La batalla por el alma del Partido Laborista británico

  • La delicada tregua entre los seguidores del actual líder, Keir Starmer, y los de su predecesor se ha acabado

  • El negarse a readmitirlo en el grupo parlamentario para recuperar la confianza de una parte de la comunidad judía tras las alegaciones de antisemitismo pone en jaque la unidad de la formación

  • Jeremy Corbyn ya ha puesto la cuestión en manos de sus abogados y el rifirrafe podría acabar en los tribunales

Mientras el Primer Ministro, Boris Johnson, intenta poner, sin éxito, el cronómetro a cero para empezar una nueva era, el principal partido de la oposición está enfrascado en una complicada batalla: la del ala más de izquierdas del partido, que representa Jeremy Corbyn, y una más de centro, del actual líder, Keir Starmer.

Las alegaciones de antisemitismo mantienen a la formación sumida en una crisis que ha empeorado después de que esta semana Starmer haya decidido mantener castigado a su antiguo jefe, negándose a readmitirlo en el grupo parlamentario, para contentar así a una parte de la comunidad judía.

¿Qué está realmente pasando en el Partido Laborista? ¿Cómo se ha llegado a esta situación extraordinaria? Para entenderlo hay que remontarse unos años atrás y no basta leer la prensa generalista, sino también publicaciones especializadas y las redes sociales para entender el sentir de sus miembros, incluidos los sindicatos y las distintas agrupaciones de judíos afiliados al partido.

El mandato del activista Corbyn

Jeremy Corbyn, de 71 años, llegó por sorpresa a la dirección de la formación en 2015. Su aterrizaje desencadenó una oleada de afiliaciones y el partido se convirtió en la formación política de Europa Occidental con más miembros: 552.835. Algunos dicen que, gracias a él, recuperaron “la ilusión”. Su mensaje contra la austeridad caló y conectó con activistas a los que les gustaba “su cercanía” y el hecho de que hablase “como un ser humano”.

No solo consiguió el apoyo de los jóvenes sino de aquellos que habían dejado el partido hastiados por el comportamiento de Tony Blair (1997-2007) y su Nuevo Laborismo, pero, especialmente avergonzados por la guerra de Irak, que el Parlamento había aprobado basado en las mentiras del entonces líder. Precisamente Corbyn fue uno de los que se rebeló y votó en contra de la decisión de su partido de intervenir en aquel país.

A lo largo de su mandato, este líder con corazón de activista, tuvo que enfrentarse constantemente al ala moderada de su partido, que hizo distintas maniobras sin éxito para deshacerse de él. Incluso llegó a forzar unas nuevas primarias en las que fue reelegido de nuevo por un margen aún mayor. Y es que una parte de la formación estaba convencida de que sería imposible ganar unas elecciones generales mientras él siguiese al frente.

La despedida de Corbyn llegó precisamente tras los comicios de diciembre del año pasado. Este no pudo con un Boris Johnson que exhibía su exitoso lema de campaña Get Brexit Done. Además recibió un gran mazazo: distritos electorales del norte de Inglaterra, que habían sido tradicionalmente laboristas acabaron en manos tories, en buena parte por esa promesa de los conservadores de implementar la salida del país de la Unión Europea.

Denuncias por antisemitismo

Durante su mandato uno de los problemas a los que se enfrentó fue el de las alegaciones por antisemitismo en el seno del partido. Se abrió una investigación, se recibieron más de 600 quejas por parte de sus miembros, se suspendió a 96 afiliados y se expulsó a 12. Un tiempo antes el ex alcalde de Londres, Ken Livingstone, había dejado ya el partido, después de que se abriese un expediente disciplinario por unas polémicas declaraciones.

Corbyn aseguraba que se tomaba las denuncias en serio, pero a sus detractores no les bastaba; seguían pidiendo su cabeza. Una de las que personas que fue más dura es la ahora ex diputada Luciana Berger, que denunció ser intimidada, recibir amenazas en las redes sociales y llegó a presentarse en un congreso del partido con escolta policial. Acabó dimitiendo y creando, junto con otros seis parlamentarios laboristas críticos con Corbyn, el partido Change UK, que duró solo 8 meses.

Israel y el pueblo palestino

Unos años antes, en 2016, un comité parlamentario concluyó que “no es antisemita criticar al Gobierno de Israel”. Sin embargo, algunos han usado las críticas de algunos laboristas al régimen de Benjamin Netanyahu para atacar al partido. Un documental de la cadena de televisión al Jazeera denunció actuaciones en este sentido de la Embajada de Israel en Londres para desprestigiar a políticos británicos que defendiesen los derechos de los palestinos, como es el caso de Corbyn.

‘The Lobby’, emitido en 2017, usó grabaciones con cámara oculta para exponer a una agrupación de miembros del partido llamada ‘Labour Friends of Israel’, que promueve las relaciones entre ambos países. Esta organización denunció al programa, pero el regulador británico Ofcom dio la razón al canal. Dicho reportaje llevó también a la expulsión del Reino Unido de un diplomático israelí que aparecía en ese documental, Shai Masot.

Cambio de dirección

Keir Starmer es líder desde abril, pero no un desconocido. Fue el responsable del Brexit en el grupo parlamentario de Jeremy Corbyn. Este abogado de derechos humanos, de 58 años, fue promocionado durante el mandato del Primer Ministro laborista, Tony Blair, a director de la Fiscalía (2008-2015). Desde 2015 es diputado del distrito de Holborn y St Pancras de Londres, la ciudad en la que nació.

