Mijaíl Gorbachov y Vladimir Putin, dos líderes rusos que se odiaban entre sí

  • Vladimir Putin ha destacado en un frío mensaje la "gran influencia" de Mijaíl Gorbachov en la historia y su papel en un periodo "dramático" de Rusia

  • Vladimir Putin culpaba a Mijaíl Gorbachov de propiciar la caída de la Unión Soviética

  • Muere Mijaíl Gorbachov, el último líder soviético

Rusia apenas recuerda al expresidente soviético, Mijaíl Gorbachov fallecido este martes en Moscú. Solo un siete por ciento de los ciudadanos rusos han confesado tener una buena imagen de él. Su muerte ha sido recordada por Vladimir Putin con un frío mensaje. Entre ambos mandatarios se estableció una fuerte relación de odio y rechazo a cuenta del protagonismo de Gorbachov en la caída del bloque soviético.

Es imposible no enfrentar el legado de Gorbachov con el hombre que, desde hace meses, bombardea cada día Ucrania. El Nobel de la Paz frente a un Vladimir Putin que alardea de su capacidad para sembrar el miedo. El político que se abrió a Europa frente a quien se ha convertido en su mayor amenaza. 

A Putin le gusta compararse con Pedro el Grande, pero si hay un líder ruso que se haya parecido al zar que quiso abrirse a Europa, ese es Mijaíl Gorbachov. 

La televisión rusa ha recordado a Mijaíl Gorbachov asegurando que era un "romántico seducido por Occidente"

Quizá por eso, el hombre que pilotó el final de la Unión Soviética -la gran tragedia del siglo XX para Putin-, no es visto con buenos ojos por el Kremlin. Su portavoz lo ha llamado "romántico seducido por Occidente". Lo más bonito que le ha salido al presidente es decir que "influyó enormemente en la Historia mundial".

La televisión pública rusa ha despachado su muerte con un breve titular. Gorbachov es todo lo contrario al actual círculo de poder. Si él habló con honestidad , ahora se prohíbe hablar de guerra y se persigue al disidente. Allí donde hubo transformaciones, tardías posiblemente, hoy hay corrupción. En fin, frente a la apertura federal, inmovilismo imperial.

Los líderes europeos, desde el canciller alemán Olaf Scholz al primer ministro británico Boris Johnson, aplauden la valentía de Gorbachov. Y, sin embargo, hay algo de culpa en la actitud que tuvo Occidente hacia esa Rusia confiada y a la vez debilitada. Pudo no haberla despreciado, pudo no haberla dejado caer en el caos. Ahí encontró Putin el abono para su discurso de potencia herida y agraviada.