Australia y Nueva Zelanda: dos maneras de apoyar a Ucrania en un mundo polarizado

  • Canberra está contribuyendo con material militar, mientras que Wellington se niega a donar armas y componentes letales

  • La primera ministra kiwi, Jacinda Ardern, defiende una política exterior independiente y no quiere ser encasillada como aliada indivisible de la OTAN

  • Australia y Nueva Zelanda comparten valores, aunque su estrategia global es distinta y está muy condicionada por China

Las dos potencias del Pacífico Sur, Australia y Nueva Zelanda, suelen ir de la mano a la hora de tomar decisiones que tengan que ver con su rol en el tablero geopolítico. Aunque no forman parte de la OTAN, existe un fuerte vínculo con la Alianza (son dos de sus ‘socios globales’ más importantes junto a Japón y a Corea del Sur) y con Estados Unidos. Ambas naciones fueron invitadas a la Cumbre de Madrid en julio y han sido de las más activas a la hora de condenar a Rusia y de ayudar a Ucrania. Sin embargo, en su contribución hay una diferencia que posiciona a estos países vecinos de distinta manera en el contexto global actual: Wellington se ha mostrado reticente a proporcionar ayuda letal a Kiev, mientras que Canberra sí lo ha hecho.

La razón oficial por la que Nueva Zelanda, con su primera ministra Jacinda Ardern a la cabeza, ha optado por no brindar este tipo de asistencia es porque no quiere contribuir a una carrera armamentística que sirva para escalar éste u otros conflictos futuros. Bajo este argumento subyace una interpretación: donar armamento crearía un precedente que generaría ciertas expectativas en los países occidentales -y presiones- en situaciones futuras similares. A Nueva Zelanda le conviene tener cierta flexibilidad en su política exterior y no ser una nación completamente vinculada a la OTAN, especialmente a los ojos de China. A pesar de que el ex primer ministro, John Key, firmó en 2012 un acuerdo de cooperación con la Alianza y que las fuerzas militares neozelandesas formaron parte de la ocupación de Afganistán durante 20 años, Ardern ha cambiado su estrategia y muchos analistas apuntan a que no quiere romper puentes clave con Pekín: no quiere que su país sea percibido como socio indivisible a la OTAN. Al menos así se entiende después de los recientes discursos que Ardern ha pronunciado en Madrid y Sídney. 

Sus opositores critican que la primera ministra está siendo laxa con China aunque haya criticado su no condena a Rusia y el ataque a los derechos humanos en Xinjiang. A pesar de ello, se le echa en cara el no haber afirmado categóricamente si defenderá a Taiwán en caso de una invasión por parte del Ejército de Liberación chino o su reticencia a contribuir a que el mundo quede dividido por dos bloques cada vez más antagónicos. Su discurso en Madrid durante la Cumbre de la OTAN levantó algunas cejas entre los países occidentales. 

“Nueva Zelanda no está aquí para ampliar alianzas militares. Estamos aquí para contribuir a un mundo que reduzca la necesidad de recurrir a ellas”, aseguró en una comparecencia que duró tres minutos. “Tenemos una política exterior ferozmente independiente. También somos una de las democracias liberales más antiguas y estables”, aseguró antes de llevar la contraria a Joe Biden a la hora de describir la situación de inestabilidad global actual: “Este conflicto no debe caracterizarse como una guerra de Occidente contra Rusia, o incluso de la democracia contra la autocracia, no es ninguna de las dos cosas. Más bien es una guerra de Rusia contra todos aquellos que tienen un sentido básico de la humanidad y deciden actuar en consecuencia”. 

Jacinda Ardern critica a Naciones Unidas

El país oceánico navega entre dos aguas y prefiere no ser etiquetado de manera categórica. Otra muestra de esta independencia es su visión de las Naciones Unidas, organización a la que ha tildado como el paradigma del “fracaso de las instituciones multilaterales”. “En los últimos tiempos no ha habido mejor ejemplo de ello que la incapacidad de la ONU para responder adecuadamente a la guerra de Ucrania debido a la posición adoptada por Rusia en el Consejo de Seguridad. En estas circunstancias, esperar a que nuestras instituciones multilaterales actúen no es una opción para Nueva Zelanda. Aquí, cuando el sistema falla, buscamos asociaciones y enfoques basados en el segundo principio de nuestra política exterior independiente, nuestros valores”, aseguró en un reciente discurso en Sídney.

