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La DGT confirma las cinco principales razones por las que excedemos la velocidad permitida al volante

Motivos por los que se va a velocidad excesiva. Unsplash
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En España, según datos de la Dirección General de Tráfico correspondientes al año pasado, la velocidad inadecuada estuvo presente en el 21% de los siniestros viales, por lo que algo tan aparentemente simple como mantener una velocidad adecuada a los límites podría evitar una cuarta parte de los fallecidos en siniestros viales y, según los datos del Consejo Europeo de Seguridad en el Transporte, con solamente reducir un 1 km/h la velocidad media en todas las carreteras de la Unión Europea se podrían prevenir 2.200 muertes anuales al volante. Viendo que la velocidad excesiva es una de las infracciones en materia de seguridad vial más repetida, ¿por qué nos gusta tanto pisar el acelerador y subir la aguja del velocímetro?

Por qué nos gusta pisar el acelerador

Según una serie de estudios que recoge el Observatorio Europeo de Seguridad Vial y de los que se hace eco la Dirección General de Tráfico, hay cinco razones principales por las que las personas conducen demasiado rápido. El primero de ellos es igualarnos a la velocidad del resto de conductores. En ocasiones serán el resto de conductores los que marcarán la velocidad media que observamos a nuestro alrededor. Consciente o inconscientemente, tendemos a circular a la misma velocidad que la mayoría de los vehículos contiguos.

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Otro motivo simple de explicar es porque tenemos prisa. Teóricamente, a mayor velocidad, menor tiempo se tarda en recorrer una cierta distancia. Eso sí, hay que tener en cuenta que en términos matemáticos esto no es realmente rentable. Tomemos como referencia la explicación que el matemático José Ángel Murcia realiza en redes sociales. “Cuando voy a 60 km/h recorro 60 kilómetros en una hora y un kilómetro en un minuto (…) Si fuera a 120 km/h, tardaría justamente la mitad, porque la velocidad es el doble; tardaría 30 segundos. Entre 120 y 140 km/h —una es una velocidad legal en autopista y la otra no— apenas se gana unos segundos en recorrer cada kilómetro, apenas cuatro segundos y poco en completar un kilómetro”.

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El tercer motivo puede que sea el que es más frecuente y es que se disfruta más con mayor velocidad. Hay motivos científicos que explican por qué se disfruta conduciendo rápido y la respuesta es la mezcla de neuroquímicos. La velocidad se asocia a descargas de adrenalina y dopamina. Esta última surge como respuesta a emociones fuertes, haciendo que el estímulo se sienta como una experiencia positiva, placentera, que merece la pena repetir. Todo ello activa el sistema de recompensa cerebral.

La cuarta razón es tan simple como que conducimos veloces “por aburrimiento”. Como en el caso anterior, al conducir buscamos estímulos y dopamina. Conducir puede hacer que el cerebro entre en un estado de bajo consumo energético, así que se trata de salir de ese estado acelerando, para romper la pasividad y aumentar la actividad neuronal y la atención momentáneamente. La exposición a una estimulación constante reduce la capacidad de respuesta del conductor, por lo que acelerar es una forma de salir de esa rutina.

La última de las causas es que no percibimos que estamos conduciendo rápido. Por justificar un poco esto, está estudiado que los humanos somos realmente malos en cuanto a calcular la velocidad a la que nos movemos. Tomando como ejemplo ciertos experimentos realizados, los resultados muestran que cuando se nos pide que valoremos la velocidad a la que circulamos, las estimaciones suelen ser más bajas que la velocidad real, de ahí que realmente necesitemos el velocímetro para tener una mejor aproximación.

Conducimos peor a más velocidad

El principal efecto negativo que tiene la velocidad en la conducción es el conocido como “efecto túnel”. A grandes rasgos, a más velocidad se reduce drásticamente el ángulo de visión, que puede pasar de unos 105º de amplitud visual cuando se circula a 35 km/h a solamente unos 45 grados cuando vamos a 140 kilómetros por hora, una velocidad ya ilegal.

Este campo visual reducido hace que nuestra velocidad de reacción también disminuya, además de perder las referencia de lo que está sucediendo en los laterales, por lo que es un poco peligroso para poder percibir ciertas señales alrededor, incluyendo otros vehículos. Además, conducir a velocidad elevada mucho tiempo hace que pueda aparecer fatiga, lo que a su vez acaba haciendo que aumenten las probabilidades de accidente.

Además, tal y como destaca la DGT, “la velocidad también afecta a las lesiones consecuencia de un accidente. A mayor velocidad de impacto, se libera más energía al chocar con otro vehículo, usuario de la vía u obstáculo. Parte de esa energía deberá ser absorbida por un cuerpo humano vulnerable. Existe una relación muy estrecha entre velocidad y riesgo de accidente, y entre velocidad y severidad de las lesiones consecuencia de un accidente”.