El secreto de Mariah Carey para mantenerse en forma a los 56 años
Ejercicio constante, dieta controlada y una serie de costumbres que ponen la puntilla
El truco para dormir mejor y conseguir un sueño reparador de Mariah Carey
A los 56 años, Mariah Carey sigue subiéndose al escenario con minivestidos de lentejuelas, con su decimosexto álbum, 'Here For It All', todavía caliente, y con su eterno 'All I Want for Christmas Is You' amenizando como cada año el mes de diciembre. En junio recibió por primera vez un galardón en los BET Awards, nada menos que el Ultimate Icon Award, reconocimiento a toda una carrera que se mantiene en activo y en buena forma física. Detrás de esa imagen que parece casi congelada en el tiempo no hay pócimas mágicas, sino una combinación muy concreta de movimiento diario, dieta casi monacal y unos rituales de autocuidado tan meticulosos como excéntricos.
Caminar para seguir cantando
Carey lleva años insistiendo en que no es una fanática del gimnasio, sino que prefiere rutinas que encajen en su agenda y que pueda sostener en el tiempo. En declaraciones recogidas por Us Weekly, explicaba que la clave es no dejar de moverse y planificar actividades asumibles en cada etapa de su vida.
El gesto más innegociable es caminar. La propia artista resume así su disciplina: “Me obligo a caminar a paso ligero todos los días, incluso en la cinta”. Esa caminata diaria, según ha explicado, funciona tanto como ejercicio cardiovascular moderado como válvula mental para desconectar de giras, ensayos y rodajes.
A ese mínimo diario suma, unas tres veces por semana, sesiones más estructuradas en las que combina cardio suave con ejercicios básicos de fuerza con su propio peso, priorizando la continuidad frente a la intensidad. Cuando el calendario lo permite, cambia la cinta por la piscina, alternando paseos de alrededor de una hora con 45 minutos de ejercicios acuáticos varios días a la semana para mantenerse “tonificada” sin machacarse.
Una dieta minimalista (y muy morada)
Si su entrenamiento parece razonable, su forma de comer es mucho más radical. En una entrevista reciente Carey admite que su menú diario se reduce casi por completo a un único plato: “Todo lo que como es salmón noruego y alcaparras cada día. Eso es todo”. Ella misma reconoce que su dieta le resulta “deprimente”, pero la asume como peaje para mantener la figura en un entorno hiperexpuesto.
Ese esquema encaja con lo que ha explicado en otras entrevistas: menús muy simples, basados en proteínas magras, con fuerte restricción de azúcares añadidos, pan, harinas refinadas y ultraprocesados. Cuando tiene antojo dulce, prefiere pequeñas porciones de fruta fresca antes que bollería industrial y reparte la ingesta en varias comidas de menor tamaño a lo largo del día para mantener la energía estable.
En los últimos años, además, ha popularizado lo que la prensa ha bautizado como su “dieta morada”: una pauta rica en alimentos con pigmentos violáceos, como rándanos, uvas negras, moras, ciruelas, berenjena o col lombarda, por su contenido en antocianinas antioxidantes, siempre como complemento a ese eje de salmón y alcaparras.
Su obsesión por vigilar lo que come no es gratuita. Durante el embarazo de sus gemelos, la cantante reconoció que desarrolló diabetes gestacional y que tuvo que extremar el control nutricional; una vez superado el embarazo, aseguraba estar “bien” pero insistía en que “hay que ser cuidadosa, nutricionalmente”. Esa experiencia marcó su relación con la comida y refuerza hoy su disciplina con los hidratos y el azúcar.
Leche fría, luz suave y cero tabaco
Más allá del gimnasio y del plato, el resto del “secreto” de Mariah Carey está en una colección de manías convertidas en rutina. Una de las más comentadas es su afición a los baños de leche fría. De hecho en una entrevista con The Guardian negaba que se bañara en agua mineral francesa y lo corregía con un simple “no, me baño en leche”, señalando estos baños fríos como parte de su ritual de belleza.
La luz es otra línea roja. La artista ha confesado tener “una aversión extrema a la luz cenital” y preferir siempre lámparas y puntos de luz suaves. Esa obsesión se ha convertido en norma, y evita la iluminación dura tanto en casa como en eventos, buscando entornos lumínicos que la favorezcan y la hagan sentir cómoda.
También está el tabaco, del que se despidió hace décadas. Carey contaba que solía fumar “con bastante frecuencia” entre los 12 y los 18 años, pero que dejó el cigarrillo de un día para otro y no volvió a tocarlo, hasta el punto de declarar que ahora detesta el humo. La decisión tuvo un motivo estrictamente vocal, para proteger toda su carrera.
La edad, un número que no existe
La última pieza del puzle es mental. En una conversación reciente con Harper’s Bazaar UK, Carey decía que no “conoce” ni el tiempo ni los números y que simplemente no reconoce el paso de los años. Ya en entrevistas anteriores había hablado de “aniversarios” en lugar de cumpleaños y de su lema #eternally12 para rehuir el peso simbólico de las cifras.
En el fondo, el “secreto” de Mariah Carey para mantenerse en forma a los 56 parece menos una fórmula mágica que una suma de pequeñas decisiones muy constantes como caminar todos los días, entrenar con moderación, comer casi siempre lo mismo, aferrarse a sus rituales de belleza y, sobre todo, negarse a que un número determine cómo se ve ni cómo se muestra. El resto ya lo pone ella.
