Estilo de vida

Javier Martín, coleccionista de coches en miniatura: “Algunos valen más que uno de verdad”

Javier Martín posa una parte de su colección de Porsches de fondo
Cientos de coches a escala, perfectamente ordenados en las estanterías de Javier Martín. JM
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Javier Martín abre la puerta de su almacén-santuario, pero antes de adentrarte en él pone las cosas en su sitio desde el minuto uno respecto a lo que uno se encuentra allí. Paredes y paredes repletas de miniaturas. Javier es vendedor de este tipo de réplicas, sí. Pero lo que se ve forma parte de su colección privada: “Más o menos, creo que tengo unos 3.000 en mi colección. No lo tengo contabilizado como una cifra exacta: pueden ser 3.100 ó 2.800. Lo que enseño es mi colección privada. Tengo una tienda en Oviedo, sí, pero lo que está en esta sala es mío y no lo quiero vender”.

Hablar con él es asomarse a un universo paralelo en el que la línea que separa el juguete del objeto de culto es una etiqueta de +14 años, porque, sí, “hay miniaturas que valen más que un coche de verdad que puedas conducir”.

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La frase golpea porque es literal y porque tiene respaldo. En el segmento del modelismo, firmas como Amalgam Collection comercializan modelos 1:8 de Aston Martin, Ferrari o Red Bull Racing con tarifas de cinco cifras; su catálogo público muestra piezas entre unas 8.000 y más de 20.000 libras esterlinas, con casos que superan ampliamente esa barrera según ediciones y licencias. 

Cientos de coches a escala, perfectamente ordenados en las estanterías de Javier Martín
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Y no es sólo el precio: Amalgam documenta que desarrollar un 1:8 puede llevar más de 3.000–4.000 horas y cada unidad requiere entre 250 y 450 horas de montaje artesanal con miles de piezas. Para ponerlo en contexto: en España, hoy puedes matricular un Dacia Sandero nuevo por menos de 14.000 euros.

Calidad antes que cantidad

“Yo prefiero calidad mucho más que cantidad”, apunta Javier hablando sobre esos desorbitados precios que algunos coleccionistas (él no) pueden llegar a pagar. Es su norma. La ruta de entrada al hobby, admite, suele ser humilde: “Una de las maneras más habituales de empezar es por los coleccionables que salen en los quioscos. Para alguien que empieza, una miniatura de quiosco es perfectamente válida”. 

Para alguien que empieza, una miniatura de quiosco es perfectamente válida

Sin embargo, esa línea conduce al caos, por lo que Javier entiende que debes marcar tu propio camino en función de tus gustos. Encontrar una historia y contársela a uno mismo con metal y resina. Esto ahorra dinero, polvo y frustración. “Hay que coleccionar con coherencia. Si te gustan los coches de rally, pues a por ellos; si te gustan los de Fórmula 1, pues esos…”.

La etiqueta +14

La frontera entre jugar y coleccionar es, aunque suene extraño, legal, técnica y práctica. “Todos los fabricantes tienen que indicar a qué público va dirigido su producto. Si va destinado a un coleccionista adulto, ya tiene piezas independientes: llantas de goma, neumático desmontable o dirección operativa. Ahí está el punto de inflexión, en la pegatina que indica que ese coche es para personas a partir de 14 años”. 

Por eso, en se tienda, se cura en salud: “He tenido que educar a la clientela porque los coches que tengo son de coleccionar, no de jugar. Si el niño va a jugar, ten cuidado con espejos, antenas y alerones, ya que si tiras, te quedas con ellos en la mano”, explica porque más de uno y de dos clientes le llegaron a poner pegas por la falta de resistencia de algunos modelos que habían puesto en manos de niños que aún no habían llegado ni a los 10 años.

Una de las piezas de la colección personal de Javier

Pero lo normal es que ese tipo de clientes ya no le busque. Los que se acercan a él son otros. El 90% de los mensajes que le llegan son de “gente que busca los coches que tiene” y los quiere “en el color exacto”. La respuesta rara vez es positiva y tiene su explicación: “El fabricante no hace la gama completa de colores. Puede existir el GTI y no el G60; y no en el color que tuviste”. 

