y el individuo. Como resume Hodges en su entrevista: “Es un poco de adicción… Me mantiene en equilibrio”.
En definitiva, el mundo de los cazaautógrafos no es solo un pasatiempo curioso: es un microcosmos que combina cultura, mercado, archivo sentimental y obsesión. Desde el salón de una casa en Derby cubierta de retratos firmados hasta un pequeño concejo asturiano donde un hombre ha convertido la firma en colección vital, la afición trasciende fronteras. Y más allá del valor monetario, lo relevante puede ser lo que representa: un instante detenido, la firma que conecta con un momento de vida, y el reconocimiento silencioso de que cada estrella también firma nuestra historia.
