Bienestar

Cuando las mujeres de más de 50 comenzaron a admitir su 'Furia': "Empiezo a decir lo que me da la gana"

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Nathalie Poza, Pili Castro, Candela Peña, Carmen Machi y Cecilia Roth Cecilia Roth en la nueva serie 'Furia'. (HBO Max)
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Un nuevo movimiento sociológico recorre España. Y la nueva serie 'Furia', dirigida por Félix Sabroso, ahonda en ello. En ella acompañamos a cinco mujeres de más de 50 años que canalizan su indignación contra un entorno que las invisibiliza. Actrices como Carmen Machi, Candela Peña, Pili Castro, Nathalie Poza y Cecilia Roth estallan contra un sistema que las empuja a callar, que ejerce presión sobre su cuerpo, que las invisibiliza. Lo interesante es cómo ellas están ya tomando la palabra. Si hasta ahora les costaba decir no, eso se acabó.

Cecilia Roth en Furia
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Sabroso confiesa haberlo sentido en sus propias carnes. En una entrevista reciente en El Independiente, explicaba que acumulaba una década “pegando ganas de hacer” este retrato coral. Defiende que las mujeres maduras recaban una densidad dramática que los personajes más jóvenes no pueden ofrecer. Y añade: “El edadismo es uno de los supertemas de la serie. Se trata de personas que pueden ofrecer más porque han acumulado experiencia, sabiduría pero al final están denostadas”.

Esta motivación funciona en pantalla con la precisión de un bisturí emocional. Machi interpreta a Marga, una artista desgastada por la traición y la meseta creativa. “Con el tiempo empiezo a decir lo que me da la gana”, afirma su personaje, y la propia Machi lo refrenda en pantalla. Las historias giran alrededor del desencanto laboral de Peña, el fervor de Castro por un restaurante devastado, la precariedad doméstica de Poza y la nostalgia bronca de Roth por el cine del destape. Todas cuestionan el mandato social de ser discretas, jóvenes, estéticas y complacientes.

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Si a todo esto se añade una recarga satírica, inevitablemente el resultado es una catarsis cruenta: hay detonaciones, escopetas y gritos; pero también humor negro y crítica punzante, que remiten a filmes como Parásitos o El triángulo de la tristeza. Sabroso lo explica sin ambages: “Todo eso es violencia también, algo que el ser humano entiende como su forma de comunicación”.

La furia como una forma de libertad

El detonante no es siempre explícitamente dramático. Muchos fusionan la menopausia, la presión estética y la invisibilidad con la solidaridad. Candela Peña, sin ir más lejos, ha criticado la falta de representación de mujeres mayores de 40 y desmitificó los “síntomas tabú” de la menopausia: “De repente estás sentada y tienes una ráfaga” . En la pantalla, esa misma frustración se traduce en choques con jefes, crisis económicas y la brutal competencia de la juventud digital.

Candela Peña y Ana Torrent en Furia

La actriz Cecilia Roth ha confesado que su papel le permitió “contar todo como nunca antes lo había hecho”, un alivio expresivo que conecta con su experiencia, así como la de muchas compañeras, al pasar de cosificadas en el “destape” de los años 70, a ser simplemente olvidadas. En este caso particular, el personaje de Roth, Victoria, está en decadencia tras una carrera ligada al erotismo paternalista, y cobra voz para denunciar los abusos sordos del patriarcado y el coste emocional de un cuerpo envejecido.

Este frenesí tardío no es anecdótico, sino que busca transmitir sobre la urgencia de romper moldes. Y es que, estas mujeres ya no se esconden: se asoman, gritan, estallan.

Invisibles hasta que gritan

Lo que explora Furia no es sólo el conflicto individual de unas protagonistas desbordadas; es el eco de un malestar colectivo largamente silenciado. En España, según datos recientes del Ministerio de Igualdad y del Observatorio Social de la Fundación La Caixa, casi un 70% de las mujeres de más de 50 años reconoce sentirse más presionada por el aspecto físico, la energía o la productividad ahora que en décadas anteriores. El edadismo, esa discriminación basada en la edad que las relega a la periferia laboral, afectiva y social, se entrelaza con la misoginia cotidiana: si en los hombres la madurez suele celebrarse como sabiduría, en las mujeres se penaliza como decadencia o irrelevancia.

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Las investigaciones sobre salud mental subrayan el aumento de síntomas depresivos y de ansiedad en mujeres con menopausia que se sienten excluidas del discurso social y mediático. La presión estética se recrudece ante la ausencia de referentes positivos: sólo un 12% de los papeles protagonistas en cine o televisión española corresponde a mujeres de más de 50 años, según el último informe de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales.

La revolución de las mujeres maduras es la más pendiente de todas las revueltas

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El cuerpo femenino, sometido históricamente al escrutinio, sufre además una doble moral al envejecer: “Nos piden ser invisibles pero impecables, maduras pero sin una sola arruga”, resumía hace poco la psicóloga Laura Rojas-Marcos. Esa tensión constante alimenta una rabia que no es sólo personal, sino política y generacional.

Por eso, la “furia” que retrata la serie no es gratuita ni melodramática. Es la emergencia de una nueva narrativa: la de mujeres que rechazan el mandato del silencio, que transforman el dolor de la invisibilidad en discurso, reivindicación y, en ocasiones, en acción radical. Como sintetiza la socióloga feminista Rosa Cobo: “la revolución de las mujeres maduras es la más pendiente de todas las revueltas”. Y quizá, como muestra la ficción, la que más justicia poética aporta al debate sobre el envejecimiento y el género.