El paraíso de los apasionados del motor está en Arteixo: “Nos han querido comprar toda la colección”

Ángel Jové puso en marcha el MAHI (Museo de Automoción e Historia) hace poco más de un año y ya se ha convertido en un lugar de referencia
Exponen 300 piezas entre las que se encuentran prototipos, coches de competición, camiones e incluso tranvías, siempre desde un enfoque cultural
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El Museo de Automoción e Historia de Arteixo (MAHI) no es solo un lugar donde se exhiben coches clásicos y artefactos históricos; es un espacio único que conecta la evolución tecnológica con el contexto social que la rodea. Bajo la visión de Ángel Jové, su fundador y alma máter, el museo ha logrado consolidarse como una referencia cultural, atrayendo tanto a apasionados de la automoción como a familias y curiosos del pasado. Sin embargo, la magnitud de su colección y la calidad de su enfoque han despertado el interés de instituciones y coleccionistas internacionales que han ofrecido adquirir toda la colección.
“Algunos visitantes, e incluso entidades, han mostrado interés en comprar toda la colección o replicar el concepto del museo en otros países. Me llena de satisfacción que lo que valoran es nuestro enfoque: un museo familiar, cultural y didáctico”, explica Jové.
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La historia del MAHI se remonta a los años 80, cuando Ángel Jové y su hermano empezaron a interesarse por los “hierros”, como llamaban cariñosamente a los coches antiguos. “La pasión por los coches nos la inculcó mi padre. Comenzamos restaurando pequeñas cosas, más por disfrutarlas que por otra cosa”, recuerda Jové.
Sin embargo, no fue hasta 1998, tras el fallecimiento de su hermano, que su padre decidió dar un giro a esta afición y planteó la posibilidad de crear un museo. “Cuando falleció mi hermano, mi padre tomó la decisión de que, cuando tuviéramos algo digno, haríamos un museo. Pero con una visión diferente a la de los museos de automoción tradicionales”.
El gusanillo de crear algo como lo que ahora es MAHI siempre estuvo ahí. “Mi padre, que corría en moto y fue probador de la marca Bultaco, pudo ser el detonante de que terminase creando el museo”, explica Jové, que además rememora cuál fue el primer clásico que cayó en sus manos: “El primer coche que consideramos clásico fue un Seat 1500, pero no creo que eso fuera el inicio como tal”.

Para Jové, las piezas que alberga tienen un valor que va más allá de su estética o rareza. Por eso todas son importantes. Por eso no se puede quedar con ninguna si le dan a elegir. “En nuestro museo buscamos una interrelación con la historia. Las piezas no son solo objetos expuestos; explicamos el contexto histórico y social en el que se desarrollaron. Para nosotros, ese contexto es más importante que la pieza en sí. Aunque tenemos piezas únicas y espectaculares, siempre damos prioridad a aquellas que han tenido un significado social”, señala.
Las piezas no son solo objetos expuestos; explicamos el contexto histórico y social en el que se desarrollaron
Cierto es que él tiene especial devoción por las que están ahora mismo bajo su ‘tutela’: “Para mí, los coches se disfrutan cuando los compras y los restauras. Una vez almacenados, el grado de satisfacción es menor. Ahora mismo, estamos restaurando tres o cuatro coches, y esos son los más importantes para mí en este momento”.
Este enfoque queda patente en la manera en que restauran los vehículos. Cada coche cuenta una historia, y al intervenir en ellos, el equipo del MAHI busca preservar esos relatos. “Cuando restauramos un coche, lo primero que hacemos es decidir la cronología en la que lo restauraremos. Por ejemplo, restauramos un De Dion Bouton de 1926 como estaba en los años 60, porque su historia durante ese periodo que suponen los cambios de manos, las multas por evitar decretos o la fiscalización nos permite contar un relato más rico”, detalla Jové.
Los coches se disfrutan cuando los compras y los restauras. Una vez almacenados, el grado de satisfacción es menor
Ángel también tiene su particular visión sobre las distintas épocas de la automoción. No es capaz de escoger una, ya que con el paso de los años el encanto pasa de una a otra. “La preferencia cambia con el tiempo. Cuando tienes veinte años, te atraen los deportivos y descapotables. Con la edad, empiezas a valorar lo que hay bajo el capó y lo que los coches aportaron socialmente. A mí ahora me apasionan los de los años 50 y 60, pero hace unos años eran los coches preguerra. Es algo que evoluciona contigo”, explica.

