Bienestar

¿Qué es más importante para la salud: hacer ejercicio o dormir bien?

¿Hacer ejercicio o dormir?. Julia Mikhaylova - Getty Images
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La pregunta parece sencilla, pero en realidad describe a la perfección un problema moderno: el hecho de que casi nadie dispone de tiempo (ni energía) para cumplir, a la vez, con todo lo que recomiendan las guías de salud. Un estudio mundial lo ilustra con crudeza: “Alrededor de una de cada ocho personas del estudio global dormía lo suficiente y hacía ejercicio”, y “Casi el 17% de los participantes dormía una media de menos de siete horas y daba menos de 5.000 pasos al día”. Además se hace esta afirmación tras observar durante 3.5 años a más de 70.000 participantes de todo el mundo.

Así que la cuestión real no es “qué es mejor” en abstracto, sino qué conviene priorizar cuando hay que elegir.

El sueño como palanca: cuando descansar es lo que te permite moverte

Dormir no es un premio, es una condición de base, y los expertos lo dejan claro en una frase que no admite negociación: los adultos (18 años en adelante) deben dormir de 7 a 9 horas al día. Después, si esto lo llevamos a la parcela de la salud cardiovascular, la American Heart Association lo formula con un tono casi de advertencia, diciendo que “dormir bien todas las noches es vital para la salud cardiovascular”. 

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Lo interesante del nuevo estudio es que no se presenta el sueño como un “extra”, sino como un posible motor del resto del comportamiento saludable. De esta forma, se afirma que la clave para ser más activo, según los investigadores, reside en descansar lo suficiente y que “Dormir entre seis y siete horas por la noche se asocia con el mayor número de pasos al día siguiente”. 

Pero, sobre todo, introduce una idea práctica para la vida real: “si se dispone de poco tiempo, se puede considerar la posibilidad de dormir antes de hacer ejercicio.” Esa frase no “gana” el debate por decreto, pero sí desplaza el marco. De esta manera, si vas justo, dormir puede ser la condición previa que haga posible el ejercicio, en vez de algo que se sacrifica para “cumplir”.

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El ejercicio que cabe en la vida real: lo mínimo eficaz (y por qué cuenta)

Dicho esto, el movimiento no es optativo si hablamos de salud poblacional. La OMS recuerda que la actividad física regular es “fundamental” para prevenir y ayudar a manejar las cardiopatías, la diabetes de tipo 2 y el cáncer, así como para reducir los síntomas de la depresión y la ansiedad, disminuir el deterioro cognitivo, mejorar la memoria y potenciar la salud cerebral. 

Y cuando aterriza la recomendación de la OMS, también es concreta. Hay que realizar por lo menos de 150 a 300 minutos de actividad física aeróbica de intensidad moderada o vigorosa por semana para todos los adultos. De hecho, el Ministerio de Sanidad lo expresa con el mismo espíritu de mínimos alcanzables: “150 minutos de actividad física moderada” o “75 minutos de actividad física vigorosa” (o combinación equivalente) y, si se puede, el escalón de “Beneficios Extra: 300 minutos”. 

Lo importante, para no convertir esto en un examen, es la idea de “progreso” y no de buscar constantemente la perfección. Cuando una persona no alcanza las recomendaciones, se recomienda aumentar poco a poco su nivel de actividad. 

Entonces, ¿qué es “más importante”, dormir o hacer ejercicio?

Si hablamos de prioridades cuando la agenda aprieta, el estudio ofrece una pista útil: mucha gente no llega a todo y, en ese escenario, los investigadores sugieren que priorizar el sueño puede ser una estrategia más realista para empujar el resto de hábitos saludables. 

Si hablamos de salud a largo plazo, la respuesta adulta es menos binaria: dormir lo suficiente (7 a 9 horas) es un suelo, y moverse (150 a 300 minutos semanales) es un pilar. En 2026, quizá la pregunta más inteligente no sea “¿qué elijo?”, sino “¿qué tengo que asegurar primero para que lo otro sea sostenible?”. Y ahí, para mucha gente, el primer paso no está en las zapatillas: está en la hora de acostarse.