La locura de las drogas

ESPERANZA CALVO/BERNI VILA 15/04/2011 11:44

La adolescencia es un período altamente vulnerable para el cerebro humano. El lóbulo frontal, que es el que permite tomar decisiones midiendo las consecuencias a largo plazo, todavía no está maduro. Imagínense el efecto que provoca una raya de cocaína, o una pastilla de éxtasis cuando penetran en el organismo de un joven de 14 o 15 años. "El adolescente, por mucho que le digamos que la droga es mala y peligrosa, no tiene consciencia del riesgo. Convertirse en un adicto es una lotería, si no sabes si eres candidato y consumes la sustancia, entras en el juego" advierte la psiquiatra del centro, Raquel Rebolledo. "Las enfermedades mentales aún no han dado la cara en la adolescencia, se acaban diagnosticando entre los 20 y los 30 años. Si ese joven se siente mal, y entra en contacto con esa sustancia, la que sea, para paliar su malestar, termina abusando como un intento malo de automedicación. Al final saldrá a la luz un cuadro en el que no se sabe qué fue antes, si la enfermedad mental o la adicción" asegura.

Para entenderlo mejor la doctora nos presenta a Alejandro. Consumió su primera raya de cocaína a los 15 años. A los 17 ya la tomaba todos los días. Y a los 32, tras intentar dejarla varias veces, tocó fondo. "Yo era un adolescente con una falta de autoestima terrible, tenía una timidez casi absurda. No sabía lo que me pasaba, hoy sé que se llama trastorno de personalidad. Pero probé la cocaína y pensé que era la solución a mi problema. El resultado es que he destrozado mi vida. En mi última recaída yo consumía 3 o 4 gramos diarios, con una dependencia terrible, no podía estar sin consumir".

Hoy camina hacia la recuperación total tras haber pasado por otros centros de desintoxicación sin éxito. "He estado en otros tratamientos muy diferentes a éste, sólo de cocaína. No los quiero criticar, pero a mi no me funcionaron porque sólo se trabajaba la deshabituación a la sustancia. Nunca hablamos de la verdadera raíz del problema que está en mi cabeza".

El programa, de financiación pública, dura seis meses. Durante los tres primeros, el paciente se somete a un aislamiento absoluto. Es necesario para limpiar su cuerpo de drogas y así poder determinar qué tipo de enfermedad psiquiátrica le atormenta. Los otros tres meses transcurren en el centro de día, compartiendo terapia con otros pacientes y afrontando una nueva vida sin la sustancia. María está a punto de superar la primera etapa. El alcohol y la anorexia crean en su cuerpo una mezcla explosiva que casi le cuesta la vida. "Puedo pasar un par de días o tres sin comer nada, solamente mantenida por las copas de rioja, sin comer nada a penas" relata, a la vez que se enorgullece de llevar 3 meses sobria. También intenta ganar peso, aunque los médicos no le dejan ni mirar la báscula. Se obsesiona con facilidad.

"¿Que qué fue primero? La anorexia, pero la anorexia sigue ahí, está como en estado de larva y cuando me siento mal o tengo problemas recurro al alcohol, no para sentirme bien sino para sentirme menos mal" María nos habla de días sin comer regados con litros de vino, con vermú o copas. Un cóctel explosivo que casi le cuesta la vida. Aunque ya ha encontrado ayuda para recobrar las ganas de vivir.

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