El MAHI cuenta con más de 300 vehículos expuestos y se acerca a los 600 en total, lo que lo convierte en uno de los museos de automoción más importantes de España. Pero su alcance va mucho más allá de los coches. “El proyecto va más allá de la exposición. Queremos poner a disposición del público archivos históricos y documentación, como los de NASA, lo cual será un trabajo de décadas”, afirma.
Desde todos los rincones
Toda esa gran cantidad de piezas ha llegado procedente de todos los rincones del mundo: “Tenemos piezas obtenidas de todas las formas posibles: compras, subastas, donaciones importantes, como la de IVECO, que implicó 11 años de restauración... Antes, en los 80 y 90, había que desplazarse físicamente, lo cual tenía su encanto. Ahora, gracias a internet, es más fácil acceder a piezas, aunque también se pierde un poco de romanticismo”.
Gracias a internet, es más fácil acceder a piezas, aunque también se pierde un poco de romanticismo
Entre las piezas más destacadas se encuentran prototipos de Pegaso, coches de competición y vehículos industriales. Además, el museo abarca automoción terrestre, aérea, marina y ya se está planteando incluso la posibilidad de incluir la vertical, apuntando a introducir ascensores como piezas de museo. Esta diversidad refleja el interés de Jové por contextualizar los avances tecnológicos dentro de la complejidad del siglo XX.

En este sentido, Ángel destaca una sala por encima de las demás en cuanto a la atención que capta en los visitantes. “La segunda sala, dedicada a la automoción industrial, llama mucho la atención. Los prototipos, los Pegaso de competición, como los usados en rallyes como el de los faraones, son poco conocidos para el público general. También sorprende la sección de música, donde los visitantes pueden explorar la evolución de los dispositivos de sonido. Descubren, por ejemplo, cómo la calidad del audio no siempre mejoró con la evolución tecnológica”.
Restauración: un arte de paciencia y detalle
La restauración de vehículos en el MAHI es un proceso meticuloso que puede tardar años en completarse si hay que esperar por las piezas idóneas. Con todo el material se extiende durante un año aproximadamente. “Si contamos con todos los componentes, una restauración integral, que incluye chapa, mecánica, motor y demás, puede completarse en un año, aunque ha habido casos que nos han llevado hasta seis”, explica Jové.
El proceso no solo requiere coordinar múltiples oficios, sino también tomar decisiones clave sobre cómo preservar el valor histórico de cada pieza. Para Jové, el objetivo no es solo devolver a los coches su aspecto original, sino también contar las historias que los hacen únicos.
Una visión romántica frente a los retos financieros
Mantener un museo de estas dimensiones es una tarea titánica, y Jové ha optado por financiarlo exclusivamente con fondos propios, dejando de lado la posibilidad de apoyarse en la administración. “Hemos apostado por financiar todo con fondos propios. Esto implica un crecimiento más lento, pero también evita depender de la sensibilidad de los gobernantes, que pueden cambiar de color cada cuatro u ocho años”, comenta.
Hemos apostado por financiar todo con fondos propios, pero esto implica un crecimiento más lento
Esta decisión responde a una visión romántica del proyecto. “Un museo siempre es deficitario; la gente no es consciente de esto. Si algún día logramos reducir las pérdidas, ya sería una bendición. La clave está en el romanticismo: hacerlo por amor a lo que haces, porque si fuera por dinero, no se montaría nunca”, afirma con sinceridad.
Desde su apertura hace poco más de un año, el MAHI ha atraído a un público diverso, incluyendo un significativo número de visitantes extranjeros. “En este primer año, hemos recibido más público extranjero del esperado, alcanzando un 18% frente al 12% estimado. También vienen muchas familias: abuelos, hijos y nietos disfrutan juntos. Nuestro objetivo siempre fue crear un espacio de ocio, cultura y familia”, comparte Jové.
Sin embargo, reconoce que aún hay margen de mejora en la forma de transmitir la información. Aunque el museo utiliza códigos QR para cada objeto, Jové considera que es necesario hacer más para despertar la curiosidad de los visitantes y fomentar su aprendizaje.
El interés por la colección del MAHI, tanto a nivel individual como institucional, subraya su importancia cultural. Pero para Ángel Jové, el valor del museo no se mide solo en cifras o en la rareza de sus piezas, sino en lo que aporta a la sociedad. “El valor económico no es lo esencial; lo que importa es lo que la pieza aporta en términos históricos y sociales”, enfatiza para concluir.