Cuando Boris Johnson decretó el confinamiento el pasado 23 de marzo su partido llevaba una ventaja a los laboristas de más de 20 puntos. Sin embargo, en noviembre Starmer le pisaba los talones e incluso durante el verano alguna encuesta revelaba que los votantes lo veían como un mejor Primer Ministro que el actual.

Sin embargo, desde su llegada a la dirección, la formación ha perdido más de 56.000 afiliados y esta semana el sindicato que representa a los panaderos del país ha amenazado con desligarse del partido. El ala más de izquierdas siempre ha recelado de este político que tiene el título de “sir”, concedido por la Reina Isabel II por sus servicios a la Corona, aunque él prefiere que le llamen simplemente Keir.

Veredicto explosivo

En mayo del año pasado, cuando Corbyn todavía estaba al frente de la formación, la Comisión para la Igualdad y los Derechos Humanos inició una investigación independiente. Su informe, publicado hace unos días, concluyó que durante el mandato Corbyn se habían producido “actos de acoso y discriminación” y que “no se hizo lo suficiente para prevenir el antisemitismo”.

Starmer respondió diciendo que era “un día vergonzoso para el Partido Laborista”. Pidió perdón a la comunidad judía y prometió implementar las recomendaciones, un “cambio de cultura” y “tolerancia cero” hacia el antisemitismo. Lo que no se esperaba es que Jeremy Corbyn reaccionase a dicho informe, pero este consideró que era injusto y se defendió diciendo que “la magnitud del problema se había exagerado por razones políticas por nuestros oponentes dentro y fuera del partido y por los medios de comunicación”.

El que fuera número 2 de la formación durante la era Corbyn, Tom Watson, a menudo muy crítico con él, asegura que “debería haber sido más contrito y aceptar la conclusión, aunque no estuviese de acuerdo con la magnitud del problema”.

Sus palabras llevaron a que el partido lo suspendiese de militancia y le apartase del grupo parlamentario. Esta semana (solo nueve días después) la Ejecutiva Nacional de la formación decidió readmitir a Corbyn, después de escuchar una rectificación del ex líder laborista. Sin embargo, Starmer, para sorpresa de muchos, ha decidido que siga fuera del grupo en la Cámara de los Comunes durante tres meses, lo que significa que continuará como parlamentario independiente. Corbyn es diputado del distrito londinense de Islington North desde 1983.

Sus seguidores han puesto en marcha una petición vía Change.org. Estos denuncian que Starmer está actuando como un “dictador” y debaten sobre si presentar mociones contra él o crear una nueva formación política. Mientras tanto, Corbyn ya ha puesto la cuestión en manos de su abogado y el rifirrafe podría desencadenar una batalla legal.

Judíos pro y contra Corbyn

La organización Jewish Labour Movement, que lidera la más reconocida enemiga del ex líder laborista, la diputada Margaret Hodge, ha condenado la decisión de devolver el carné de afiliado a Corbyn. Sin embargo, Jewish Voice for Labour lo defiende. Esta es la misma entidad que en julio del año pasado publicó el documento ‘Las cincuenta veces que Jeremy ha estado del lado del pueblo judío’.

Otro de sus defensores es Andrew Feinstein, miembro del partido y ex diputado de Sudáfrica durante el mandato de Nelson Mandela. “No hay pruebas para decir que sea antisemita”, dice este judío que ahora vive en el Reino Unido y fue el primer parlamentario en ese país que introdujo una moción sobre el Holocausto. Su madre perdió 39 miembros de su familia en el campo de concentración de Auschwitz y da charlas sobre prevención del genocidio.

El activista laborista Owen Jones cree que “los que tienen que ser expulsados del partido son los antisemitas. Pero no creo que Corbyn lo sea. Starmer era parte del equipo de Jeremy. Si hizo campaña por él para que fuese un primer ministro antisemita en las pasadas elecciones y sirvió en su gabinete en la sombra, eso sería una deshonra moral. Si ese fuese el caso, yo habría dimitido”.

Crisis de difícil solución

De puertas para afuera, el partido parecía estar reviviendo con su nuevo líder. En las sesiones de control al Primer Ministro en la Cámara de los Comunes, Starmer, como si de un juicio se tratase, ha conseguido poner en jaque a Boris Johnson con sus técnicas de fiscal. Y su estrategia, en la que ha combinado crítica pero también oposición constructiva, ha sido muy aplaudida.

De puertas para adentro, el partido se enfrenta a una profunda crisis. Starmer había prometido unificar la formación y recuperar la confianza de la comunidad judía. Sin embargo, el priorizar lo segundo a expensas de lo primero podría, según los analistas, generar una “guerra civil”.

A pesar del descenso de militantes, el Partido Laborista sigue contando con unos 495.000 afiliados. Es la mayor formación política del Reino Unido, muy por delante de los conservadores, que cuentan con 180.000. Pero, desde que Gordon Brown perdiese las elecciones de 2010 frente a David Cameron, no ha habido ningún primer ministro laborista en Downing Street.

¿Tiene Keir Starmer posibilidad de conseguirlo? Boris Johnson gobierna en este momento con mayoría absoluta y los próximos comicios están previstos para mayo de 2024. Esa fecha parece lejana y quedan muchos retos por delante, como superar la pandemia y la crisis económica que ha desencadenado. A corto plazo, el actual líder se enfrenta al reto de recuperar la confianza del ala más de izquierdas de la formación y, a largo plazo, posicionarse como un líder que seduzca a votantes que no son tradicionalmente laboristas. Mientras tanto, la batalla por el alma del partido continúa. Y no está claro que Starmer sea el ganador y, por tanto, el que lidere la formación cuando los británicos vuelvan a las urnas.