La vida de Isabel Ruiz Baraibar, de economista de éxito a adicta: "El alcohol abrió la puerta. La cocaína la cruzó"
Una reconocida directora financiera y asesora de bolsa que un día probó la cocaína y, en sus palabras, “no paré”
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De directora financiera de Prada y asesora en bolsa a definirse a sí misma, con brutal honestidad, como “la más cocainómana de Madrid”. La trayectoria de Isabel Ruiz Baraibar no es un guion de ficción, sino la historia real de cómo el brillo de la élite financiera puede esconder un vacío emocional capaz de arrasarlo todo. Su relato se ha dado a conocer en el pódcast Charlas Adictivas, donde condensa su caída y su recuperación en una frase demoledora: "El alcohol abrió la puerta. La cocaína la cruzó. El accidente la despertó".
Del éxito profesional al agujero que dejó un duelo mal resuelto
Isabel fue directora financiera de Prada, asesora en bolsa y una figura muy reconocida en el ámbito empresarial y social. Su vida giraba en torno a todo tipo de viajes, eventos y relaciones públicas, un ecosistema en el que el exceso parece casi parte del uniforme obligatorio.
Ese castillo de éxito empezó a resquebrajarse cuando murió su padre. A partir de entonces, “algo se quebró por dentro” y el consumo social de alcohol de los fines de semana se volvió más intenso, aunque todavía pareciera “inocente” a ojos de cualquiera. Hasta que un día probó la cocaína y, en sus palabras, “no paré”, hasta el punto de que esta droga se convirtió en una extensión de su vida, en la fiesta, en el trabajo y en su identidad.
De esta manera, Isabel se movía en su día a día “drogándome con gente de todo tipo empezando incluso por policías”, y siguiendo por CEOs, músicos y artistas, siempre alrededor de esa “rueda imparable” que es el consumo de drogas y la noche madrileña, hasta el punto de que ella misma se presentaba con ironía negra como “la más cocainómana de Madrid”.
Un accidente, un límite y un tratamiento “old school”
Pero, por supuesto, toda historia tiene su giro, y en este caso viene de la mano de los límites inequívocos que tiene el cuerpo y la mente humana. De este modo, una noche sufrió un accidente de tráfico del que no recuerda absolutamente nada. Ese sería su punto de inflexión: miedo, vacío y lucidez, alineados de golpe.
A partir de ahí, Isabel pidió ayuda e ingresó en un tratamiento “old school, rígido, disciplinado y profundamente transformador”. Un proceso duro, largo y confrontante, pero que ella señala como su auténtica tabla de salvación. Ese es el momento en que dejó de sostener su fachada de persona de éxito y empezó a reconstruir una vida en la que la sobriedad fuera posible.
La experiencia de Isabel encaja con lo que advierten profesionales de programas de recuperación como Mucho Mejor Sin, que se define en su web como “el primer programa de recuperación 100 % online” y cuyo método está orientado a aprender a vivir sin alcohol. Desde este enfoque, las adicciones se entienden como un trastorno que afecta tanto a nivel físico como mental y que no desaparecen solas.
De la élite financiera a la recuperación y el acompañamiento a otros
Hoy, Isabel ha conseguido dar un giro completo a su vida, hasta el punto de que lleva años sin consumir, vive en Santander, rema en traineras y acompaña a otras personas en su proceso de recuperación, como terapeuta y health coach, con una “honestidad brutal y una sensibilidad extraordinaria”.
Su historia encarna, de manera muy visible, una idea que repiten tanto terapeutas como proyectos de recuperación: la adicción no distingue entre clases sociales, carreras brillantes ni estilos de vida. El caso de Isabel rompe el estereotipo del “adicto” marginal y muestra cómo una economista con un perfil internacional, una agenda repleta y un aparente control de su vida puede terminar atrapada en una espiral de consumo. Al mismo tiempo, su testimonio subraya otro mensaje clave: que la recuperación es posible para cualquiera que dé el paso de pedir ayuda, aunque ese primer gesto llegue, como en su caso, después de haber tocado fondo en una carretera de noche.