Más allá de las críticas, también hay quien aplaude la autonomía en las decisiones de Ardern, quien se ha esforzado en mostrar su oposición a Rusia y su disposición a ayudar a Ucrania de una manera singular. Por el momento, no ha cedido a la presión iniciada por el propio presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que le ha pedido asistencia armamentística, y se ha mantenido fiel a “su visión y a sus valores”. La asistencia a los ucranianos ha sido de alrededor de 10 millones de euros (16.6 millones de dólares neozelandeses) destinados a apoyo militar no letal (combustible, raciones de comida para los soldados, comunicaciones, material de primeros auxilios, apoyo en inteligencia y la obtención de imágenes satelitales). En esta cantidad se incluyen alrededor de cuatro millones de euros para que Ucrania adquiera armas y munición a través del Reino Unido, punto que ha levantado algunas ampollas porque, a pesar no estar ofreciendo asistencia de manera directa, sí lo está haciendo indirectamente. También se ha cedido personal militar para labores de inteligencia y material pesado para logística. La cooperación humanitaria ha ascendido a casi cinco millones de euros de contribución directa y 36 millones de euros destinados a subvencionar a organizaciones que se encarguen de estas labores. A esto se le unen las sanciones a oligarcas rusos, las sanciones económicas y comerciales, y la confirmación de Nueva Zelanda como tercera parte contra Rusia en el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. 

Australia, un país de alianzas generoso con Ucrania

La contribución militar de Nueva Zelanda a Ucrania ha sido de 10 millones de euros (un 0.004 por ciento del producto interior bruto de 2021) y la de Australia ha sido de alrededor de 263 millones de euros (un 0.019 por ciento del PIB, es decir, cinco veces superior). De hecho, Canberra está siendo uno de los países más generosos del mundo en este sentido. Además, su contribución ha incluido material de armamento, a diferencia de Nueva Zelanda, donde se incluyen 60 vehículos de infantería Bushmaster, 28 tanques M113AS4, obuses M777, además de una cantidad de armas y munición que no ha trascendido. Los esfuerzos en este sentido han sido realizados por el Gobierno conservador de Scott Morrison y también por el salido de las elecciones de mayo, liderado por el laborista, Anthony Albanese. Ambos primeros ministros han compartido su apoyo a Ucrania y Albanese visitó el país hace pocas semanas. Tanto en Kiev, junto a Zelenski, como durante la cumbre en Madrid, el primer ministro australiano dejó claro el papel de Australia como nación indivisible a la estrategia de la OTAN. 

“Al apoyar la paz y la soberanía en Europa, estamos subrayando nuestro férreo compromiso con estas normas en nuestra propia región, el Indo-Pacífico”, aseguró. “Reconocemos que existe una competencia estratégica en nuestra región, y Australia no tiene miedo de alzarse con todos los países de nuestra región para lograr un Indo-Pacífico abierto, inclusivo y próspero. Bajo mi Gobierno, será a través de las acciones de Australia que verán nuestra determinación. Trataremos este asunto de forma madura, con firmeza y resolución”, agregó.

Una de las misiones de Albanese es la de limar asperezas con China, cuyas relaciones bilaterales están viviendo el peor momento en décadas. El cambio de Gobierno ha abierto las puertas para una pequeña mejora, sin embargo su fuerte posicionamiento en el tablero geopolítico actual hacia el bloque occidental en un contexto cada vez más polarizado no ayuda. Australia y Nueva Zelanda comparten valores, sin embargo, los primeros están mostrando una mayor actividad de alianzas, no sólo a través de su apoyo incondicional a la OTAN, también porque son miembros del QUAD (Diálogo Cuadrilateral de Seguridad junto a India, Japón y EE.UU.) y del AUKUS (pacto de seguridad con Reino Unido y EE.UU.). Todo ello para contrarrestar el dominio de Pekín en la región. Wellington se ha mantenido al margen de estas coaliciones y, a juzgar por la naturaleza de su apoyo a Ucrania, todo indica que seguirán diferenciándose de Canberra en un aspecto fundamental: su independencia.