También hay convenciones cromáticas de cada marca que tenemos más o menos asumidas. “ El Volkswagen, rojo, negro o blanco; BMW suele ser azul; Ferrari, obviamente, rojo…”. 

Metal o resina 

Así las cosas, uno se da cuenta de que esta afición por los coches en miniatura puede ser infinita y muy cara. Eso sí, el material influye. Fabricar en metal es caro y eso se traduce en el precio final. Javier nos lo explica. “Una miniatura en 1:18 en metal requiere un molde; el coste del molde son 50.000 euros. Si quieres aperturas —puertas, capó, maletero— añades costes: una puerta es otro molde y así con todo. Con el metal compensa cuando hay volumen”. 

La alternativa, apunta, es la resina: “La resina es muy cara como material, pero los moldes son mucho más asequibles. Se hacen en cantidades mucho más pequeñas y su precio al público puede incluso estar por encima del metal. La resina permite series cortas, detalladas y caras por unidad”.

Piezas de la colección particular de coches a escala de Javier Martín

El ejemplo más gráfico de Javier es de barrio: la Citroën C15. “Una C15 en 1:18 en resina te puede costar 90 euros. En metal sería impensable fabricar las que vas a vender”. Así pues, con coches de nicho regional, que no van a tener tirón en grandes mercados como el americano o el asiático, la resina salva el deseo del coleccionista, pero siempre pasando por caja.

Una C15 en 1:18 en resina te puede costar 90 euros. En metal sería impensable fabricar las que vas a vender

El coleccionista curtido, cierto es, no sólo vive de comprar en tiendas. Internet le abrió un mundo nuevo pero también le obligó a aprende que la paciencia se premia y que la última puja vale un despertador: “Me muevo mucho por eBay y he detectado que lo mejor es poner la puja máxima al final. A las 4 de la mañana hago la última puja, cuando se cierra la subasta. Ofrezco lo máximo que quiero pagar y ni un euro más”. 

En paralelo, por supuesto, notificaciones, listas de deseos, búsquedas guardadas, alertas globales… en busca de la pieza deseada. Hay quienes, a veces, “pagan disparates” y no siempre por pasión: “El propio vendedor puede inflar la subasta pujando por sus propios productos, pero si eres un coleccionista curtido es fácil de detectar porque el artículo vuelve a ponerse automáticamente a la venta”.

El propio vendedor puede inflar la subasta pujando por sus propios productos, pero si eres un coleccionista curtido es fácil de detectar

Internet también democratizó el conocimiento… y subió los suelos de precio. “El acceso a internet hace que mucha gente piense que tiene verdaderas fortunas, pero no es así. Intentan vender colecciones sin mucho valor, con piezas con polvo, sin espejos ni antenas y para los que no hay recambios”.

Estanterías repletas de miniaturas de coches que forman parte de la colección de Javier

Con todos estos mimbres ha construido Javier su negocio como vendedor de miniaturas y también su colección, algo que ahora no se plantea vender, pero a lo que tampoco cerraría la puerta en el futuro. “Todo es negociable, aunque tengo claro que si la vendo algún será el lote completo: absolutamente todo y por un muy buen precio”. 

Mientras tanto, su vida de coleccionista y vendedor sigue con un mantra doble: como coleccionista, línea clara; como profesional, oportunidad que pasa, oportunidad que se aprovecha. Sirva como ejemplo la ocasión en la que compró un coche que no le interesaba especialmente, el taxi de la película ‘Taxi’ de la marca Otto. Lo encontró por 90 euros y lo subastó por 450. “Desde el punto de vista de vendedor: compra lo que te salga de las narices y, si tienes la oportunidad, cómpralo y no la pierdas. Como coleccionista, no. Ahí sigue un camino que no te haga perder tiempo ni dinero”.