¿Qué es la ansiedad vicaria? Cuando nuestros miedos proceden de otros

Se habla constantemente de la ansiedad como algo negativo, pero lo cierto es que todos tenemos ansiedad. ¿Por qué? Pues porque es una emoción que forma parte de nuestro cerebro al igual que la alegría, la tristeza, la sorpresa o el amor.

La ansiedad es un aviso de que se avecina un posible peligro. Nuestro cuerpo y nuestro cerebro se activan para prepararnos. Es lo mismo que ocurría a nuestros antepasados cuando salían a cazar, pero a día de hoy las situaciones peligrosas se han vuelto más complejas.

¿Cuándo se vuelve problemática la ansiedad?

  1. Cuando el peligro en realidad no es un peligro. Por ejemplo, es saludable sentir un poquito de ansiedad antes de una oposición, de una entrevista de trabajo o de una cita con tu ligue de Tinder. Sin embargo, no es nada saludable sentir ansiedad porque piensas constantemente que tus amigos en realidad se aburren contigo, o que te van a despedir del trabajo sin ningún indicio, o que tu pareja te va a dejar en cualquier momento.
  2. Cuando su intensidad no es proporcional al peligro. Por ejemplo, si te encuentras con un oso de tres metros mientras haces una ruta de senderismo es normal sentir pánico e incluso sufrir una crisis de ansiedad. Sin embargo, evitar conducir porque te aterra un posible accidente, evitar salir a la calle porque te aterra que te contagien el coronavirus o evitar socializar porque te aterra un posible rechazo son situaciones problemáticas. ¿Existe un peligro? Sí. Hay accidentes de tráfico, hay infecciones por coronavirus con síntomas muy graves y hay bullying, pero a menudo la ansiedad es muy intensa en comparación con la probabilidad de que ese peligro nos afecte a nosotros.

La gran pregunta es por qué aparece esta ansiedad problemática, y la respuesta la encontramos muchas veces en el aprendizaje vicario.

Qué es la ansiedad por aprendizaje vicario

La ansiedad vicaria es aquella que tiene lugar a raíz de las experiencias ajenas o, lo que es lo mismo, son los miedos que otras personas nos meten en la cabeza (y el concepto de “otras personas” casi siempre hace referencia a “nuestros padres”).

Estos miedos vicarios o aprendidos pueden crearse por:

  • Malas experiencias de las que somos testigos. Si tu madre tiene un accidente de tráfico y te cuenta detalladamente lo traumático que fue, el miedo que pasó y lo mucho que le ha costado recuperarse, es muy probable que a ti también te de miedo conducir.
  • Información ansiógena. Si cada vez que coges el coche tu madre te dice “ten cuidado no vayas a tener un accidente”, a base de repetición, es muy probable que desarrolles miedo a conducir.

Estos miedos vicarios suelen guardar relación con situaciones que pueden ser peligrosas, pero que en la mayoría de los casos no lo son. El ejemplo típico es conducir un coche: muy pocas personas tienen un accidente, pero te meten esa mínima probabilidad en la cabeza y acabas conduciendo con ansiedad.

Otros ejemplos de miedos vicarios son los deportes con un mínimo riesgo como esquiar, el surf, el ciclismo o el montañismo. ¿Hay gente que tiene accidentes practicándolos? Sí, pero la cifra es minúscula en comparación con todos los que los practican y disfrutan con seguridad y salud.

También se puede inculcar miedo a algunas actividades lúdicas como ir a un parque de atracciones o salir de fiesta. ¿Puede estropearse una atracción? Pues igual sí, pero las probabilidades son insignificantes. ¿Pueden agredirte de fiesta? Pues también, pero pasa lo mismo: es poco probable.

No es lo mismo ser prudente a ser miedoso

Los miedos vicarios tienen una consecuencia muy negativa: no nos hacen prudentes, nos hacen miedosos.

Las personas que nos inculcan estos miedos suelen ser los padres, como ya he dicho, y generalmente es por pura preocupación. Quieren que estés a salvo, pero sus cuidados se convierten en sobreprotección y la sobreprotección es el caldo de cultivo perfecto para la ansiedad.

Por eso es importante analizar cuáles son tus miedos y de dónde provienen. Si sufres ansiedad vicaria, mi recomendación como psicóloga es tener una charla con tus padres (o con la persona que te mete miedos en la cabeza) para que relaje un poco su discurso y en vez de asustarte o condicionarte para evitar ciertas situaciones, te anime a ser independiente y exponerte a retos.

No es lo mismo decir “ten cuidado que te puedes matar haciendo paracaidismo” a decir “sigue las medidas de seguridad, haz caso a lo que te diga el experto y pásatelo bien”. Mientras que con la primera frase se educa en la ansiedad, con la segunda se educa en la prudencia, y creo que todos estamos de acuerdo en lo que es mejor.